Cada Viernes Santo no se celebra la Eucaristía en todo el mundo. En todos los templos se recuerda la muerte de Jesús. Los ministros se postran en el suelo ante el altar al comienzo de la ceremonia. Son la imagen de la humanidad hundida y oprimida, y al tiempo penitente que implora perdón por sus pecados.
En la tarde de este Viernes Santo se recuerda el drama inmenso de la muerte de Cristo en el Calvario o monte Gólgota. La cruz erguida sobre el mundo sigue en pie como signo de salvación y de esperanza.
Con la Pasión de Jesús según el Evangelio de Juan se contempla el misterio del Crucificado, con el corazón del discípulo amado, de la Madre, del soldado que le traspasó el costado.
En la recordación, los celebrantes van vestidos de rojo, el color de los mártires: de Jesús, el primer testigo del amor del Padre y de todos aquellos que, como él, dieron y siguen dando su vida por proclamar la liberación que Dios nos ofrece.
La impresionante celebración litúrgica de esta jornada empieza con un rito de entrada diferente de otros días: los ministros entran en silencio, sin canto, vestidos de color rojo, el color de la sangre, del martirio, se postran en el suelo, mientras la comunidad se arrodilla, y después de un espacio de silencio, dice la oración del día.
En Nueve de Julio se han organizado dos Vía Crucis. Uno a la mañana con niños a las 10,30 y otro a las 20 con la comunidad. Ambos en el Paseo del Vía Crucis.
Además, se ha organizado la lectura de la Pasión del Señor en la parroquia de San Pedro y San Pablo a las 15 hs; en La Niña a las 16 hs.; a las 16,30 en El Carmelo y a las 17.30 en la catadral santo Domingo de Guzmán.