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Políticamente correcto

Escribe para Cadena Nueve, jorge Suevus

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La “bala de plata” de la ignorancia es lo políticamente correcto. Disimula la torpeza, apacigua la energía de la fuerza creadora del conocimiento en nombre de la falacia de la democracia a cualquier precio.

El paradigma (globalismo) cuyo cenit fue el Consenso de Washington, utilizó la palabra “democracia” para encandilar, mientras destruía la Educación en todo el mundo en todos los niveles: convirtiéndola en un disimulado autoritarismo individual para obedecer el mandato de cada autorizado en cada puesto del Estado, sea el funcionario que sea. Preservando únicamente las elecciones ante las urnas en nombre de ella.

Fue común acusar a las policías de “gatillo fácil”, mientras se “disparaban” lapiceras de cualquier manera (puede recordarse cuando se habían cebado los docentes con la repitencia, y tuvieron que prohibírselas -dado que no estaban, no solo a la altura de examinar, sino tampoco de hacer algo con contenidos que no le servía ni a la sociedad ni a las democracias). Sin nombrar cómo pasaron a ser cortesanos los que participaban en política o en la administración pública y súbditos los empresarios y sus empleados.

Mientras, el país está herido en la línea de flotación, con daños críticos, donde el ministro de economía juega a la ruleta rusa con el cilindro de un revólver repleto de balas, que no van dirigidas a su cien, sino a la de cada empresa argentina, de cada capitalista, de cada trabajador argentino.

El problema fundamental es que, las elites empresariales, confiaron en la formación de los cuadros para dirigir los tres poderes del Estado, pero estos se ocuparon de replicar a cortesanos y nobles como si el nivel de vida de cada uno definiera al principio de autoridad en cada sector del Poder Ejecutivo, Judicial y Legislativo.

Lo único que importa en la democracia es el trabajo y la generación de conocimiento colaborativo que acumule trabajo en el capital, que a su vez genere trabajo. Porque el trabajo organiza alrededor del principio de autoridad.

Lamentablemente, se sobrevalora la estupidez de respetos absurdos a individualidades sin prestarle atención a la población: cuando el gerente de una empresa o algún empleado no funciona, se lo desplaza.

La Ley de Acefalía es constitucional y debería haberse aplicado; como no se hizo aún, debería aplicarse antes de que el país se fragmente definitivamente.

Como si no fuera poco, los políticos, el Congreso y la Corte, aún parecieran no haber notado que el país está en posición de zozobrar: a pesar de no haber músicos en la popa de cubierta y menos de la mitad de la embarcación en la superficie.

La estupidez de la ignorancia hace decir “debe terminar el mandato” porque mira hacia el pasado, cuando al virar la vista es fácil notar que es preferible modificar el rumbo, para que queden algunas empresas en pie (la mayor cantidad posible) antes de que sea demasiado tarde.

Cierto que estamos a tiempo, pero, no quedará tiempo para que cinco presidentes se prueben el traje de ese puesto, como pasó en 2001, dado que la crisis actual es de un orden de magnitud exagerado para los niveles de ignorancia de los que se harían cargo del país, en términos de interinato hasta las próximas elecciones presidenciales.

Por eso mi insistencia en que, al menos, esté preparada nuestra intendenta, para lo que sobrevendría. Y, si no ocurriera, al menos no habría habido posibilidades de deriva.

Además, el nacionalismo trazado en Alaska, puso sobre la mesa al Bien Común, para que sea central en la vida de cada nación y se están construyendo las instituciones pertinentes para que las democracias, comiencen, al fin y al cabo, a ser democráticas, por primera vez, en la historia de la humanidad.

 

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