El general José de San Martín, figura clave de la emancipación sudamericana, falleció el 17 de agosto de 1850 a los 72 años en Boulogne-sur-Mer, una ciudad costera al norte de Francia. Había llegado allí junto a su hija Mercedes, su yerno Mariano Balcarce y sus nietas tras abandonar París, perturbado por la Revolución de 1848. Enfermo de gota, reuma, asma, tuberculosis, úlcera gástrica crónica y casi ciego, vivió sus últimos días en una modesta casa de la Grande Rue, hoy convertida en museo.
Pese a sus múltiples dolencias, conservó la lucidez hasta el final. La lectura, su gran pasión, lo acompañó incluso cuando la vista le falló: su hija y su entorno más íntimo le leían en voz alta. También dictaba cartas, aunque su habitual actividad epistolar mermó por sus problemas de salud. Fue operado de cataratas sin éxito, pero jamás perdió su interés por los libros en castellano, francés e inglés.
Apenas dos semanas antes de su muerte, viajó a las termas de Enghien-les-Bains en busca de alivio, pero volvió desmejorado. El 16 de agosto experimentó una fugaz mejoría. Al día siguiente, su estado empeoró repentinamente. Murió sin agonía en su habitación, pidiendo no ser visto por su hija en ese instante final.
Velado en su hogar, fue enterrado en la catedral de Notre-Dame de Boulogne, donde descansó casi 30 años hasta que sus restos fueron repatriados el 28 de mayo de 1880. Desde entonces reposan en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires.
San Martín vivió solo 17 años en suelo argentino. Ni su hija ni sus nietas regresaron a América. La última de sus descendientes directas, Josefa Dominga Balcarce y San Martín, murió en 1924. Así terminó la línea de sangre de quien, aún lejos de su patria, murió con el mismo temple con que había forjado la libertad de tres naciones.
Fuente:DIB-Gabriel Esteban González




