Aunque poco conocido, el Trastorno del Desarrollo del Lenguaje (TDL) afecta a uno de cada 13 niños. Es decir, en un aula de 30 chicos, al menos dos podrían estar atravesando dificultades para comprender o expresarse con palabras. Así lo advierte Verónica Maggio, directora de la Diplomatura en Trastornos del Lenguaje Infantil de la Universidad Austral, quien destaca la importancia de detectar este trastorno de manera temprana.
“El TDL se suele manifestar como la aparición tardía del lenguaje, generalmente después de los tres años, cuando lo esperable es que entre los 18 y 24 meses los chicos comiencen a decir sus primeras palabras”, explica Maggio, también coordinadora del área de Lenguaje del Hospital Universitario Austral.
Sin embargo, no se trata solo de hablar tarde. “Algunos chicos tienen dificultades tanto para comprender como para expresarse, mientras que otros entienden bien pero no logran verbalizar lo que quieren decir”, detalla la especialista.
En el desarrollo típico, el lenguaje se adquiere progresivamente desde el nacimiento hasta los seis años. En ese período, se convierte en una herramienta clave para pensar, comunicarse y aprender. Cuando este proceso se ve alterado, comienzan a aparecer señales de alerta que, si no se reconocen, pueden llevar a diagnósticos erróneos.
De acuerdo con la investigadora de la Universidad de Oxford, D. Bishop (2017), algunos de los signos más comunes del TDL en niños de tres años son:
Dificultad para comprender órdenes simples.
Uso limitado de palabras.
Imposibilidad de combinar dos o más palabras en una frase.
Problemas de pronunciación que dificultan la comprensión.
Dificultades para mantener una conversación sencilla.
A los 4 y 5 años, estas señales pueden incluir frases mal construidas, olvido frecuente de palabras y problemas para relatar experiencias cotidianas.
Pero el impacto del TDL va más allá del lenguaje. “Como el lenguaje es la base del aprendizaje y de la socialización, los chicos con TDL pueden presentar también problemas de conducta, atención y vínculos”, señala Maggio. Estudios recientes indican que tienen cinco veces más riesgo de padecer trastornos atencionales (Andreu Barrachina, 2022), y entre el 50% y el 70% desarrollan dificultades escolares, especialmente en lectoescritura y resolución de problemas matemáticos.
En el plano social, los niños con TDL muchas veces tienden al aislamiento por miedo a no ser comprendidos, o bien sufren burlas por sus dificultades para comunicarse.
“El TDL es un trastorno invisible porque se confunde con timidez, falta de estímulo o mala conducta. Pero no es ninguna de esas cosas. Es una condición específica que necesita ser detectada y acompañada”, enfatiza Maggio.
Por eso, visibilizar esta condición resulta fundamental. “Si padres y docentes conocen el TDL, pueden ayudar a que esos chicos desplieguen todo su potencial con estrategias adecuadas, tanto en el aula como en el hogar”, concluye la especialista.


