En el marco de un encuentro de CARBAP, que reunió a actores clave del sector agropecuario, Sergio Melgarejo, representante de la Confederación Rural Argentina (CRA) y de la Sociedad Rural de San Cayetano, manifestó su profunda preocupación por la situación del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), un organismo vital para la producción agropecuaria del país.
San Cayetano, localidad que representa Melgarejo en la provincia de Buenos Aires, es conocida por su fuerte vínculo con el campo y la producción agropecuaria. En este contexto, Melgarejo destacó la importancia histórica del INTA en el desarrollo de la agricultura y ganadería a nivel nacional, especialmente en el ámbito local. “El INTA siempre estuvo al servicio de los productores, con un fuerte compromiso territorial. La labor del instituto ha sido fundamental para mejorar las prácticas productivas y fomentar la investigación tecnológica en cada región”, aseguró.
Sin embargo, Melgarejo advirtió que los recientes cambios en la estructura del INTA, implementados por el gobierno nacional mediante un decreto, ponen en riesgo la autonomía del organismo. Según el dirigente rural, la centralización del INTA, que ahora depende directamente del presidente y del Ministerio de Economía, atenta contra la capacidad de respuesta del instituto ante los desafíos locales de los productores.
“El INTA ha perdido su gobernanza. Antes, el instituto tenía una descentralización que permitía a cada centro regional tomar decisiones conforme a las necesidades del territorio. Ahora, todo se centraliza, lo que dificultará que el organismo pueda trabajar con la misma eficiencia y cercanía a los productores”, explicó Melgarejo.
Una de las principales preocupaciones de Melgarejo es la pérdida de la autonomía que antes caracterizaba al INTA en la toma de decisiones. Con el nuevo esquema, el poder de decisión recae ahora en el presidente de la Nación y no en los representantes de cada región productiva. “Este cambio es grave porque elimina la pluralidad de voces que existía dentro del INTA. Los productores y técnicos locales, que conocen las problemáticas de cada zona, ya no podrán influir en las políticas del instituto”, expresó el representante rural.
Además, el dirigente rural subrayó que, con la centralización, también se corre el riesgo de que se modifiquen los centros regionales del INTA, una red de soporte vital para los productores. Estos centros regionales han sido fundamentales en la transferencia de tecnología y el acompañamiento en el campo. “Si el INTA pierde su presencia territorial, nos quedamos sin una de las herramientas más valiosas para el progreso del sector agropecuario”, señaló Melgarejo.
El líder rural también se mostró preocupado por las consecuencias económicas de estos cambios. La dependencia del INTA del Ministerio de Economía podría poner en duda la asignación de recursos necesarios para el funcionamiento del instituto y para la continuidad de sus investigaciones. “El INTA siempre fue un instituto técnico y científico, no un organismo económico. Cambiar esta estructura puede afectar gravemente su capacidad para financiar sus investigaciones y sus programas de capacitación”, agregó.
Por otro lado, Melgarejo manifestó que los productores no se oponen a la idea de que haya transformaciones dentro del INTA, pero sí a la forma abrupta en que se están llevando a cabo. “No estamos en contra de los cambios, pero sí de la manera en que se están implementando. Necesitamos un debate serio y una evaluación detallada para que no se pierda lo que tanto ha costado construir en décadas de trabajo”, destacó.
El INTA, creado en 1956, ha sido un pilar clave en la investigación y en la transferencia de tecnología para el sector agropecuario argentino. A lo largo de los años, el organismo ha trabajado en estrecha colaboración con los productores para mejorar la competitividad, sostenibilidad y eficiencia del sector. Sin embargo, en este contexto de cambios políticos y económicos, su futuro se ve incierto.
La alerta de Melgarejo resuena como un llamado a la reflexión sobre la necesidad de preservar la autonomía del INTA y su vinculación con los productores. Si los cambios propuestos no se revisan, el futuro del organismo podría ser muy diferente al modelo que ha funcionado durante más de 60 años.
En un sector donde la innovación y el conocimiento técnico son clave para la competitividad, la pérdida de estas herramientas de trabajo podría generar consecuencias negativas no solo para los productores, sino también para la agricultura argentina en su conjunto.