viernes, abril 26, 2024
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Francisca Bazán, la tucumana que puso el escenario de la Declaración de la Independencia

Era una viuda de 76 años, que facilitó la casa que ya es histórica y permitió reformas para que los Congresales puedan sesionar

La ciudad de Tucumán era en 1816 un modesto poblado de unos 6.000 habitantes. Comparativamente era el 10% de la población a la que había llegado Buenos Aires, ese mismo año.
Buena parte de sus edificios públicos o religiosos, entre ellos la Catedral y el Cabildo, se hallaban en estado ruinoso.
Las residencias particulares estaban en mejor estado y fue en una de ellas, una vieja casona típicamente colonial donde se realizó el Congreso que se reunió en esta ciudad en 1816, para declarar la Independencia de lo que luego, sería Argentina.
 Nuestra conocida “Casa de Tucumán” pertenecía a la María Francisca Bazán de Laguna y estaba situada en la calle del Rey, actualmente Congreso N° 51, a poco más de cien metros de la Plaza Independencia, hoy Centro Cívico del ‘Jardín de la República’.
La casa que ya es historia, fue construida durante la década de 1760 por el comerciante Diego Bazán y Figueroa, y fue el regalo de bodas que le hizo a su hija María Francisca cuando esta se casó con Miguel Laguna y Ontiveros.
Ese matrimonio tuvo una numerosa descendencia, entre ellos su hijo Nicolas Laguna y Bazán quien tuvo participación en el Cabildo Abierto de 1810, fue diputado en la Asamblea del año XIII y dos veces gobernador de Tucuman.
La casa fue pasando de manos, siempre en poder de la misma familia. En 1812 el Primer Triunvirato la alquilo para el alojamiento de personal militar que había participado de la batalla de Tucumán y estuvieron allí hasta 1815. Posteriormente durante la gobernación de Bernabé Aráoz fue Aduana Provincial.
Después que el Congreso realizara su última sesión, en enero de 1817, la casa volvió al uso de los Laguna de Zavalia, los Zavalia de Andia y los Zavalía de López, descendientes todos de los antiguos propietarios, hasta 1874 que fue vendida al Gobierno Nacional.
La casa, escenario natural de la Declaración de la Independencia, respondiendo al gusto arquitectónico de la época era maciza, lo principal del caserón, era una sala, que, si bien era espaciosa, resultaba pequeña para ser el ámbito de los sucesos que la historia le reservaba como protagonista de los mismos.
Era de una sola planta y poseía un patio rodeado de habitaciones, dos de ellas paralelas a la fachada, que pudieron adaptarse para las sesiones del Congreso, por lo que debió demolerse una pared divisoria para formar un salón de 15 metros de largo por 6 de ancho.
Estas obras se demoraron un tiempo, por tal motivo las primeras sesiones se efectuaron en casa de Bernabé Aráoz, un coronel que luchó con Belgrano en Tucumán y Salta, quien facilitó diversos muebles, entre ellos un escritorio y el sillón presidencial. Los demás muebles fueron provistos por los Conventos de Santo Domingo y San Francisco.
La casona tenía un importante portón de dos batientes, franqueada por dos columnas torsas, en espiral o salomónicas, esto era moda arquitectónica a mediados de 1818, se deduce que fue por allí que se terminó de construir este frente, como se hizo en la casa de Sobremonte en Córdoba y en la de Mendiolaza en Salta, ambas con esas columnas.
La historia y tucumanos recuerdan que doña Francisca Bazán de Laguna vivía en esta casa al momento de cederla al Congreso, tenía 76 años y había enviudado en 1806.
 A todo esto, ya con la Independencia Declarada, la Constitución de 1853 aprobada y en pleno auge de su aplicación, en 1868, el Dr. Tiburcio Padilla, Diputado Nacional por Tucumán, presentó un Proyecto de Ley para expropiar la histórica casa.
Cuando se llevó adelante el debate, fue Bartolomé Mitre quien lo sostuvo y defendió “No hay deber más sagrado para los pueblos, que esa religión de los recuerdos grandes de la Patria si la casa donde se declaró la Independencia Argentina no merece conservarse como un monumento eterno, como un recuerdo glorioso de aquel hecho, si la Argentina tiene bastante modos para adquirirla, esa sería una razón para comprarla no para expropiarla”. 
El 25 de abril de 1874 se formalizó la compra. Fue en 25.000 pesos fuertes.
Más tarde, en 1890 durante la presidencia de Carlos Pellegrini se decidió restaurarla.
Y fue en 1903 y 1904 que se hicieron algunas demoliciones y otras en 1940-1943 quedando poco hoy de la casa original de Doña Francisca Bazán. Esas transformaciones son la que se muestran en los libros de historia, postales de recuerdos a Tucumán, y lo que las visitas permiten ver.
En este nuevo aniversario de la declaración de la Independencia, se revive la historia del escenario donde se plasmó la autodeterminación de un pueblo que hoy es Argentina.
Para Cadena Nueve, Miguel Banegas Rojas
[email protected]

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