Con 14 años y estudiante del Secundario en el Colegio Jesús Sacramentado, Milagros Cristóbal, se presentó en un concurso literario, organizado por la Biblioteca José Ingenieros en pandemia. Fue el trabajo ganador, escribiendo sobre quienes estuvieron en Malvinas.
Es que crece al lado de un papá-héroe y veterano de la Guerra de Malvinas.
Esas vivencias en familia, las plasmó en ‘Con La Carta De Un Soldado’
Ese mensaje es extensivo a los ex-combatientes. Textualmente dice.
Abrir, bajar, entrar y ver como frente al viento se va lo que era grande al lado mío, muy pequeño sobre el cielo. De nuevo, entrar, ver el suelo frio, el clima distinto. Ya, igual, no había marcha atrás. Alrededor, estaban muchos sentados, otros escribiendo y otros, me atrevía a decir, soñando. Es acaso, que llegué y toda la comida que tenía ya no estaba; solo me quedaba algo de lo que traje, que presentía que no lo iba a tener más.
Desde allí, el aire empezó a soplar distinto. Todos estaban en hileras, y yo no sabia a donde ir. La noche, empezaba a ser mas noche, y muchos estaban alertas, al acecho. Yo apenas, los seguía con lo que llevaba encima, con la inexperiencia de estar ahí. Un compañero, que era al que yo seguía, me dirigió la palabra, y me alertó que esto era serio, que no era estar en casa, que ya no iba a ser nada igual. Es entonces, que la tensión recorrió todo mi cuerpo, como anticipándome que ya no iba a ser quien era, que empezaba a ser distinto.
Luego de ahí, el silencio colmó el lugar, como si hubiera otros visitantes, como si pasara algo más. Todos, de los que mi corta vista daba, estaban preparados, como si ya supieran lo que les esperaba. Entonces, el silencio dio la orden, y luego, se escucho una voz que gritó repentinamente a lo lejos: ¡Fire!… Y comenzó, comenzó por lo que estaban muchos, comenzó a verse mi destino.
Ruidos, estruendos, voces y gritos habían roto el equilibrio que había impuesto el silencio. Comprendí, en aquel instante, mi misión allí, entonces, corrí al frente, bajo las órdenes que se exclamaban entre los demás gritos y me atreví a dar lucha, aun, sin haberlo pensado. Cara a cara, con quien entendí que era mi enemigo, y seguido con una explosión que retumbo hasta lo mas profundo de mí, que de la bruma luz que surgía, sentí el empujón hacia el costado, y mi cuerpo junto a la tierra. Me levanté, y por un instante, vi que mi compañero había caído, había quedado herido, él me había salvado. Rápidamente, lo agarré con las fuerzas que me podían sobrar, y corriendo lo llevé, apartado de toda la situación. No alcance a darle las gracias, porque no pude, porque estaba mal herido, porque penosamente había muerto adelante mío.
La imagen de él me quedo marcada. Sentía como si una parte de mi hubiera tenido suerte, pero la otra ya no. A partir de entonces, ya no podía ser igual, era inevitablemente no ser igual. Tenía que dejar de lado todo aquello sentimental, porque me llevaría el miedo por delante, porque capaz, no existiría más.
Seguido de ello, en grupos divididos nos repartieron hacia diferentes lugares de la zona. Era de día, pero el día, parecía la noche. Algunos se quedaban a escuchar la radio, pero yo, prefería mirar al cielo, ver la naturaleza, quita e intacta, con su esperanza que podía dejar. Sin embargo, dentro de toda la serenidad, se escuchó un disparo… no sabíamos si era propio o del enemigo, pero ante la pronta incertidumbre, contestamos el fuego. Temíamos ver, lo que pensábamos ver, pero así fue; un ataque sorpresa.
Fuimos todos hacia el frente, como buscando el final de cada uno, pero nadie lo pensaba. De entre la multitud, y frente a frente con mí destino, recibí un disparo, y caí a la tierra, la única que me sostenía. Sangraba, y tras ello, no me podía mover. Mis compañeros de entre tantos ruidos, alcanzaron a avisarme, y decirme que iban a volver, que no me dejarían solo… pero nada más se oyó. Cerraba los ojos, quería levantarme, quería salir de lo que me rodeaba; pero no tenia fuerzas. Estaba exhausto, cansado, me atrevía a pensar, que tenía miedo. Apretaba las manos con mis pocas fuerzas, resistía y le pedía al cielo que me ayudara, pero ya no había escape. Cuando se me cerraron los ojos, cuando sentí que no estaba más, escuché murmullos… eran mis compañeros, habían regresado con lo poco que les quedo, me estaban salvando la vida. Seguido, y con la esperanza renacida, me llevaron, a trote como podían, y me dejaron en la carpa, me ataron la herida con lo que tenían y me dejaron reposar, como si el tiempo allí, me estuviese curando.
Sin embargo, al grupo, nos movieron a otro lugar, pero ya estaba acostumbrado a estos traslados. Aunque no soportara la herida, aunque ya quisiera rendirme, seguí el rumbo. Era mi única oportunidad de escribir, de resguardar la esperanza, y que el papel la lleve consigo. Entonces, con lo que tenía, empecé a escribir lo que pensaba, y de entre tantas frases, anote: “Si me muero, si no aguanto más estar aquí, no se alarmen, que no me voy de la historia, sino que comienzo a entrar en ella y a construir mi memoria. No me olviden y cuiden bien del miedo, porque será la fuerza para poder abatirlo… Me tengo que ir, nos veremos pronto”.
Entregue el papel doblado, esperando que llegue, que este en destino; pero nada más podía hacer. Seguí a donde nos llevaba el atardecer. Seguí con mi equipaje y con el coraje de estar allí, pero me retumbaba en la cabeza, la falta de comida, y en los pies, el frio que rondaba, como liebre en toda la tierra.
Llego el momento, era hora de dar los que muchos ya no tenían, era hora de intentar que el miedo no nos carcomiera a cada uno, sino que la valentía lo superara. Cuando todos, estábamos en posiciones renovadas, se escucho la imponente orden, se escucho el principio de lo que podría ser el final… Tiros, disparos, brumas de luces, tensión y muchas cosas se vivían en apenas segundos. Matábamos para sobrevivir, y sobrevivíamos para poder salir de allí. De repente, y con el arma en mano, empezaron desde el cielo, a venir en tandas, aviones que pasaban al ras de tu cabeza, y que, a su vez, largaban misiles que colisionaban en la tierra; era el enemigo. Corrí para escapar y esconderme de los impactos, pero a lo lejos vi que un compañero estaba tirado, dude en ir a buscarlo, pero mi conciencia me empujo y de entre neblinas, fuego y gritos, y de entre todo lo que me rodeaba, llegue a él. Estaba mal, no daba más, no quise que le pase lo mismo que a otros, entonces lo deje en mi refugio y cuando volví, cansado, pero vivo, me cayo una bomba al lado mío, exploto frente a mí, la ví. Quede junto al suelo por tercera vez… Me dolía la pierna, sangraba y mi ropa estaba toda sucia. Ya no me importaba, pero entendí, que estar allí, en aquel lugar, no era cualquier cosa. Entendí, que cuando llegué, al principio, los que estaban sentados no solo estaban sentados, que los que estaban escribiendo, no solo escribían. Comprendí que este era mi destino, que debía permanecer aquí. Al final, no era el mismo de antes, y gracias a ello, pude conocer que es el miedo, el tiempo, el frio. Lo único que vi, de entre mi nublosa vista, fue una bufanda que caía del cielo, cayo al lado mío, y sentí que era mi abrigo, mi cobija en esos últimos segundos. Mi labor estaba echo. Ya mi trabajo había quedado terminado…
– ¡¡¡No, No!!! Exclame con tantas fuerzas. Había abierto los ojos paulatinamente. Sentía como los rayos de sol daban en mi frazada, y la ventana reflejaba la mañana. Mire alrededor, y estaba todo igual. Mis autitos, mi poster de “E.T” y de “Hijitus”, estaban mis zapatillas, mi mesita de luz. No se había movido nada. Sin embargo, escuche que mi mama había llegado con mi abuela, y me apure en bajar, aunque me sentía un poco raro. Oí que había llegado una carta del sur, y me senté a escuchar. De entre tantas cosas que relataba la abuela con voz quebradiza, dijo algo muy especial:
– “(…) Quédense tranquilos, pero si me muero, si no aguanto más estar aquí, no se alarmen, que no me voy de la historia, sino que comienzo a entrar en ella y a construir mi memoria. No me olviden y cuiden bien del miedo, porque será la fuerza para poder abatirlo (…)”
En aquel instante quede paralizado, como si mi cuerpo no se pudiera mover, como si no pudiera hablar. Se me largaron unas lagrimitas, porque sentía como si la imaginación hubiese pasado los límites, como si en realidad, el tiempo se hubiese llevado a mi papá.

En YouTube en el canal Cadena Nueve está el menaje en su totalidad en el Acto de Malvinas-