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Monseñor Ariel Torrado Mosconi: ‘Dios habita en el corazón herido, en la fragilidad humana y en la realidad de los más necesitados’

El Obispo de Nueve de Julio lo expresó en la Misa de Navidad ante una Catedral colmada de feligreses agregando que Dios está presente en cada familia

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En una Catedral colmada de feligreses, el obispo de Nueve de Julio, Monseñor Ariel Torrado Mosconi, presidió en la noche de Navidad la tradicional Misa del Nacimiento del Señor, invitando a la comunidad a profundizar el sentido auténtico de la celebración cristiana, aun en medio de las dificultades personales y sociales.

Desde el inicio de la liturgia, el clima fue de recogimiento y esperanza. En su homilía, el obispo destacó que la Navidad no es una expresión superficial de alegría, sino un misterio que invita a descubrir una felicidad profunda y verdadera, incluso cuando la vida está atravesada por el dolor, la enfermedad, la pérdida o los conflictos familiares.

“Nadie puede decir que esta felicidad no es para mí, porque lo que celebramos es que el Verbo se hizo carne y vino a habitar nuestra propia realidad”, afirmó Monseñor Torrado Mosconi.

El obispo puso el acento en el mensaje central del Evangelio de San Juan proclamado durante la celebración: Dios no se manifiesta desde lo lejano o lo ideal, sino que entra en la fragilidad humana, en la pobreza, en las luchas y en las debilidades concretas de cada persona.

En ese sentido, remarcó que la fe cristiana no propone una espiritualidad desligada de la vida cotidiana, sino una presencia viva de Dios en la carne del hermano, especialmente en los más pequeños y necesitados.

“Dios está en nuestra familia, está habitando entre nosotros y se hace presente en la carne de los pobres, de los que sufren, de los que atraviesan momentos difíciles”, señaló.

Monseñor Torrado Mosconi invitó a los fieles a reconocer a Cristo hoy, del mismo modo en que lo hicieron María, José y los pastores en la noche de Belén: con un corazón abierto y atento a la realidad concreta.

La celebración concluyó con un llamado a ser misioneros de la alegría de la salvación, llevando la esperanza de la Navidad a la vida diaria, transformando el dolor y la pobreza en lugares donde Dios pueda nacer nuevamente.

En el final de la Misa de Navidad el Obispo infitó a los numerosos fieles, a participar del Pesebre Viviente que a continuación se hací en la puerta de la Iglesia.

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