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La Moralidad en la Política: Condena el amor o la impunidad

Escribe para Cadena Nueve, Gustavo Tinetti*

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La política, en su dimensión más humana, es una arena donde las pasiones, los ideales y los errores se entrelazan constantemente.

Sin embargo, la moralidad pública parece tener un doble estándar, uno que permite que ciertos comportamientos sean olvidados o perdonados, mientras que otros son elevados al rango de escándalo impune.

Dos episodios con cinco años de diferencia en la política argentina obligan a considerar cómo nuestra sociedad se posiciona frente a conductas que van desde el amor hasta el narcotráfico: el caso de Juan Ameri y el de José Luis Espert. A ambos los une el Congreso de la Nación.

El Amor condenado: el caso de Juan Ameri

Juan Ameri, ex-diputado por Salta, se hizo tristemente célebre cuando durante una sesión virtual del Congreso, olvidó apagar su cámara y, mientras participaba de la sesión, besó el seno de su mujer. En un contexto donde la pandemia transformó nuestras interacciones laborales y sociales, este desliz personal pasó a ser un tema de debate público.

Es interesante cómo un acto de amor entre dos personas que se aman se convirtió en una razón para la condena y la destitución de un político elegido democráticamente.

¿Qué hace que una acción tan íntima y humana sea considerada un escándalo político?

¿Es la idea de que los representantes del pueblo deben ser ejemplos intachables en todo momento, incluso en los aspectos más privados de sus vidas?

¿O es que la imagen pública de un político debe ser pulida hasta el extremo, incluso a costa de la autenticidad humana?

A lo largo de la historia, el amor ha sido condenado de muchas maneras.

Desde la “hipocresía política” de juzgar el comportamiento personal de los líderes hasta la manera en que la sociedad valora lo privado en función de lo público.

En el caso de Ameri, la sanción no fue sobre el contexto en que sucedió el incidente, sino sobre lo que se percibió como una transgresión moral.

Sin embargo, la pregunta sigue sin respuesta: ¿es el amor una transgresión o, por el contrario, debería ser visto como lo que es, una manifestación humana que no debería ser juzgada por un criterio político tan estricto?

La Impunidad del narcotráfico: el caso de José Luis Espert

En contraste con el caso de Ameri, tenemos a José Luis Espert, un economista y político que, en un contexto de denuncias sobre vínculos con el narcotráfico, solicitó licencia con goce de haberes y no fue destituido.

En este caso, el foco no fue la acción personal, sino las implicancias de los vínculos que la figura pública tendría con actividades ilícitas que destruyen vidas y comunidades.

Aquí, el “escándalo” político recae sobre el hecho de que las pruebas apuntan a una relación que va más allá de lo privado, involucrando a toda una red de delitos que corrompen el tejido social.

El narcotráfico no es simplemente una cuestión de moralidad personal, sino de seguridad pública, de la salud de millones de personas, y de la estabilidad social y económica del país.

Sin embargo, a pesar de las acusaciones y pruebas presentadas, la política parece mirar hacia otro lado, aceptando la impunidad o al menos minimizando el daño. ¿Por qué un político puede ser perdonado por participar en una red que destruye vidas, pero otro es destituido por un beso en la intimidad de su hogar?

El doble estándar: ¿Quién define la Moralidad en la Política?

Ambos casos reflejan un doble estándar inquietante.

Por un lado, el amor se ve como una amenaza moral que debe ser castigada, mientras que los vínculos con el crimen organizado parecen ser tolerados, ignorados o minimizados.

En este sentido, la política argentina se enfrenta a una contradicción profunda: condenar el amor entre dos personas mientras se permite que quienes dañan a toda una sociedad mantengan sus puestos de poder.

A lo largo de la historia, hemos sido testigos de cómo las figuras políticas son tratadas con diferentes raseros según las conveniencias del momento.

La figura pública se construye y destruye según la narrativa que se elige contar.

En un país donde las luchas por el poder son intensas y, a menudo, crudas, el uso de la moral como herramienta de control social es más evidente que nunca.

Sin embargo, el verdadero problema radica en qué tipo de moralidad se prioriza:
¿La moral del amor? ¿O la moral del poder que permite que unos pocos se enriquezcan a costa de la vida de otros?

Valores a defender

La política debería ser el lugar donde los valores de una sociedad se reflejan y se defienden, pero para ello es necesario que haya coherencia en la manera en que se evaluan a nuestros representantes.

Si un beso entre dos seres humanos se considera un escándalo, pero los vínculos con el crimen organizado se tratan con complacencia, nos enfrentamos a una disonancia moral peligrosa.

La moralidad en la política no debería ser un juego de intereses ni de poder. Debería ser un espacio donde se defienda la integridad, no sólo pública, sino también humana. Y en ese sentido, es el amor el que eleva a las personas, no el narcotráfico ni la corrupción.

Quizás, antes de condenar con tanta rapidez, se debería reflexionar sobre qué realmente se esta juzgando: la humanidad de un político o el poder que en sus decisiones tiene sobre nuestra vida colectiva.

Se condena el amor o la corrupción?

*Director-creador del Grupo-Multimedios Cadena Nueve-Periodista-Abogado-Consultor de Medios-Autor de: ‘Delitos en la Prensa’-La Plata,1983-‘La Noticia en Imagen’, Pamplona 1991-‘Lo Mejor de Dios, Ellas’, El Remanso, 2007

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