viernes, abril 26, 2024
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Monseñor Ariel Torrado Mosconi adhiere a la beatificación de sacerdotes riojanos

obispo abril

Hoy como siempre en la historia del cristianismo, siguen habiendo hombres y mujeres testigos de la fe con la entrega de sus vidas. El vocablo “mártir” quiere decir, precisamente, testigo. El martirio es el supremo testimonio de la fe, al perder la vida por ella. Nuestros hermanos mártires de La Rioja: el laico padre de familia Wenceslao, el padre franciscano Carlos, el sacerdote diocesano misionero Gabriel y el obispo Enrique, se inscriben ahora en aquella larga estela de beatos y santos de la tierra argentina como Laura Vicuña, Artémides Zatti, Mama Antula o el Cura Brochero por nombrar sólo algunos.

De las muchas facetas y rasgos de su testimonio cristiano para destacar -y que en estos días se están poniendo tan bien de manifiesto- desearía valorar un aspecto  muy provechoso para nuestra vida de creyentes en este momento de la historia. Por su correspondencia, por sus confidencias a seres queridos o hermanos religiosos o por el testimonio de conocidos, sabemos que ellos en algún momentos se supieron perseguidos y sintieron miedo, tuvieron dudas, inquietudes o estuvieron muy cerca de la desesperación. Y, sin embargo, su convicción creyente y su irrenunciable compromiso con en el Evangelio, particularmente en la promoción, cuidado y defensa de la vida de los hermanos más pobres, los sostuvo inquebrantablemente hasta dar la vida en la fe y la misión.

En este mismo sentido, ellos nos alientan y reconfortan con su ejemplo e intercesión, a nosotros cristianos en la sociedad actual. Muy probablemente muchos de nosotros seamos burlados o dejados de lado por poner de manifiesto nuestra fe católica, otros son tachados de fanáticos, fundamentalistas o retrógados por defender la vida y la familia, también pueden ser tachados de subversivos o algo por el estilo, al trabajar por los más necesitados, excluidos y pobres de la sociedad o, sencillamente, perseguidos al no pactar por acción o complicidad con algún proceder corrupto. Estos mártires nos animan a  no bajar los brazos y perseverar en el camino de la verdad, la justicia y el amor. ¡Ese es su mensaje y testimonio!

No quisiera eludir cierta polémica surgida en torno a esta beatificación así como igualmente el riesgo de parcializar el entero testimonio de fe, justicia y caridad por el cual estos hermanos nuestros vivieron y entregaron sus vidas. En este punto los exhorto a tener una mirada creyente y a no dejarse seducir por el espíritu mundano y las ideologías, de un lado y del otro, que no pueden comprender estos acontecimientos de fe.

Por todo lo anterior, los beatos mártires de La Rioja son un llamado a la verdad, la reconciliación y la esperanza por el camino de la justicia y el amor. A la búsqueda sincera y honesta de la verdad comenzando por nosotros mismos, en vez de buscar excusas o “chivos expiatorios”; a la reconciliación, porque las “grietas” son la historia de nunca acabar entre los argentinos que, no solamente nos paraliza, sino que se han cobrado ya demasiadas vidas; y entrar en una lógica y dinámica de respeto, reciprocidad, compasión, solidaridad, convivencia -esto y no otra cosa es el amor- capaz de hacernos resurgir de nuestra postración y parálisis como nación.

Hoy como siempre, también la expresión de aquel pensador cristiano de los primeros siglos sigue siendo verdad y alimenta nuestra esperanza: “la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos” (Tertuliano) ¡La sangre y vida de nuestros hermanos Enrique, Carlos, Gabriel y Wenceslao sean también buena semilla para nuestra argentina de hoy! Lo necesitamos.

 

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