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Tercer Domingo de Adviento: un llamado a la ‘Alegría en la Espera’ de la Navidad

Con el color rosa en la liturgia y la luz de la tercera vela en la corona de Adviento, la Iglesia anima a la conversión y el regocijo en la preparación para el nacimiento de Jesús

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El Tercer Domingo de Adviento lleva el nombre de “Domingo de Gaudete”, que en latín significa “¡Regocíjense!” o “¡Alegría!”. Este día especial se celebra en el segundo tramo del Adviento, un tiempo litúrgico de preparación para la Navidad, y se caracteriza por la sensación de que el gran acontecimiento está cerca.

La proximidad del nacimiento de Jesús llena los corazones de esperanza y alegría, lo que impulsa a los fieles a renovar su ánimo en el camino de la conversión personal.

Este domingo se marca con un cambio notable en la liturgia. En la Misa, el sacerdote se viste con una casulla de color rosa, un signo de gozo y serenidad, que contrasta con el color violeta que predomina durante la mayor parte del Adviento, símbolo de la penitencia y la espera. El color rosa representa el equilibrio entre la espera y la cercanía de la Navidad, el “ya, pero todavía no”.

La Iglesia invita a los fieles a reflexionar sobre la necesidad de una conversión interior, pues el Señor está por llegar y todo debe estar dispuesto para recibirlo.

Un símbolo adicional de este día es el encendido de la tercera vela en la corona de Adviento, que también es de color rosa. Esta vela destaca entre las otras, y es un recordatorio de la alegría que se experimenta al saber que la llegada de Jesús está cerca.

La liturgia del Domingo de Gaudete está impregnada de la llamada a la alegría, a pesar de la austeridad del tiempo de espera. Es un “ya estamos a punto”, un momento para renovar los esfuerzos y recobrar el aliento en el camino hacia la Navidad. En la lectura del Evangelio, se nos presenta la figura de Juan el Bautista, quien, desde la cárcel, manda preguntar a Jesús: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”. La respuesta de Jesús es clara y llena de esperanza: “Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio”.

La invitación para este tiempo es no quedarse con dudas, sino acercarse a las Escrituras, meditar en las profecías y fortalecer la fe. Si tienes dudas sobre la identidad de Jesús, o si tu fe flaquea, este es el momento perfecto para profundizar en el Evangelio y confirmar tu esperanza.

En resumen, el Tercer Domingo de Adviento es un día para regocijarse y renovar la esperanza, al saber que la llegada de nuestro Salvador está cerca. La liturgia nos recuerda que el gozo es el motor de nuestra espera y que, con cada paso, estamos más cerca del misterio de la Navidad.

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