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La Virgen Niña, 67 años de fe en La Niña: la historia viva de una comunidad que la construyó con sus manos y su corazón

Nancy Erbetti, una de las impulsoras de la construcción de la Capilla Virgen Niña en la localidad homónima, recuerda cómo nació el proyecto impulsado por Monseñor Agustín Herrera en 1957. Siete años de trabajo, colaboración vecinal y profunda fe dieron origen al templo que hoy cumple 60 años desde su inauguración y 67 desde la llegada de la imagen que se convirtió en Patrona del pueblo

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En el corazón de La Niña, una localidad del partido de Nueve de Julio, se guarda una historia de fe, trabajo colectivo y profunda identidad. Este 8 de septiembre se conmemoran 67 años del arribo de la imagen de la Virgen Niña al pueblo y 60 años de la inauguración de la capilla que la alberga como su Patrona. Testigo clave de este proceso es Nancy Erbetti, vecina y una de las fundadoras de la comisión que impulsó la construcción del templo.

La historia se remonta a 1957, cuando Monseñor Agustín Herrera, primer obispo de la Diócesis de Nueve de Julio, visitó el colegio de hermanas donde estudiaban jóvenes de diferentes pueblos. Al preguntarle a Nancy si su pueblo tenía iglesia, ella respondió que no. “¿Cómo que no tienen iglesia?”, se sorprendió el obispo. Al escuchar que el pueblo se llamaba “La Niña”, propuso que la Virgen Niña fuera su patrona. Aquella conversación, sencilla pero significativa, encendió una llama que ya no se apagaría.

La comunidad se organizó rápidamente. Se conformó una comisión pro-templo con vecinos y vecinas del pueblo: el Dr. Lozano, Doña Luisa, Chicha y Chicho Erbetti, los Garibotti, Solaberrieta, Depetri, Chela, entre tantos otros. “Éramos casi todas mujeres”, recuerda Nancy. Y agrega: “La gente tenía una necesidad espiritual muy fuerte. Todos colaboraban”.

El 8 de septiembre de 1958, en una ceremonia multitudinaria, se realizó la misa fundacional en el club del pueblo y se eligió formalmente a la Virgen Niña como patrona, por unanimidad. El obispo había traído personalmente la imagen desde Buenos Aires, y con una carroza preparada por la comunidad —tirada por un rastrojero de carrera y acompañada por más de mil personas— fue trasladada al pueblo. Desde el aire, don Miguel Solaberrieta lanzaba pétalos de rosas desde un avión. Fue una jornada inolvidable.

La piedra fundamental se colocó ese mismo año y durante los siguientes siete años, los vecinos trabajaron incansablemente para levantar la capilla. Durante ese tiempo, la imagen de la Virgen se albergó en un salón prestado por la familia Perriello, donde se celebraron comuniones, matrimonios y hasta confirmaciones. Incluso una anécdota cuenta que la Virgen “lloraba” por el calor del sol, lo que hizo que la comunidad se movilizara aún más para culminar la obra.

Finalmente, el 8 de septiembre de 1965, se inauguró la Capilla Virgen Niña, con su imponente estructura y detalles cuidadosamente pensados por todos los que aportaron tiempo, dinero y trabajo físico. “El padre Egozcue fue el primer sacerdote que nos enviaron. Lo traíamos en auto, que nos lo pagaba una vecina, Carmen Solaberrieta”, rememora Nancy.

La construcción de la capilla no solo dio origen a un templo, sino que ordenó el crecimiento urbano del pueblo. La zona donde se edificó, donada por la familia Cascallar, estaba descuidada, y gracias al trazado de la iglesia y la plaza, La Niña comenzó a urbanizarse y organizarse mejor.

Por la capilla pasaron curas como el padre Pérez, el padre Rose, el padre Quintero y muchos más que dejaron huella en la comunidad. La labor de las Hermanas del Colegio del Santísimo Sacramento y figuras como Doña Tina Bollero, que impulsaron las primeras iniciativas incluso antes del proyecto formal, también son recordadas con afecto.

Hoy, a 67 años del inicio de este camino, la capilla y la comunidad celebran con emoción. “La iglesia no fue solo un edificio, fue el alma del pueblo durante décadas”, dice Nancy. Y recuerda con cierta tristeza que muchas veces, en las nuevas miradas sobre La Niña, se destaca el club, las lagunas, la vida rural… pero se olvida el valor espiritual y comunitario que la capilla sigue representando.

“Dios es el mismo para todos”, reflexiona Nancy, abierta a la diversidad religiosa actual, pero con la firme convicción de que lo construido con amor y esfuerzo merece ser honrado y recordado. En su voz, todavía vibran los ecos de aquella procesión, las manos callosas de los albañiles, y la emoción de todo un pueblo que encontró en la Virgen Niña su identidad y su guía.

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