jueves, abril 25, 2024
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A 380 años de su muerte se sigue recordando a Galileo Galilei

Fue un astrónomo, ingeniero,​​ filósofo, matemático​ y físico italiano, relacionado estrechamente con la revolución científica

Galileo Galileu, nació en Pisa cuando esta pertenecía al Gran Ducado de Toscana, el 15 de febrero de 1564 y murió hace 380 años, en Arcestri,  el 8 de enero de 1642.

Fue el mayor de siete hermanos, hijo de Giulia Ammannati y del músico y matemático florentino Vincenzo Galilei.

Los Galilei, era una familia de la baja nobleza que se ganaba la vida gracias al comercio. Sus padres se encargaron de la educación de Galileo hasta sus 10 años, edad a la que quedó a cargo de un vecino religioso llamado Jacobo Borhini cuando sus padres se trasladaron a Florencia.

​Por mediación de este, el pequeño Galileo accedió al convento de Santa María de Vallombrosa de Florencia y recibió una formación piadosa que le llevó a plantearse entrar en la vida religiosa, algo que a su padre le disgustó.

Por eso, Vincenzo Galilei —un hombre bastante escéptico— aprovechó una infección en el ojo que padecía su hijo para sacarle del convento alegando «falta de cuidados».

Dos años más tarde, Galileo fue inscrito por su padre en la Universidad de Pisa, donde estudió medicina, filosofía y matemáticas.

Con los años se convirtió en un reconocido astrónomo, ingeniero,​ filósofo, matemático​ y físico italiano, relacionado estrechamente con la revolución científica.

Eminente hombre del Renacimiento mostró interés por casi todas las ciencias y artes, incluida música, literatura, pintura.

Sus logros incluyen la mejora del telescopio, gran variedad de observaciones astronómicas, la primera ley del movimiento y un apoyo determinante a la «Revolución de Copérnico». Ha sido considerado como el «padre de la astronomía moderna», el «padre de la física moderna»​ y el «padre de la ciencia».

Su trabajo experimental fue considerado complementario a los escritos de Francis Bacon en el establecimiento del moderno método científico y su carrera científica es complementaria a la de Johannes Kepler.

Su trabajo fue considerado una ruptura de las teorías asentadas de la física aristotélica y su enfrentamiento con la Inquisición romana de la Iglesia católica se presentó como un ejemplo de conflicto entre religión y ciencia en la sociedad occidental.

La revolución científica del Renacimiento tuvo su arranque en el heliocentrismo de Copérnico y su culminación, un siglo después, en la mecánica de Newton.

Su más eximio representante, sin embargo, fue el científico italiano Galileo Galilei.

En el campo de la física, Galileo formuló las primeras leyes sobre el movimiento; en el de la astronomía, confirmó la teoría copernicana con sus observaciones telescópicas.

Pero ninguna de estas valiosas aportaciones tendría tan trascendentales consecuencias como la introducción de la metodología experimental, logro que le ha valido la consideración de padre de la ciencia moderna.

Encontrado culpable pese a la renuncia de Galileo a defenderse y a su retractación formal, fue obligado a pronunciar de rodillas la abjuración de su doctrina y condenado a prisión perpetua. El Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo ingresó en el Índice de libros prohibidos y no salió de él hasta 1728. Según una piadosa tradición, tan conocida como dudosa, el orgullo y la terquedad del astrónomo lo llevaron, tras su vejatoria renuncia a creer en lo que creía, a golpear enérgicamente con el pie en el suelo y a proferir delante de sus perseguidores: «¡Y sin embargo se mueve!» (Eppur si muove, refiriéndose a la Tierra). No obstante, muchos de sus correligionarios no le perdonaron la cobardía de su abjuración, actitud que amargó los últimos años de su vida, junto con el ostracismo al que se vio abocado de forma injusta.

La pena fue suavizada al permitírsele que la cumpliera en su quinta de Arcetri, cercana al convento donde en 1616 y con el nombre de sor Maria Celeste había ingresado su hija más querida, Virginia, que falleció en 1634. En su retiro, donde a la aflicción moral se sumaron las del artritismo y la ceguera, Galileo consiguió completar la última y más importante de sus obras: Discursos y demostraciones matemáticas en torno a dos nuevas ciencias, publicada en Leiden por Luis Elzevir en 1638.

En 1992, exactamente tres siglos y medio después del fallecimiento de Galileo, la comisión papal a la que Juan Pablo II había encargado la revisión del proceso inquisitorial reconoció el error cometido por la Iglesia católica.

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