A las 1:30 de la madrugada del lunes 21 de julio, un incidente trágico sacudió a la ciudad de Santiago del Estero. Cristian Flores, un joven de 32 años, estaba circulando en bicicleta junto a una amiga cuando un automóvil, que venía en contramano, lo embistió de frente. El impacto fue fatal, y Flores falleció en el lugar.
El responsable del atropello fue identificado como Matías Tolosa, un cabo de la Policía de Santiago del Estero, quien tras el hecho se dio a la fuga. Sin embargo, gracias a las cámaras de seguridad de la zona, las autoridades pudieron localizar y arrestar al conductor horas más tarde. Durante la detención, se confirmó que Tolosa presentaba un nivel de alcohol en sangre de 1,44 g/l, una cantidad alarmante que claramente excede el límite permitido por la ley.
Este trágico accidente pone nuevamente sobre la mesa la gravedad de conducir bajo los efectos del alcohol, una de las principales causas de accidentes fatales en las rutas. El alcohol no solo embota los sentidos, sino que disminuye significativamente la capacidad de reacción, altera la percepción y la visión, y genera una falsa sensación de seguridad que lleva a los conductores a cometer errores fatales.
El alcohol y la conducción: un cóctel mortal
El alcohol es un depresor del sistema nervioso que afecta la capacidad para conducir, incluso con niveles bajos de consumo. No se necesita estar completamente ebrio para que sus efectos sean peligrosos. De hecho, con tan solo un vaso de vino, cerveza o whisky, los sentidos se embotan, el tiempo de reacción se alarga y la visión se ve afectada, especialmente la visión periférica y la adaptación a cambios de luz.
En el caso de Tolosa, el nivel de alcohol en su sangre (1,44 g/l) es más de dos veces superior al límite legal para conductores particulares (0,5 g/l). Este exceso de alcohol fue suficiente para alterar su juicio y poner en riesgo la vida de otras personas, como lo demuestra la tragedia que dejó a Cristian Flores sin vida.
La formación y responsabilidad de un policía
Lo que agrava aún más este incidente es que el responsable del atropello es un miembro de la Policía, quien debería ser un modelo a seguir en cuanto al cumplimiento de las leyes. La indignación crece cuando se reflexiona sobre el hecho de que un agente de la ley, alguien capacitado para prevenir y sancionar infracciones, no haya tenido la conciencia de que bajo ninguna circunstancia es aceptable conducir después de haber bebido alcohol, mucho menos huir del lugar de un accidente fatal.
Este caso pone en evidencia la necesidad de revisar y fortalecer los programas de formación de los cuerpos de seguridad, no solo en cuanto a sus capacidades técnicas, sino también en relación con la responsabilidad ética y humana que deben asumir, especialmente cuando se trata de la vida de los demás.
La Ley y los límites de alcohol
Según la Ley Nacional de Tránsito, el límite máximo permitido de alcohol en sangre es de 0,5 g/l para conductores particulares. Para motociclistas y ciclomotoristas, el límite es de 0,2 g/l, y para los conductores profesionales (transporte de pasajeros, carga o menores), el límite es 0 g/l. Sin embargo, se debe recordar que, aunque una persona esté por debajo del límite legal, su capacidad psicofísica puede verse afectada por el consumo de alcohol, lo que puede poner en riesgo su seguridad y la de otros.
Es importante destacar que no existe un límite universal que se aplique por igual a todas las personas. Factores como el peso, el sexo, la edad, el cansancio y el consumo de medicamentos o drogas pueden alterar cómo el alcohol afecta a cada individuo, lo que hace que la conducción bajo sus efectos sea una práctica peligrosa, incluso si no se supera el límite permitido por la ley.
La muerte de Cristian Flores: otra víctima más
Este trágico suceso vuelve a evidenciar lo que muchos ya sabemos: el alcohol al volante sigue matando. Es necesario un cambio profundo en la conciencia social y en las políticas de control y prevención, tanto en la ciudadanía como dentro de las fuerzas de seguridad, para evitar que más vidas se pierdan por irresponsabilidades como esta.
El caso de Cristian Flores es una llamada de atención para todos. Ninguna vida merece terminar de esta manera, y especialmente, no por la inconsciencia de quienes deberían protegernos.