
Una historia de espejos, confusiones, pérdidas y reflejos emocionales entre dos primos que comparten algo más que un nombre. Gustavo Tinetti es uno. Y también dos. A veces la vida no escribe ficciones: las hereda.
Hay árboles genealógicos que se ramifican con lógica.
Y otros que ensayan repeticiones. Como si la sangre jugara a copiarse.
Así pasa con los Tinetti.
Dos primos, apenas 93 días de diferencia.
Uno nacido en Buenos Aires, el otro en Facundo Quiroga, ese rincón del partido de Nueve de Julio donde el tiempo todavía parece escucharse.
Los une un nombre: Gustavo Tinetti.
Y los separa, a veces, todo lo demás.
Pero la vida, que no sabe de separaciones, los volvió a enredar una y otra vez.
El periodista y la voz del interior
El Gustavo de Facundo Quiroga creció entre libros, radios, televisión y silencios de campo. Estudió Derecho, sí. Pero eligió otra pasión: contar lo que pasa.
Fundó Cadena Nueve, que no es sólo un medio. Es el medio. La voz más escuchada de Nueve de Julio y toda la región. Un multimedio que combina radio, web, streaming y televisión, y donde las noticias no solo se informan: se entienden.
Él es periodista de alma, narrador de vocación, abogado de formación. Su palabra tiene algo de linaje, y su tono, ese equilibrio entre precisión y calidez que no se aprende, se trae.
Vivió y estudió en La Plata, Buenos Aires, Nueva York y Pamplona. Cada ciudad fue dejando marcas como si fuesen subrayados en una libreta de reportero.
Tiene dos hijas. Mariana, actriz en Televisa, cantante y compositora de sus temas, viviendo en México. Carolina, Administradora de Empresas, en Barcelona. A veces, dice que el mapa familiar está hecho de acentos extranjeros y llamadas por videollamada.
El fotógrafo y la mirada que no habla
El otro Gustavo, nacido en Buenos Aires, habla poco. Pero ve mucho.
Fotógrafo desde siempre, encontró en la cámara un lenguaje donde el silencio dice más.
Vivió en Boston, donde nació Fermín, su hijo mayor. Cineasta. Brillante. Efímero. Su luz se apagó antes de tiempo, pero todavía proyecta sombra en el corazón de su padre.
El menor, Joaquín, estudió Ciencias Políticas en Miami, donde también echó raíces.
Y así, como sus primas, los hijos del fotógrafo también eligieron otros cielos.
Hoy administra un campo en Carlos Casares, cerca del límite con Bolívar. Se levanta con los animales del tambo y dice que aprendió de ellos la virtud de la espera.
“Una buena foto —sostiene— es como un buen caballo: se deja tomar, pero no se apura”.
Anécdotas de un solo nombre
Y entonces, los errores empezaron a ser historia. Mientras uno salía en la tele contando noticias, el otro reflejaba en imágenes realidades de afectos.
Una muestra fotográfica en el Centro Cultural de Buenos Aires recibió elogios de Juan Alberto Badía. Al periodista, claro, que no entendía nada. Agradeció, por reflejo. Dijo “gracias”, sin saber que eran fotos de su primo.
En un avión, el músico Lito Nebbia escuchó “Gustavo Tinetti” y no dudó:
—¡Te veo cambiado! Me encantaron las fotos de la gira.
Otra vez el periodista, confundido con el fotógrafo.
—Soy el otro, respondió, entre risas y resignación.
Se hicieron tiempo para escribir. Ambos con creatividad. Uno, ‘El Paisaje Interior, Un viaje fotográfico’ . El otro, ‘Lo Mejor de Dios, Ellas’, que firmó con su apodo de la infancia, Mito, para distinguirlo de dos trabajos de investigación, ‘Delitos en la prensa‘ y ‘La noticia en imagen’.
El mundo según los errores
No fueron solo celebridades. Fueron los sistemas.
A Gustavo periodista, viudo, criando a su hija bebé, le llegó un resultado de embarazo de su mujer. El diagnóstico era de Paula, la mamá de Joaquín, hijo del otro Gustavo.
Al fotógrafo, lo llamaron a las seis de la mañana para recordarle una audiencia en Tribunales a primera hora para que no se olvide de llevar una escritura, confundido con su primo abogado.
Estaban juntos en la guía telefónica. Era cuestión de azar.
La más insólita: un diagnóstico médico terminal, cruzado por error.
Por días, uno creyó estar gravemente enfermo. El otro no sabía.
Hasta que la verdad se acomodó, como suele hacer después del espanto.
Hubo multas de campo para quien no tiene campo. Y análisis clínicos de una hija que no era suya.
Y todo, una y otra vez, deshecho por la paciencia… y por la risa.
—Somos una comedia de enredos sin libreto —dicen.
Y, quizás, una metáfora de cómo dos vidas pueden entrelazarse sin anularse.
Las pérdidas gemelas
La vida no se quedó en las anécdotas. También duplicó los duelos.
El Gustavo fotógrafo perdió a su padre, su madre y su hijo… todos en marzo, con apenas días de diferencia, en distintos años.
El otro Gustavo, el periodista, perdió también a su padre, a su madre y a su esposa… pero en octubre, el mismo mes en que nació su hija mayor, Mariana.
Dolores paralelos. Fechas que se clavan en la memoria como aguijones sin remedio.
Como si hasta el dolor hubiese decidido hermanarlos.
El amor cruzado
Una actriz, reconocida hoy por todos, le confesó a uno de los Gustavo un amor antiguo, juvenil, de esos que no hacen ruido pero dejan marca.
El problema: no era el destinatario correcto. Se había confundido de primo.
El otro, el real receptor del suspiro, todavía sonríe con cierta picardía.
Y el que no fue, cada tanto recuerda:
—Sí, pero yo no disfruté del momento del encuentro…
Y todos ríen.
Gustavo Tinetti es uno. Y también dos, y más.
Uno vive con la voz encendida de las noticias. El otro, con la luz precisa de cada imagen.
Uno está frente al micrófono. El otro, detrás del lente.
Uno perdió una compañera. El otro, un hijo.
Uno es de Boca. El otro, de Racing.
Ambos, sin proponérselo, encontraron en sus oficios una manera de sanar.
Y hay más. Hay otros dos Gustavo Tinetti: uno en La Plata, otro en Río de Janeiro.
Más jóvenes. Más lejanos. Pero parte del mismo árbol.
De un origen en común: Biasca, un pequeño pueblo del sur suizo que parece tan remoto como simbólico.
Quizás por eso, sus historias no se cierran. Se ramifican.
Cuando alguien pregunta:
—¿Vos no sos Gustavo Tinetti…?
La respuesta, después de tantos años, no es un sí ni un no.
Es un relato, una aclaración.
Porque al final, la historia de los Gustavo Tinetti no es el relato de un error.
Es la de un eco.
De esos que no se apagan, se cuenta y se confunden, siempre con amor.
