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Mariano Moreno: “El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien; él debe aspirar a que nunca puedan obrar mal”

A 247 aniversario de su nacimiento, recordamos a una figura central de la Revolución de Mayo, cuya vida breve pero intensa marcó el rumbo de la independencia con ideas audaces, acción política concreta y una pasión inquebrantable por la libertad cuyo legado esta vigente al impulsar 'funcionarios honestos y un pueblo vigilante'

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El 23 de septiembre de 1778 nacía en Buenos Aires Mariano Moreno, uno de los más fervientes impulsores del proceso revolucionario de 1810. Su paso por la historia argentina fue tan breve como decisivo. Jurista brillante, periodista comprometido y político de ideas firmes, Moreno representó la vertiente más radical de la Revolución de Mayo: la que no temía romper con todo para construir una república soberana y moderna.

Desde joven, Moreno se formó en el pensamiento ilustrado y en las ideas más avanzadas de su tiempo. En Chuquisaca, su acceso a bibliotecas y círculos intelectuales le permitió conocer a fondo a Rousseau, Solórzano y Villaba, cuyas obras influyeron profundamente en su visión social, política y jurídica. Conmovido por la explotación de los pueblos originarios en Potosí, escribió su Disertación jurídica sobre el servicio personal de los indios, en la que denunció con claridad la brutalidad colonial.

A su regreso a Buenos Aires en 1805, Moreno ejerció la abogacía y se acercó a los sectores criollos más reformistas. Su Representación de los hacendados (1809) fue una defensa apasionada del libre comercio y una crítica punzante al monopolio español, lo que lo posicionó como una voz influyente en el clima pre-revolucionario.

Su verdadero protagonismo comenzaría el 25 de mayo de 1810, cuando fue designado Secretario de Gobierno y Guerra de la Primera Junta. Desde ese cargo, promovió medidas decisivas: libertad de prensa, creación de la Biblioteca Pública, fomento del comercio, integración de indígenas y criollos en el Ejército, y el lanzamiento de La Gaceta de Buenos Aires, órgano clave para difundir los ideales revolucionarios.

Sin embargo, sus posiciones firmes generaron resistencias dentro de la Junta, especialmente con Cornelio Saavedra. Moreno consideraba que la revolución debía avanzar sin concesiones a los sectores conservadores del interior ni a las estructuras coloniales. Su radicalidad quedó plasmada en el Plan de Operaciones, documento estratégico en el que proponía la independencia total del dominio español, incluso recurriendo a métodos drásticos si fuera necesario.

Su célebre frase —“El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien; él debe aspirar a que nunca puedan obrar mal”— resumía su idea de una ciudadanía activa y vigilante, y de una política al servicio del pueblo y no de los intereses de las elites.

Enfrentado con el ala moderada del gobierno, Moreno fue apartado en diciembre de 1810 y enviado en una misión diplomática a Europa. Nunca llegó a destino. Murió en alta mar el 4 de marzo de 1811, en circunstancias que aún hoy generan sospechas. Fue enterrado en el océano, envuelto en una bandera inglesa. Tenía apenas 32 años.

Su esposa, María Guadalupe Cuenca, recibiría solo un abanico negro, un velo de luto y unos guantes. Durante meses, sin saber su destino, le escribió cartas que nunca fueron respondidas.

Mariano Moreno fue el fuego de una revolución que no aceptaba medias tintas. Como dijo Saavedra al conocer su muerte: “Hacía falta tanta agua para apagar tanto fuego”. A más de dos siglos, su legado sigue ardiendo en la memoria de un país que todavía busca saldar las deudas de su revolución inconclusa.

El Plan de Operaciones es un documento que plantea una serie de estrategias políticas, económicas y sociales que debía seguir el Gobierno Provisional luego de la Revolución de Mayo de 1810 en Argentina. Aunque su autoría es discutida, el contenido atribuido al pensamiento de Mariano Moreno refleja un programa revolucionario enfocado en consolidar la independencia y fortalecer el nuevo Estado.

Contenido central del Plan:

  1. Concentración del poder político:
    Se proponía un gobierno fuerte y centralizado para enfrentar a los enemigos internos y externos de la revolución, evitando divisiones que pudieran debilitar el proceso independentista.

  2. Control de los opositores:
    Se recomendaban acciones enérgicas contra los sectores contrarrevolucionarios, incluyendo la vigilancia, la censura, la confiscación de bienes e incluso medidas extremas como la eliminación física de enemigos considerados peligrosos para la causa.

  3. Proteccionismo económico:
    El plan planteaba políticas para proteger la producción nacional frente a la competencia extranjera, fomentando una economía autónoma, con apoyo estatal a la industria local y restricciones al comercio exterior que beneficiara a potencias coloniales.

  4. Difusión ideológica y propaganda:
    Se impulsaba el uso de la prensa y otros medios para difundir ideas revolucionarias y asegurar el apoyo popular, consolidando una conciencia nacional favorable a la emancipación.

  5. Educación y formación cívica:
    El plan promovía la educación como herramienta clave para formar ciudadanos comprometidos con el nuevo orden, alentando la creación de escuelas y bibliotecas públicas.

  6. Relaciones exteriores estratégicas:
    Se aconsejaba establecer alianzas internacionales con países enemigos de España, especialmente Gran Bretaña, para asegurar apoyo político y militar a la revolución.

Más allá de su discutida autoría, el Plan de Operaciones representa una visión radical y decidida de cómo debía actuar un gobierno revolucionario frente a la amenaza del retorno colonial. Ofrece un retrato de las tensiones y desafíos de los primeros pasos hacia la independencia argentina.

Vigilar el poder, honrar la función: el legado moral de Mariano Moreno

En tiempos donde el poder muchas veces olvida su deber de servicio, las palabras de Mariano Moreno resuenan con una fuerza que atraviesa siglos. Intelectual revolucionario, jurista lúcido y político íntegro, Moreno entendía que la libertad no es un regalo, sino una conquista diaria, y que la vigilancia del pueblo es tan esencial como la honestidad de quienes gobiernan.

“Que el ciudadano obedezca respetuosamente a los magistrados, que el magistrado obedezca ciegamente a las leyes.”
La Gazeta de Buenos Aires, 6 de noviembre de 1811

Para Moreno, la ley estaba por encima de cualquier figura o poder personal. Los funcionarios debían ser ejemplo de probidad, y el pueblo, un fiscal atento y comprometido con su destino.

“Si el gobierno huye del trabajo; si sigue las huellas de sus predecesores, conservando la alianza con la corrupción y el desorden, hará traición a las justas esperanzas del pueblo y llegará a ser indigno de los altos destinos que se han encomendado en sus manos.”

Esta frase, escrita hace más de dos siglos, parece dirigida a nuestros días. La función pública, en su visión, no era una posición de privilegio, sino una responsabilidad moral con la historia.

Pero su compromiso no se limitó a la crítica. Él mismo eligió asumir riesgos personales en defensa de un ideal mayor:

“Habiéndome hecho cargo de todo, resolví entregarme a la marea de los acontecimientos (…), pues huir cuando se va a dar la batalla, no sólo es cobardía sino aún traición (…), la recompensa, creo, quedaría cifrada en la gloria de haberlos emprendido.”

Moreno no pensaba en cargos, sino en causas. No buscaba favores, sino transformaciones. Su lucha no fue solo política, sino también cultural: educar al pueblo, formar ciudadanos críticos, combatir la ignorancia y el autoritarismo.

“Excitar y dirigir el espíritu público, educar al pueblo, destruir o contener a sus enemigos y dar nueva vida a las provincias.”

Por eso defendía con vehemencia el derecho del pueblo a cuestionar, controlar y exigir:

“El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien; él debe aspirar a que nunca puedan obrar mal.”

Moreno entendía que la libertad sin control degenera, y el poder sin límites corrompe. Hoy, en un contexto donde la ética pública sigue siendo una deuda, su ejemplo se convierte en una brújula moral imprescindible.

En su corta vida, encarnó el ideal del revolucionario íntegro: el que piensa, actúa y arriesga por lo que cree. En sus propias palabras:

“Desde el descubrimiento empezó la malicia a perseguir unos hombres que no tuvieron otro delito que haber nacido en unas tierras que la naturaleza enriqueció con opulencia…”

Recordar a Mariano Moreno no es solo un acto de memoria histórica. Es, también, una invitación urgente a la responsabilidad ciudadana, a la ética en el ejercicio del poder y al compromiso con una república justa, libre y vigilante.

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