viernes, julio 26, 2024
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A 137 años del natalicio de la primera abogada matriculada en la provincia de Buenos Aires

María Angélica Barrera era platense y libró una lucha para que se le permitiera ejercer la profesión tras graduarse con las mejores notas. Hablaba cinco idiomas

María Angélica Barrera, nacida en La Plata el 15 de mayo de 1887 se recibió de abogada a los 22 años, tras haberse recibido de maestra en la Escuela Normal, bajo la supervisión de Mary Graham, docente llegada de USA a instancias de Domingo Faustino Sarmiento. Tenía facilidad para aprender y tesón lo que hizo que asimilara varios idiomas. Al español sumó inglés, portugués, italiano y francés.

En diciembre de 1909 se graduó de abogada en la Universidad Nacional de La Plata con las mejores notas y cuatro días después de haber cumplido 23 años, recibió la matrícula nacional para ejercer el derecho. Fue el 19 de mayo de 1.910, año del Centenario de la Revolución de Mayo.

Iniciado el trámite para ejercer la profesión en la provincia de Buenos Aires comenzaron los obstáculos y un camino en defensa de igualdad de derechos entre varones y mujeres. Su condición femenina era el impedimento y como luchadora y tesonera que era, comenzó una batalla que terminó ganando.

“La mujer ha triunfado en las otras profesiones y continuará conquistando palmo a palmo la regla igualitaria que persigue en justicia”. Con esa frase, María Angélica Barreda cerró su discurso argumentativo ante quienes hasta ese momento le habían negado el ejercicio de su profesión por el solo hecho de no ser varón.

Con convicción, astucia y sororidad, María Angélica Barrera le abrió el camino a la mujer en el ejercicio del derecho.

La abogada, estaba interesada en la Medicina luego de ser maestra, pero no podía costear los traslados a la ciudad de Buenos Aires, y fue así como se inscribió en la carrera de abogacía en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).

Cabe señalar que durante la primera mitad del siglo XX, la posibilidad de acceder a la universidad estaba reservada para una reducida población con privilegios en la que no entraban las mujeres.

Además, la carrera de Derecho estaba entre las menos elegidas por estudiantes femeninas, quienes -como mucho- llegaban a inscribirse en áreas de humanidades, educación, farmacia o enfermería.

La matriculación debía efectuarse ante la Suprema Corte de la Provincia, pero el Procurador General, Manuel Escobar se opuso. En su dictamen del 8 de junio de 1910 sostuvo que la legislación argentina era “no feminista” y argumentó su posición a las limitaciones dadas por la “naturaleza femenina”.

“En los tiempos modernos la mujer siente la necesidad de ensanchar las limitaciones impuestas por su propia naturaleza”, sostenía entonces el Procurador, quien temía que la matriculación de la flamante abogada echara por tierra “la organización actual de la familia”. La mandaba a lavar platos, organizar la casa, coser ropa y criar hijos. Le limitaba el campo de desarrollo personal e intelectual.

María Angélica Barreda, historia de la primera abogada argentina. (Archivo General de La Nación)

Además, Escobar comparaba la legislación de la Argentina con las de otros países, en las cuales se consideraba a la mujer “con un temperamento menos fuerte que el del hombre, y más frágil y pudorosa”.

Tras conocer esa resolución, Barreda pidió una audiencia en la Suprema Corte, pero no se la concedieron. Entonces, con el patrocinio de un abogado amigo, presentó un escrito de 18 páginas con argumentos contundentes que daban cuenta de su profundo conocimiento del derecho. Ella misma escribió las explicaciones.

De acuerdo al investigador Alberto David Leiva en su libro “La matriculación de la primera abogada argentina” del año 2012, desde el punto de vista social, Barreda consideraba que el problema ya estaba resuelto “por las circunstancias”, pese a que aún persistían “espíritus prevenidos al surgimiento de la mujer (…) sin dependencias absurdas dignas de una época para siempre pasada”.

Según el mismo libro, en materia legal consideró que la Suprema Corte de la Provincia no tenía facultades para oponerse al ejercicio de su profesión, debido a que la Universidad Nacional de La Plata, como institución que entendía en el juicio de sus competencias profesionales, ya la había habilitado con la entrega del diploma.

Pero también tuvo sólidos argumentos al referirse a la idea de la disminución de capacidad de la mujer, lo que sentó un precedente histórico. Barreda planteó que, según el Código Civil redactado por Dalmacio Vélez Sarsfield, una vez cumplida la mayoría de edad y mientras permaneciese soltera, la mujer tenía la misma capacidad que el hombre. Por entonces, el matrimonio reducía derechos femeninos.

Consideraba que “a pesar de algunos prejuicios”, iguala en su generalización a los dos sexos y les atribuyen los mismos derechos, salvo en lo político, el cual con los años se revirtió.

La Suprema Corte de la provincia de Buenos Aires llegó a un acuerdo y, por voto mayoritario, María Angélica Barreda accedió a su matrícula provincial, lo que constituyó un hito histórico y abrió el camino a futuras profesionales.

“Algunas personas piensan que conferir el diploma de abogado a la mujer no significa crear la mujer abogado sino la mujer hombre, absurdo ante el cual se detienen como ante un sacrilegio demoledor. Ese criterio corriente o más bien vulgar es el que seguramente ha inspirado aquella frase cómoda del Sr. Procurador de que se echaría por tierra toda nuestra legislación con este permiso. Entre nosotros, la mujer ha triunfado en las otras profesiones y continuará conquistando palmo a palmo la regla igualitaria que persigue en justicia”, cerraba su escrito.

A poco de recibirse, Barreda participó del Primer Congreso Femenino Internacional, que se celebró en Buenos Aires en 1910, donde presentó el trabajo “La mujer en el comercio”, en el que propuso reformas al Código Comercial favorables a la participación autónoma femenina en ese ámbito.

Mientras que a partir de su matriculación provincial, inició una intensa labor profesional en la que llegó a participar en más de 500 juicios. Además, fue traductora pública de los cuatro idiomas que hablaba además del español: inglés, italiano, portugués y francés.

También participó en la Asociación Universitarias Argentinas, fundada por la primera médica Cecilia Grierson en 1910, y fue Jefa de Asuntos Legales de la Dirección General de Escuelas de la provincia de Buenos Aires.

Dejó de ejercer en 1952, a los 65 años. Falleció 11 años después, el 21 de julio de 1963, en La Plata, la misma ciudad que la vió nacer, sobresalió y le abrió el camino a la mujer en las profesiones.

 

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