jueves, agosto 28, 2025
17.2 C
Nueve de Julio
jueves, agosto 28, 2025
17.2 C
Nueve de Julio

Cuando el voto bien direccionado puede hablar más que las urnas

Una respuesta al arte de no decir nada: campañas, frustración ciudadana y una salida digna

- Advertisement -
- Advertisement -
- Advertisement -

Las campañas políticas se han convertido en una danza cada vez más precisa del vacío. Los candidatos —con sonrisa de catálogo y discurso ensayado— prometen un futuro mejor con una fórmula que ya ni siquiera trata de convencer: se trata simplemente de no decir nada comprometedor.

No hay ideas claras, ni proyectos concretos, y mucho menos fechas. Solo frases redondeadas como “vamos a trabajar por la gente”, “el cambio está en camino” o “juntos podemos lograrlo”.

En este arte de predecir sin arriesgar, de pintar escenarios sin planos ni obreros, se esconde una verdad incómoda: un sector de la política ha dejado de hablarle a la ciudadanía real. Esa que, todos los días, madruga para trabajar y se encuentra con caminos poco transitables, hospitales desbordados o escuelas que además de enseñar asisten en lo familiar y crisis mentales. Las obras de infraestructura esenciales —esas que hacen la diferencia entre una vida digna y una sobrevivencia precaria— brillan por su ausencia. No hay proyectos que ayuden directamente a la economía cotidiana.

Lo urgente se vuelve eterno y lo necesario, invisible.

En este contexto, la desilusión electoral no es apática, es una forma de protesta.

Ya no es que la gente “no le interesa la política”, como suelen repetir quienes viven de ella. Es que la política ha perdido el interés por la gente. Y ante eso, muchos simplemente se preguntan: ¿para qué votar?

Sin embargo, en países donde el voto es obligatorio, esta frustración entra en conflicto con una exigencia legal. Entonces surge la pregunta: ¿cómo ejercer un derecho (y deber) democrático sin sentirse cómplice de un sistema estancado?

Tal vez la salida más elegante no sea ausentarse, sino hacerse presente con un gesto de rebeldía cívica.

Votar en blanco o anular el voto puede ser una forma válida y contundente de decir: “estoy aquí, cumplo mi obligación, pero no respaldo esta oferta vacía”.

Es un mensaje que se suma, que cuenta, que queda registrado. No se trata de renunciar al proceso democrático, sino de resignificarlo. De exigir más, incluso en el silencio.

Porque, a fin de cuentas, votar sin convicción también es una forma de rendirse. Y aunque la esperanza parezca flaca, la dignidad ciudadana no debería serlo.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Últimas noticias