jueves, marzo 28, 2024
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Se celebra el “Día del Misionero”

Es en honor de San Francisco Solano, un sacerdote franciscano

Este martes se celebra el “Día del Misionero”,
La jornada es en honor de San Francisco Solano, un sacerdote franciscano nacido en España, que fue canonizado en 1726 por Benedicto XIII y es llamado “el taumaturgo del Nuevo Mundo”, por la cantidad de prodigios y milagros que se le atribuyen (‘taumaturgo’ vendría a significar “aquel que hace milagros con el poder de Dios”).
La elección de la fecha obedece al recuerdo de su fallecimiento, acontecido el 14 de julio de 1610 en Lima, Perú, diciéndose que en el mismo momento de su óbito, sonaron “misteriosamente” las campanas en el convento de Loreto, en Sevilla, donde estudió Filosofía y Teología.

La historia recuerda que nació como Francisco Sánchez Solano Jiménez (Montilla, Córdoba, 10 de marzo de 1549-Lima, Virreinato del Perú, 14 de julio de 1610) fue un fraile y sacerdote franciscano español, que misionó por el Perú, donde residió por 20 años hasta su muerte, predicando el cristianismo a los aborígenes.

Creció en un hogar cristiano y comenzó su educación con los padres de la Compañía de Jesús, los jesuitas de su ciudad, entrando luego en la Orden de San Francisco a los 20 años.

Regreso a Córdoba Montilla para visitar a su madre, que padecía ceguera. Sin embargo, su estancia se prolongó más de lo previsto debido a una epidemia de peste. En Montilla realizó varias curaciones inexplicables que dieron comienzo a su fama como hacedor de milagros. Era «no hermoso de rostro, moreno y enjuto», como nos lo describe uno de sus contemporáneos. En Montilla se atrajo las miradas de todos por el espíritu con que hablaba y la santidad que emanaba de todo su ser.

En 1581, Francisco Solano fue destinado como vicario y maestro de novicios al convento cordobés de la Arruzafa, donde solía visitar a los enfermos y recomendaba a los más jóvenes que tuvieran paciencia en los trabajos y adversidades. Desarrolló, al igual que Francisco de Asís, el fundador de su Orden, una relación especial con los animales. Cuentan que había una serpiente de gran tamaño que atacaba a ganados y pastores y hacía estragos en toda la región, y a la cual Solano reprendió y ordenó ir al convento, donde fue convenientemente alimentada. Dicen que después de comer la serpiente se marchó y no volvió a causar daño en la comarca.

En 1589, el rey Felipe II pidió a los franciscanos que enviaran misioneros a Sudamérica. Finalmente, y para alegría suya, Francisco fue el elegido para la misión de extender la religión en estas tierras. Después de un accidentado viaje al Virreinato del Perú, con naufragio y peligro de perecer en el trayecto, como su destino era Tucumán (actual Argentina), emprende este larguísimo viaje en compañía de ocho franciscanos más. Había que atravesar los Andes por el valle de Jauja, Ayacucho y llegar hasta Cuzco; cruzar la meseta del Collao (la actual Bolivia) por Potosí y entrar en los confines del norte argentino, para de nuevo bajar hasta Salta y finalmente hasta las llanuras del Tucumán. Aquí permanece hasta mediados de 1595, como misionero. Recorrió los territorios de Tucumán hasta las pampas y el Chaco Paraguayo y Uruguay. Tenía y se sirvió del don de lenguas y llegó a adquirir las de los nativos a los que fue a predicar.

Fray Francisco llegaba a las tribus más guerreras e indómitas y, aunque al principio lo recibían al son de batalla, después de predicarles por unos minutos con un crucifijo en la mano, conseguía que todos empezaran a escucharle con un corazón dócil y que se hicieran bautizar por centenares

y miles. El Padre Solano tenía una hermosa voz y sabía tocar muy bien el rabel y la guitarra. En los sitios que visitaba divertía muy alegremente a sus oyentes con sus alegres canciones.

Denominado el santo de loa alegría, Francisco Solano misionó por más de 14 años por el Chaco Paraguayo, por Uruguay, el Río de la Plata, Santa Fe y Córdoba del Tucumán, siempre a pie, convirtiendo innumerables indígenas y también muchísimos colonos españoles.

Un día en el pueblo llamado San Miguel, estaban en un toreo, y el toro feroz se salió del corral y empezó a cornear sin compasión por las calles. Llamaron al santo y éste se le enfrentó calmadamente al terrible animal. La gente vio con admiración que el bravísimo toro se acercaba a Fray Francisco y le lamía las manos y se dejaba llevar por él otra vez al corral, conducido por el cordón de su hábito.

Esta breve síntesis de su vida pone a Francisco Solano bien arriba de entre los misioneros. Recordándoselo en la fecha.

El Virreinato y los superiores de la Orden residían en Lima (Perú) a donde llamaron a Fray Francisco en 1595. Llegado a Lima, fue nombrado Guardián del Convento de Recolección Nuestra Señora de los Ángeles. Como siempre, se resistió todo lo que pudo antes de aceptar cualquier cargo de responsabilidad, exagerando de manera deliberada su propia incapacidad para gobernar, pero finalmente tuvo que acatar la autoridad de sus superiores

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