En el siglo XIX, Buenos Aires era un importante centro comercial y estratégico en el Río de la Plata. El dominio español en la región estaba siendo desafiado por potencias europeas, y la rivalidad entre el Imperio Británico y el Imperio Español estaba en su apogeo.
El Inicio de la Invasión Inglesa: El 25 de junio de 1806, una escuadra británica comandada por el comodoro Sir Home Popham desembarcó en Quilmes, a unos 30 kilómetros de Buenos Aires. Esta operación incluía a más de 1500 soldados bajo el mando del general Guillermo Carr Beresford. La intención de la invasión era tomar el control de Buenos Aires, el mercado más importante de la región, para asegurarse una posición estratégica y comercial en el área.
En una carta fechada en junio de 1806, Popham argumentaba que tanto Montevideo como Buenos Aires estaban indefensos y que con pocos hombres podrían capturar ambas ciudades. Su información provenía de un comerciante que alegaba que Buenos Aires no contaba con suficientes tropas y que la población estaba descontenta con el gobierno español, lo que facilitaría la conquista.
La Ocupación Británica: Las tropas británicas llegaron a Buenos Aires sin encontrar gran resistencia. El 27 de junio de 1806, Beresford y sus hombres tomaron la Plaza Mayor y el Fuerte de Buenos Aires. La rendición del virrey español, Baltasar Hidalgo de Cisneros, y la aceptación de la situación por parte de algunos comerciantes parecía asegurar el éxito británico. Sin embargo, la ocupación generó un sentimiento de indignación y resistencia entre la mayoría de los habitantes locales.
Organización de la Resistencia: El capitán de navío Santiago de Liniers, quien estaba en Montevideo antes de la rendición, comenzó a organizar una resistencia para recuperar Buenos Aires. Con el apoyo de figuras locales como Martín de Alzaga en la ciudad y Juan Martín de Pueyrredón en los alrededores, Liniers reunió a milicias locales para enfrentar a los invasores. La resistencia creció a pesar de algunas derrotas iniciales, como el combate de Perdriel, y el sentimiento de recuperación militar se fortaleció.
A partir del 10 de agosto de 1806, Liniers lanzó un ultimátum a Beresford desde los corrales de Miserere. En su carta, Liniers detalló la superioridad numérica y táctica de sus fuerzas, advirtiendo al comandante británico sobre la imposibilidad de una retirada segura. Beresford rechazó la oferta y se preparó para la defensa.
Las fuerzas patriotas, incluyendo no solo soldados sino también civiles como niños, ancianos y mujeres, avanzaron hacia el Retiro y atacaron a las tropas británicas. Los combates se intensificaron en las calles de la ciudad, convirtiéndose en un enfrentamiento feroz. Los británicos, atrapados en el Fuerte y enfrentando ataques constantes desde los techos y calles, se vieron obligados a rendirse el 12 de agosto de 1806.
La Reconquista de Buenos Aires marcó un punto de inflexión crucial en la resistencia contra el dominio británico. La victoria no solo recuperó el control español sobre Buenos Aires, sino que también solidificó el sentimiento patriótico entre los habitantes. La participación activa de diversos sectores de la sociedad en la defensa de la ciudad sentó las bases para la organización de los ejércitos que posteriormente lucharían por la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
La acción de Liniers y la participación popular transformaron el conflicto en un evento emblemático de unidad y resistencia. Este episodio consolidó el concepto de patria y fortaleció la determinación de la población en la búsqueda de la independencia.
La Reconquista de Buenos Aires es recordada como una proeza de organización y resistencia local que no solo recuperó una ciudad clave, sino que también encendió el espíritu de independencia en la región. La valentía de los patriotas y el liderazgo de figuras como Santiago de Liniers desempeñaron un papel fundamental en la historia de Argentina y de América Latina.
Agencia MTR