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Pelotudo: no borra su carga grosera pero legitima una idiosincrasia

Escribe para Cadena Nueve, Ramiro Parra

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La incorporación del término “pelotudo” al diccionario de la Real Academia Española no es un simple gesto léxico: es un hecho cultural, social y político que invita a reflexionar sobre el funcionamiento de la lengua, el poder de lo popular y los límites entre lo vulgar, lo legítimo y lo normativo.

Desde una perspectiva lingüística, “pelotudo” es una palabra ampliamente usada en el español rioplatense, especialmente en Argentina, donde tiene un protagonismo difícil de igualar. Su significado básico —”persona tonta o torpe”— se enriquece en el uso cotidiano con infinidad de matices: puede ser un insulto directo, una burla amistosa, una muestra de fastidio, una expresión de cariño irónico e incluso una forma de autocrítica.

Su potencia radica en su flexibilidad semántica y en su intensidad expresiva.

Que la RAE la haya aceptado supone reconocer que el idioma no pertenece solo a una élite culta ni a un centro geográfico definido, sino a una comunidad diversa y cambiante.

Es también una afirmación de que el español de América —en este caso, del Cono Sur— tiene voz propia y merece representación plena en la norma.

En este sentido, “pelotudo” no entra solo como palabra, sino como emblema de un habla nacional, con toda la carga emocional, social e identitaria que ello implica.

Desde lo social, el caso de “pelotudo” evidencia cómo las expresiones que surgen de lo cotidiano pueden alcanzar una legitimidad institucional. El lenguaje popular, a menudo despreciado o excluido de los espacios formales, no solo moldea la comunicación diaria, sino que también redefine las fronteras de lo aceptable y lo normativo.

Que la Academia se haga eco de ese proceso no es un acto de condescendencia, sino una respuesta tardía —aunque necesaria— a una realidad evidente: las lenguas viven en la calle, no en los salones.

Por supuesto, esto no está exento de polémicas.

¿Debe la RAE registrar palabras ofensivas? ¿Dónde está la línea entre la descripción lingüística y la validación cultural?

La inclusión de “pelotudo” puede incomodar a quienes conciben el diccionario como un espacio de pureza o corrección. Pero ese ideal normativo ha sido superado por las evidencias: la lengua real está llena de giros informales, coloquialismos y vulgaridades que también cumplen funciones comunicativas fundamentales.

Por último, hay un elemento simbólico. “Pelotudo” no es solo una palabra, es también una forma de narrar una idiosincrasia.

En nuestra sociedad, bien Argentina, por ejemplo, el término es parte del relato nacional: aparece en el cine, en la política, en la televisión, en la calle.

Es un término que dice mucho del carácter frontal, sarcástico y emocional del habla rioplatense.

Su inclusión en el diccionario oficial no borra su carga grosera ni la neutraliza, pero sí la legitima como parte del repertorio real del español.

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