La hipertensión arterial es el resultado de una cadena de procesos que empiezan por el daño celular, y en cuyo centro están los hábitos de vida inadecuados, además de una mala nutrición. ¿Cuál es la forma más eficaz para cortar ese proceso de raíz? ¿Qué nutrientes son clave para evitar el daño celular? ¿Cuál es el papel de las proteínas?.
Este martes 17 de mayo se celebra el Día Mundial de la Hipertensión Arterial, enfermedad a la que suele señalarse, con bastante razón, como la principal amenaza para nuestra salud y nuestra expectativa de vida. Sabemos que, si la presión arterial sistólica (máxima) y diastólica (mínima), supera los valores de 140 y 90 mmHg respectivamente, se incrementa nuestro riesgo de padecer todo tipo de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 e insuficiencia renal crónica, entre otras. No obstante otros valores más bajos que los mencionados, también pueden significar riesgo, y eso depende de la historia clínica de cada individuo. La hipertensión es la principal causa de ACV –potencialmente mortal o generadora de una discapacidad severa– y de deterioro prematuro de las capacidades cognitivas con la edad.
También sabemos que existe una correlación estadística con la obesidad, al punto en que se identifica al exceso de peso como la principal causa de la hipertensión arterial. El estudio RENATA, dado a conocer por la Sociedad Argentina de Cardiología, muestra que un tercio de los argentinos adultos son hipertensos (y un 37% no lo sabe). Estas cifras se solapan fuertemente con las de la población obesa y con sobrepeso, que según las cifras oficiales del Ministerio de Salud alcanzan al 50% de los argentinos.
Pero prevenir y tratar la hipertensión arterial no es algo tan simple como una carrera por bajar de peso ya que la hipertensión es el resultado de un proceso que empieza con el daño en las células, donde la obesidad suele aparecer como un factor asociado más. Aunque, para prevenir y tratar todo este proceso en conjunto la composición corporal es más importante que lo que marca la balanza, cuanto y en qué estado de salud se encuentran, el músculo, la grasa, los huesos y los diferentes órganos, aparatos y sistemas.
La presión arterial es un mecanismo natural absolutamente necesario para la vida; de ella depende que la sangre circule para llevar el oxígeno y el resto de los nutrientes necesarios a cada célula del cuerpo. Pero la ingesta excesiva de grasas de mala calidad e hidratos de carbono, el sedentarismo y el estrés oxidativo producto de estos y otros malos hábitos que solemos adquirir nos pasan factura, y hacen que los mecanismos naturales –la presión arterial, el ritmo circadiano o “reloj biológico” y todo el metabolismo en general– entren en crisis causando diversos trastornos, como la hipertensión, la diabetes o la acumulación de colesterol y triglicéridos en las arterias, además de la obesidad en todos sus grados.
Ante lo descripto no es aconsejable la automedicación, ni dejarse estar. Hay que recurrir sin pérdida de tiempo al médico.