miércoles, mayo 7, 2025
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Francisco está entre nosotros: un legado de cercanía, misericordia y misión

En el marco de la 126ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina, los obispos difundieron un mensaje titulado "Francisco, padre y pastor de todos" y subtitulado "No volvió, pero vino", en el que reflexionan sobre el impacto del pontificado de Jorge Bergoglio en la Iglesia argentina y llaman a renovar el compromiso evangelizador

Los obispos argentinos reunidos en la 126ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), en Pilar, difundieron un sentido mensaje sobre el legado del papa Francisco, titulado “Francisco, padre y pastor de todos” y subtitulado “No volvió, pero vino”. En el texto, los prelados expresan su gratitud por el testimonio de Jorge Bergoglio, destacan su cercanía espiritual con el país y llaman a asumir con renovado fervor su herencia pastoral.

“Es imposible expresar en pocas líneas todo lo que aprendimos de él; estaremos siempre agradecidos por su testimonio de padre y pastor”, afirma el documento. Para los obispos, su legado es un llamado concreto a continuar su magisterio, animando a que la Iglesia en Argentina se convierta en “un hospital de campaña que recibe a los heridos de la vida”, abierta a todos sin distinción.

En un clima de reflexión fraterna, los obispos resaltaron que el papa Francisco los animó a vivir la fe desde la misericordia y el encuentro. “Él nos enseñó que el nombre de Dios es Misericordia; la experimentó en su propia vida, por eso siempre decía ser un pecador perdonado por Jesús”, recordaron. Asimismo, remarcaron su testimonio como faro de empatía y su llamado constante a cuidar a los más frágiles, especialmente en tiempos de crisis como la pandemia.

El mensaje también repasa las palabras dirigidas por el entonces nuevo Papa a los argentinos en 2013, con un pedido vigente: “Cuidémonos los unos a los otros… no se hagan daño, cuiden la vida, la familia, la naturaleza, a los niños y a los viejos… dialoguen”. En este mismo espíritu, los obispos destacan su impulso para forjar una “cultura del encuentro”, tendiendo puentes en una sociedad dividida.

“Muchos aún nos preguntamos por qué no vino a la Argentina”, reflexionan. Y agregan: “Quizás la respuesta la podemos encontrar en estos días en que todos lo sentimos tan cerca… este debe ser un fuerte impulso misionero a anunciar la alegría del Evangelio”.

En el mensaje, los obispos reconocen también sus propias falencias: “Pedimos perdón por las veces que no estuvimos a la altura del magisterio de Francisco. Caímos en discusiones estériles que enfriaban el ardor apostólico”.

Finalmente, encomendaron a María de Luján este tiempo de discernimiento para la Iglesia universal y expresaron su oración confiada por el próximo cónclave: “Pedimos a Dios lo reciba a Francisco en el Cielo, y esperamos al nuevo pastor universal que nos regale el Espíritu Santo”.

Texto del mensaje

Francisco, padre y pastor de todos
“No volvió, pero vino”

 

El Papa Francisco nos enseñó que como pastores hay que estar en medio del pueblo, quererlo y acompañarlo, y muchas veces seguir su sentido de la fe, su modo de amar. 

En estos días nos sentimos conmovidos y hasta empujados por el gran cariño y la inmensa gratitud de millones de mujeres y hombres de a pie por la vida de Francisco. 

Él nos enseñó que el nombre de Dios es Misericordia; la experimentó en su propia vida, por eso siempre decía ser un pecador perdonado por Jesús. Y nos recordaba a cada uno: Dios te abraza como sos, Él es un Padre bueno que sale a nuestro encuentro. 

Al mismo tiempo animó a toda la Iglesia y a la humanidad entera a recrearnos en los vínculos desde la misericordia, soñando con la fraternidad universal. 

Cómo no recordar las primeras palabras que nos dijo a todos los argentinos en la madrugada del 19 de marzo del 2013: “Cuidémonos los unos a los otros, cuídense entre ustedes, no se hagan daño, cuiden la vida, la familia, la naturaleza, a los niños y a los viejos? No le saquen el cuero a nadie, por el contrario, dialoguen, y que este deseo de cuidarse crezca en el corazón”.

Con sus gestos y palabras Francisco fue un faro de empatía en una sociedad individualista, un profeta de la dignidad humana en un mundo atravesado por la inequidad y las guerras. En el contexto de la pandemia que sufrimos como humanidad nos enseñó que nadie se salva solo, que nos necesitamos los unos a los otros y que, especialmente, debemos ocuparnos de los hermanos más frágiles y vulnerables. 

Es imposible expresar en pocas líneas todo lo que aprendimos de él; estaremos siempre agradecidos por su testimonio de padre y pastor. Su herencia nos compromete a concretar su magisterio, animando a nuestra Iglesia argentina a ser un hospital de campaña que recibe a los heridos de la vida, una iglesia “sin puertas”, abierta a todos, todos, todos. Y a forjar entre los argentinos la cultura del encuentro tendiendo puentes porque somos hermanos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz.

El Papa también nombró beatos y santos argentinos, con los cuales nos mostró lo mejor que tenemos como pueblo. Siguiendo sus huellas, y por su intercesión, como obispos pedimos perdón por las veces que no estuvimos a la altura del magisterio de Francisco. Caímos en discusiones estériles, que sólo nos paralizaban en la acción pastoral y enfriaban el ardor y la audacia apostólicas. 

Muchos aún nos preguntamos por qué no vino a la Argentina. Quizás la respuesta la podemos encontrar en estos días en que todos lo sentimos tan cerca, tan entre nosotros: su último viaje sentimos que fue a nuestro país, está aquí, y este debe ser un fuerte impulso misionero a anunciar la alegría del Evangelio y, unidos, esperar y acompañar al nuevo pastor universal que nos regale el Espíritu Santo en el próximo cónclave. 

Pedimos a Dios lo reciba a Francisco en el Cielo, y encomendamos a María de Luján este tiempo de la Iglesia.

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