La Misa de Nochebuena, celebrada cada 24 de diciembre, constituye la vigilia de la Natividad de Jesucristo. Esta fecha, aunque parece haberse establecido de manera arbitraria, tiene un trasfondo histórico profundo. Los registros eclesiásticos de los primeros siglos sugieren que la elección del solsticio de invierno como fecha para la celebración navideña buscaba cristianizar las festividades paganas dedicadas al “Sol Invicto”. En este contexto, el nacimiento del Salvador en esta fecha simbolizó el triunfo de la luz sobre las tinieblas, una imagen que resonaba profundamente en la espiritualidad de la época.
Con el paso de los siglos, la Nochebuena se fue transformando, desde un rito estrictamente religioso a una celebración doméstica con gran peso social y afectivo. En los primeros siglos, los relatos de los Evangelios de Lucas y Mateo dieron origen a esta festividad, especialmente al relato del viaje de María y José hacia Belén. La liturgia católica, por su parte, hace énfasis en la “Misa de Gallo”, que se remonta al siglo V bajo el pontificado de Sixto III. Esta misa, que originalmente se celebraba a la medianoche, recibe su nombre de la creencia popular de que un gallo fue el primero en anunciar el nacimiento de Jesús con su canto. Esta ceremonia marca el inicio oficial de la Navidad, simbolizando el momento de espera y esperanza de los fieles.
A lo largo de la Edad Media, la celebración de la Nochebuena fue ganando terreno como una festividad familiar, proceso que se consolidó en el siglo XIX con la incorporación del pesebre, cuya creación se atribuye a San Francisco de Asís en el año 1223. Esta representación ayudó a democratizar la narrativa del nacimiento de Jesús, al hacerla accesible a las masas analfabetas de la época. Así, la escena del pesebre, ubicada en el centro de los hogares, empezó a desplazar a las representaciones de los templos hacia el ámbito privado.
En Argentina, la Nochebuena tiene una particularidad notable: a diferencia de las celebraciones invernales del hemisferio norte, esta festividad se celebra en pleno verano, lo que ha llevado a que las familias argentinas adapten los hábitos de consumo y reunión a las altas temperaturas. Es común que las cenas se realicen al aire libre, con platos fríos y tradicionales. Además, la festividad cuenta con un fuerte componente de reunión intergeneracional. El brindis de medianoche se ha convertido en un momento crucial de la celebración, donde se intercambian deseos de paz y prosperidad.
Por otro lado, las celebraciones en muchas localidades argentinas incluyen ritos populares y procesiones antes de la cena, manteniendo viva la conexión entre lo sagrado y lo profano. El uso de pirotecnia, que durante décadas marcó el cambio de día, sigue siendo una tradición en muchas familias.
A nivel internacional, la Nochebuena presenta variaciones que reflejan la identidad cultural de cada pueblo. En México, las “Posadas” y la cena de Nochebuena son parte de la tradición, mientras que en los países nórdicos la iluminación con velas y la decoración de los hogares simbolizan la lucha contra el frío y la oscuridad. Cada cultura ha moldeado la Nochebuena para reflejar sus propios valores de hospitalidad, caridad y unión social.
En Nueve de Julio, la Nochebuena tendrá un evento muy especial: la Misa de Nochebuena se celebrará a las 20:00 horas en la Catedral, a cargo del Obispo de Nueve de Julio, Monseñor Ariel Torrado Mosconi.
Además, se podrá disfrutar a las 20 del 25 de un Pesebre viviente junto con la Misa de Navidad, un evento que, como cada año, atrae a cientos de fieles y familias para vivir el espíritu navideño de manera comunitaria.


