El 17 de agosto de 1850, en Boulogne Sur Mer, Francia, moría José de San Martín, una de las figuras más trascendentales de la historia argentina y del continente americano. A 175 años de su fallecimiento, su vida y su legado siguen siendo motivo de reflexión y homenaje.
San Martín no solo fue el estratega brillante del Cruce de los Andes, el libertador de tres naciones (Argentina, Chile y Perú) y el artífice de campañas militares audaces; fue también un firme defensor de los valores republicanos, la transparencia en la función pública y la unidad entre los pueblos de América del Sur. Su visión fue continental, su ética fue ejemplar, y su lucha estuvo siempre guiada por el ideal de libertad y fraternidad entre naciones.
De Yapeyú a la historia grande del continente
Nacido en Yapeyú en 1778, San Martín pasó gran parte de su juventud en España, donde combatió contra las tropas napoleónicas. A los 33 años, en un gesto que cambiaría el destino del continente, renunció a su carrera militar en Europa para unirse a la incipiente causa revolucionaria en el Río de la Plata.
Su retorno fue una apuesta política y militar por la libertad de América, en un momento donde nada garantizaba el éxito de las luchas emancipadoras. En 1812 organizó el Regimiento de Granaderos a Caballo y obtuvo su primera victoria en la Batalla de San Lorenzo. Luego llegaría su tarea como gobernador de Cuyo y la preparación del legendario Ejército de los Andes.
El cruce que cambió la historia
La campaña de los Andes, iniciada en 1817, fue una proeza logística y estratégica sin precedentes. San Martín comprendió que la independencia argentina no estaría asegurada mientras los realistas controlaran Lima, el núcleo del poder colonial español. Con ese objetivo, liberó Chile tras las batallas de Chacabuco y Maipú, y finalmente proclamó la independencia del Perú en 1821.
Pero su gesta no fue solo militar: renunció a honores, evitó guerras fratricidas y priorizó siempre el bienestar general sobre sus intereses personales. Su retiro tras el encuentro con Simón Bolívar en Guayaquil (1822) demuestra una vez más su desprendimiento y su compromiso con la unidad americana.
Un legado que trasciende fronteras
A lo largo de su vida, San Martín demostró una ética política y personal inquebrantable: rechazó el poder cuando se lo ofrecieron, denunció la corrupción y defendió la justicia social. En sus cartas y proclamas, dejó claras sus ideas sobre la función pública: “Serás lo que debas ser, o no serás nada”.
Hoy su memoria se encuentra viva en monumentos, plazas y calles de todo el mundo. Desde Buenos Aires hasta Lima, desde Guayaquil hasta Madrid, y desde Nueva York hasta Boulogne Sur Mer, donde descansa, San Martín es recordado no solo como un libertador, sino como un símbolo de unidad continental, progreso y honestidad.
Un llamado vigente
A 175 años de su muerte, su figura interpela a las generaciones presentes: ¿Qué significa hoy luchar por la unidad y el bien común? ¿Cómo traducir sus ideales de libertad y transparencia en nuestras democracias actuales?
Recordarlo no es solo rendir homenaje: es recuperar su ejemplo y convertirlo en guía para construir un país —y un continente— más justo, unido y libre.