viernes, junio 27, 2025
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El ADN del cabello: secretos, diversidad genética y desigualdad algorítmica

Un consorcio científico internacional, junto al programa nacional PoblAr, busca revertir décadas de estudios sesgados y revelar qué dice realmente el cabello sobre la identidad latinoamericana, la historia evolutiva y las desigualdades científicas. Por qué el pelo es un símbolo cultural y qué líneas de trabajo se están llevando a cabo en la industria cosmética y en el ámbito forense

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En las peluquerías, en los espejos del baño, en los posteos de Instagram, el cabello siempre está diciendo algo. Largo, corto, teñido, con rulos o lacio como tabla, es mucho más que una cuestión estética. Es una carta de presentación, una construcción cultural y también una expresión biológica que guarda información sobre nuestro pasado evolutivo.

Aunque lo toquemos todos los días, aunque lo cepillemos o lo cambiemos con tinturas y tratamientos, sabemos muy poco sobre qué lo define en términos genéticos. ¿Por qué tenemos rulos? ¿Por qué salen canas? ¿Por qué algunas personas pierden el pelo más temprano que otras? La ciencia puede ofrecer respuestas, aunque muchas veces no incluyan las particularidades de los latinoamericanos.

Así lo explica a la Agencia CTyS-UNLaM el investigador del CONICET Rolando González-José, director del programa PoblAr (Programa Nacional de Referencia y Biobanco Genómico de la Población Argentina) y uno de los referentes del Consorcio CANDELA (Consorcio para el Análisis de la Diversidad y Evolución de Latinoamérica): “Durante décadas, los grandes estudios genéticos se hicieron casi exclusivamente en poblaciones europeas. Nosotros colaboramos con ellos, pero sin diseñar nuestros propios biobancos, sin fijar nuestros objetivos científicos. Eso genera un sesgo que se traduce en desconocimiento sobre nuestra propia diversidad genética”.

PoblAr busca construir un mapa genético representativo de la diversidad del país, con criterios éticos y de soberanía científica. Su aporte es clave para generar datos propios, evitar sesgos coloniales en la ciencia y comprender cómo se expresa la herencia genética en características como la forma, textura y color del cabello en las poblaciones latinoamericanas.

El genoma latinoamericano y la forma del cabello

Con el objetivo de reducir esa brecha, el Consorcio CANDELA inició un muestreo sin precedentes en América Latina. Recolectaron 7500 muestras en Perú, Brasil, Chile, México y Colombia y revelaron no solo el ADN de cada persona, sino también sus rasgos físicos: color de ojos, de piel, de cabello y forma capilar.

“La muestra sigue siendo la más importante de latinoamericanos mestizos que combina información genómica y fenotípica”, señala González-José. A partir de ese trabajo, se pudo comprobar, por ejemplo, que los genes relacionados con la forma del cabello son distintos entre regiones.

En poblaciones asiáticas y nativoamericanas predomina la variante del gen EDAR, que se asocia con cabellos lacios. En cambio, otras variantes del gen TCHH aparecen más vinculadas al cabello ondulado o rizado. Y en poblaciones africanas, ciertos genes explican la forma rizada en espiral, conocida como curly.

Además, el estudio permitió detectar nuevos marcadores genéticos específicos en poblaciones latinoamericanas. Uno de ellos es el gen Q30R, involucrado en una enzima que modifica el funcionamiento del folículo capilar, donde se define buena parte del color, la textura y el crecimiento del cabello.

Eumelanina, feomelanina y las canas

El color del pelo depende de dos tipos de melaninas: la eumelanina -negro y castaño- y la feomelanina -rubio y pelirrojo-. La proporción entre ambas y su distribución dentro del folículo piloso determina el tono final. Cuando la producción de melanina disminuye, aparecen las canas.

“El encanecimiento tiene base genética. Lo que se está intentando en la industria cosmética es frenar el efecto de esos genes, para evitar que el cabello pierda color. Es decir, no teñirlo, sino ralentizar el proceso que causa las canas”, explica el investigador.

Entre lo biológico y lo social

El cabello no es solo una característica anatómica. Es también un símbolo cultural y un mediador social. “Si no, no existirían las peluquerías”, bromea González-José. Cambiar el color, la forma, el largo o el estilo tiene implicancias identitarias. Y como toda marca biológica, puede ser exaltada o estigmatizada.

“Ahora los rulos están de moda y es interesantísimo porque es un rasgo puramente biológico, pero con una importancia social enorme. La cultura puede resignificarlo, aceptarlo o rechazarlo, pero la base genética está ahí”, insiste el investigador.

En ese cruce entre lo natural y lo aprendido, la evolución también tiene algo que decir. ¿Por qué los humanos perdimos el vello corporal? ¿Qué sentido tiene poseer pelo solo en la cabeza o en la cara? Según el investigador, existen teorías -imposibles de comprobar del todo- que vinculan la pérdida de pelo con la bipedestación y la termorregulación en ambientes cálidos. Pero no hay rastros fósiles que conserven la distribución del cabello. Son hipótesis que se sostienen desde la biología evolutiva, pero sin pruebas directas.

Para Cadena Nueve, Agencia CTyS-UNLaM 

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