En una mañana colmada de recogimiento, emoción y profunda espiritualidad, la comunidad benedictina del Monasterio Santa María de Los Toldos despidió al querido Padre Mamerto Menapace, quien falleció tras una prolongada enfermedad. Su partida, lejos de ser vivida como una pérdida definitiva, fue celebrada como una “Pascua”, una transición hacia la vida plena en Dios, como lo expresó el actual abad del monasterio, el Padre Osvaldo Donnici.
“La comunidad lo vive con mucha paz. Por supuesto que sentimos dolor por la ausencia de un hermano, pero Mamerto estaba preparado, él mismo decía que ya era hora”, expresó el Abad. “Murió en paz, mientras orábamos. Se durmió”.
Durante la Misa de Pentecostés, celebrada en la capilla del monasterio y presidida por el propio Donnici, los feligreses se congregaron en un clima de oración, acompañados por símbolos que reflejaban el afecto del pueblo: una bandera argentina, ponchos mapuches, y recuerdos dejados junto a su féretro.
Uno de los momentos más sentidos fue el testimonio del periodista Tito Garabal, conductor del histórico ciclo televisivo Claves para un Mundo Mejor, quien compartió una amistad de más de 50 años con Menapace:
“La Iglesia no pierde solo a un sacerdote, sino al mejor catequista que conocí. Tenía una capacidad única de explicar el Evangelio con sencillez, profundidad y humor. Su voz, su presencia, su sabiduría… todo eso nos va a faltar”.
“Hace muy poquito grabó su último audio para el programa. Ya con la voz apagada, sin mucha fuerza, pero con la misma luz interior de siempre”, recordó conmovido.
A su turno, Noel Bustamante, vecino de General Viamonte, lo definió como “una referencia espiritual, cultural y popular. Su voz marcó generaciones a través de la radio. Desde chico lo escuchaba junto a mi madre cada mañana en la vieja Radio El Mundo y luego en Continental”.
El ex secretario de Asuntos Estratégicos de la Nación, Gustavo Beliz, también presente en la ceremonia, aportó una reflexión profunda:
“Mamerto fue un faro para toda América Latina. Revalorizó la cultura campesina, el humor sano, la catequesis sencilla. Nunca hablaba mal de nadie. Era una luz”.
Entre los muchos fieles que se acercaron a despedirse, se encontraban matrimonios que encontraron en sus consejos guía para sus vidas, y familias enteras que lo siguieron durante décadas. Una pareja recordó su visita apenas semanas antes de su muerte: “Nos recibió con una sonrisa, y nos habló de la ‘antesala de Tata Dios’. Tenía paz”.
También su familia directa se hizo presente. Jorge Menapace, sobrino del padre Mamerto, llegó desde Malabrigo, Santa Fe, junto a su esposa:
“Él no era solo un tío, era un santo para nosotros. Dejó una huella inmensa en nuestra familia y en la comunidad”.
Daniel, otro sobrino, recordó entre lágrimas pero con humor:
“Él decía que no lo conocía nadie hasta los 85 años. Siempre tan sencillo. Pero la verdad es que con sus cuentos, libros y catequesis, llegó al corazón de todo un país”.
La jornada culminó con el entierro en el cementerio del mismo monasterio, a pocos metros de la capilla. Allí descansará el cuerpo del Padre Mamerto, pero no su legado, que continuará vivo en sus escritos, audios, libros y, sobre todo, en el alma del pueblo.
Una despedida silenciosa, serena, pero llena de amor. Tal como a él le hubiera gustado: con fe, con sonrisa, y con la certeza de que ahora descansa en el abrazo eterno de Dios.
Agencia MTR