En La Plata, el Centro de Escritores, llamó a concurso literario con carácter internacional impulsando ‘las lenguas de América’.
Entre los más de 400 trabajos que se presentaron en el género cuento hubo un de una nuevejuliense, Leila Rossi, que movilizo al jurado a considerarlo. Se presentó con el seudónimo Llagía.
La convecina presentó ‘La santa Misa’ y obtuvo el premio mayor.
La joven estudia ‘Guía de Turismo’.
Santa Misa
Te seguí durantes horas por caminos boscosos, lugares recónditos donde la luna no alcanzaba a brillar. Me decías que era hora de la liberación; de envolverme en la oscuridad y despojarme de toda parte humana. También me contabas que vos te habías dejado ir hace un siglo, y que la vida después de la muerte era la tortura más dulce que habías sentido.
— Es el momento de destruirlo todo. — dijiste.
Y entendí que me estabas guiando hasta mi propio sepulcro.
Señor, haga de mi muerte un martirio. Señor, aniquíleme.
Nos desnudamos en la puerta de una iglesia en ruinas, y cuando entramos a través de los escombros nuestros pies se tiñeron de rojo y comenzamos a arder.
Me arrodillé para adorarte frente a tu altar manchado de sangre. Vos me mirabas desde arriba, y en tus ojos sádicos podía ver la sombra del Diablo mientras escurrías mis venas para ofrendar a tu Anticristo.
Señor, sane mis pecados. Señor, calme este violento deseo que habita en mí.
Absorbí de tu pulgar el sabor metálico y escupiste agua sagrada sobre mi vientre. Recé sin esperanzas a tu cruz invertida, rogando una cura para esta mente enferma que solo conoce la miseria, la apatía y la venganza, porque fue condenada desde el primer pensamiento a vivir un eterno Sacrificio Santo.
Sentí en ese instante, que aunque estábamos condenados a una insoportable soledad, ellos nunca me dejarían sola. El ser humano abandona, los demonios se quedan ocultos en tu espíritu tirando de los hilos de la desgracia, haciéndote rogar por más dolor.
Señor, cláveme un crucifijo en el pecho. Señor, clame piedad ante mí.
Canté las canciones más tristes y grité las verdades más agrias. ¿Lo excita mi tormento, Padre?. ¿Se enojaría si acaricio a sus mujeres por debajo de las túnicas?. ¿Quiere cogerme apuntándome con una navaja?. ¿Le gusto aún más cuando soy despiadada?. ¿Cuando absorbo las almas de los nobles y de los puros, y las vomito volviéndolas depresivas y desquiciadas?.
Señor, alabe mi ser como la Diosa que consagró.
Lloraste de emoción al verme destrozada, y volviste a mentirme diciendo que me amabas. El amor es un sentimiento que vuelve débiles a los ordinarios, los monstruos solo podemos sentir obsesión.
— Mostrame que tan en lo profundo estás. — te dije — Mostrame que podés arruinarme la vida y la muerte.
Y lo hiciste. Quemaste la iglesia con todos nuestros Santos adentro. Corrimos por el incendio hasta llegar a los montes, sintiendo por primera vez la libertad que se mueve entre las cadenas.
Bailamos la melodía del viento y creímos en la posibilidad de no pertenecer, de nunca haber pertenecido. Pero el culto terminó y los gritos de las ánimas devoraron nuestro espíritu. Creaste un infierno que no sabías controlar, y el fuego nos terminó alcanzando.
Qué orgullo leila!