jueves, mayo 1, 2025
jueves, mayo 1, 2025

El último discurso de Evita marcó su despedida hace 73 años

El 1° de mayo de 1952, una Eva Perón habló por última vez desde el balcón de la Casa Rosada a sus “descamisados” reunidos en la Plaza de Mayo.

En el Día del Trabajador de 1952, Eva Perón pronunció su último discurso público desde el balcón de la Casa Rosada. Enferma y sostenida por el propio presidente Perón, lanzó un mensaje encendido de lealtad, advertencia y lucha que aún resuena en la historia política argentina.

Era el 1° de mayo de 1952, Día del Trabajador. Eva Duarte de Perón, primera dama de la Nación y figura central del peronismo, reaparecía en público luego de una prolongada ausencia obligada por el cáncer que consumía su cuerpo. En una Plaza de Mayo colmada, entre pañuelos blancos y banderas obreras, Eva se dirigió por última vez a “los descamisados” que siempre la acompañaron.

Gravemente enferma, sostenida por el propio Juan Domingo Perón, y probablemente aliviada por medicamentos que mitigaban el dolor, Evita ofreció uno de los discursos más vehementes y dramáticos de su vida política. El país, sumido en una tensa calma luego del intento de golpe de Estado del año anterior, recibió con fervor un mensaje que combinó devoción, advertencia y desafío.

“Muerta o viva, no dejaremos en pie ningún ladrillo que no sea peronista”, exclamó, en uno de los pasajes más recordados de su alocución. Fue una frase premonitoria y simbólica: meses después, el 26 de julio, fallecería a los 33 años, consagrada para muchos como “la abanderada de los humildes”.

Eva Perón no sólo reafirmó su lealtad al presidente y al pueblo trabajador, sino que advirtió con dureza sobre los peligros internos y externos que acechaban al gobierno. Señaló sin eufemismos a los “vendepatria” y a los “traidores” que, según ella, servían intereses extranjeros. “Guay de ese día”, dijo, en referencia a un posible nuevo intento de derrocar a Perón, “yo saldré con el pueblo, muerta o viva”.

En un momento histórico signado por la Guerra Fría, Evita también denunció los dos imperialismos —de derecha e izquierda— que a su entender amenazaban la soberanía nacional y la felicidad de los pueblos. Frente a ellos, reivindicó el modelo justicialista de Perón como un “camino propio” hacia la justicia social.

Más allá de su tono encendido y combativo, el discurso tuvo momentos de ternura y confesión. “Estoy otra vez con ustedes, como amiga y como hermana”, dijo a sus seguidores, mientras prometía seguir luchando, aún con el cuerpo debilitado. En ese instante, se fundió en la imagen de mujer, militante y símbolo: “He de trabajar noche y día por mitigar dolores y restañar heridas, porque sé que cumplo con esta legión de argentinos”.

El deterioro físico era evidente. Su voz temblaba. Su figura ya no irradiaba la vitalidad de años anteriores. Pero ese 1º de mayo, Eva Perón volvió a encender la llama del pueblo peronista y dejó, quizá sin saberlo, su testamento político más poderoso.

Setenta años después, aquel discurso sigue siendo un documento fundamental para entender el fervor, las pasiones y las contradicciones del movimiento peronista. Y para muchos, sigue siendo un llamado a no rendirse jamás: “Cueste lo que cueste y caiga quien caiga”.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Últimas noticias