Lo que quedó en evidencia tras estas elecciones no es tanto una derrota en las urnas, sino un problema más profundo: al peronismo le falta una conducción nacional fuerte, clara y renovada.
Sin alguien que marque el camino, cada provincia hace lo que puede. Algunos gobernadores directamente armaron su estrategia por fuera del PJ oficial. Otros se mantuvieron dentro, pero con escasa coordinación. La falta de una figura que unifique termina generando lo que ya se ve: peleas internas, listas divididas, y confusión hacia afuera.
No es casual que en Jujuy, por ejemplo, la lista apoyada por el Instituto Patria haya tenido un resultado tan malo. No hubo unidad, ni mensaje claro. Y no fue por falta de ganas, sino por falta de conducción real.
Ahora bien, tampoco se puede decir que fue todo un desastre. En Salta ganó un oficialismo de raigambre peronista, fundado por el ex gobernador menemista, Romero.
En San Luis, los más votados fueron dirigentes peronistas, no debemos olvidar que Poggi viene del riñón de los Rodriguez Saa quienes asimismo conservaron mas del 20% de los votos.
En Chaco, los resultados estuvieron dentro de lo esperable, y Capitanich se mantuvo en carrera.
Lo de Jujuy fue lo más flojo, eso está claro, pero tampoco puede usarse para resumir todo el panorama.
Por eso, la clave no está en “armar listas de unidad” como receta mágica. El problema no es la división, sino que ya no hay una figura nacional con peso para unir. La vieja conducción perdió fuerza. Y cada vez que intenta forzar su influencia, lo que provoca es más desconexión con la realidad del país.
La gran enseñanza que deja este proceso electoral es simple: si el peronismo quiere volver a tener peso real, no necesita repetir fórmulas del pasado, sino abrir paso a nuevos liderazgos. Gente con ideas frescas, con llegada, con futuro.
Sin esa renovación, seguirá corriendo de atrás. No por falta de historia, sino por falta de presente.
*Movimiento Eva Perón, Junín- Ferreresi Conducción