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Milei en crisis: entre la confrontación y la necesidad de construir consensos

La primavera que gobierno y sociedad con sus instituciones necesita ante un presidente que 'no la ve' ya que un país no se conduce o guia con insultos, sino con consensos

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Cada 21 de septiembre la primavera nos recuerda que ningún invierno es eterno.

La naturaleza abre un ciclo nuevo: florecen los árboles, los días se alargan y la vida parece recuperar fuerza.

En política, también existen inviernos y primaveras.

Hoy, el presidente Javier Milei vive su propio invierno: aislado, confrontado con todos y perdiendo credibilidad en medio de una crisis que él mismo alimenta.

El Congreso le maneja la agenda, los gobernadores se le rebelan, sectores enteros —médicos, docentes, jubilados, personas con discapacidad y la lista de sectores de la vida diara es larga— lo sienten hostil, y hasta ciudades golpeadas como Bahía Blanca recibieron de él un mensaje cruel: “arréglense como puedan”. La escena se repite con insultos, gritos y descalificaciones que, lejos de mostrar fortaleza, exhiben soledad política.

Pero la primavera enseña que siempre hay margen para recomenzar.

El problema es que Milei parece aferrado a la lógica del invierno: la confrontación estéril, la política de la bronca, el desprecio por las instituciones. Gobernar en democracia exige lo contrario: diálogo, respeto, acuerdos mínimos. Ningún presidente puede transformar el país a los gritos ni reduciendo al adversario a un enemigo.

La sociedad argentina, cansada de crisis y promesas incumplidas, no reclama fuegos artificiales ni espectáculos mediáticos. Quiere que la inflación baje, que la economía se reactive, que el Estado responda cuando una catástrofe golpea a una ciudad o que obras esenciales con dineros disponibles se ccluyan. En otras palabras: quiere resultados concretos.

La primavera política de Milei dependerá de un gesto de madurez: dejar atrás el invierno del insulto y animarse a sembrar el terreno de consensos. Si lo hace, aún puede florecer algo nuevo. Si no, lo que vendrá será un invierno perpetuo, con un presidente encerrado en su propio griterío y un país sin rumbo.

La naturaleza ya cumplió su parte: la primavera llegó.

Ahora la pregunta es si el Presidente tendrá la sabiduría de hacerla florecer también en la vida política.

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