El 12 de mayo de 1.939, Lina Medina, de 5 años, se convirtió en la mamá más precoz de la historia médica.
Era una niña que había nacido en Tricapo, Perú el 27 de septiembre de 1933.
Cierto día, su padre, Tiburcio Medina, notó que la niña tenía el vientre abultado y ante las supersticiones de que tenía una culebra dentro y culpar del mal del espíritu de los Andes, la llevó con los chamanes de la aldea, quienes creyeron que tenía un tumor y le aconsejaron que la llevara a Pisco.
Allí, un médico la atendió y la llevó a Lima donde otros especialistas determinaron que estaba embarazada.
Había concebido a su hijo a la edad de cuatro años y ocho meses.
A los dos años y ocho meses de edad había empezado a menstruar.
Un mes después, el día 14 de mayo de 1939, Lina, de cinco años, siete meses y 21 días de edad, dio a luz a un niño mediante una cesárea.
Su hijo, Gerardo, pesó 2 kg 700 gramos.
En tanto, el gobierno peruano decretó que Lina y su hijo estaban en “peligro moral” y decidió crear una comisión especial para protegerla.
Su hijo fue criado creyendo que era el décimo hijo de sus abuelos, pero a la edad de diez años se enteró de que Lina no era su hermana sino su madre. Murió a los 40 años, a causa de una rara enfermedad de la médula ósea. Su apodo era Doctor Lozada.
Nunca se supo quién fue el padre del niño.
En tanto, el papá de Lina, Tiburcio, estuvo preso varios días como sospechoso de violación.
Cuando fue liberado, las sospechas recayeron sobre uno de los hermanos.
Todavía hoy en el pueblo de Antacancha los pobladores creen que Gerardo fue hijo del dios Sol.
A los 33 años Lina Medina se casó con Ricardo Jurado, con quien a los 38 años (en 1972) tuvo otro hijo, que emigró a Tijuana, México. Con Ricardo construyeron una casa que fue demolida en la década del ochenta para construir una autopista. Posteriormente residió en un pueblo joven de Lima llamado Chicago Chico.
El ginecólogo José Sandoval escribió acerca de ella en Madre a los cinco años, lo que en 2002 aceleró los trámites para que Lina recibiera finalmente una pensión vitalicia.
Lina, a sus 88 años, no habla del tema.