jueves, abril 25, 2024
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Ariel Torrado Mosconi: ‘Del mayor mal, Dios puede sacar el mayor bien’

El Obispo de Nueve de Julio lo expresó en el Viernes Santo al recordar la crucifixión y muerte de Jesús de Nazaret



Desde la catedral de Nueve de Julio, se llevó adelante para la diócesis a través de imagines y sonidos generadas en vivo, ante un templo vació el relato de la crucifixión y muerte de Jesús de Nazaret.

Fue la ceremonia central de este Viernes Santo, ya que el tradicional vía crusis fue suspendido por la Emergencia Sanitaria y el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio vigentes.

El relato de la denominada “Liturgia de la Pasión del Señor” , tras las lecturas del profeta Isaías sobre el siervo sufriente y la Carta a los Hebreos, donde toma fuerza la expresión de Jesús antes de su muerte”Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, se recordó una vez más, la manera más cruel en que murió el Hijo de Dios hecho Hombre. ‘El mal en todo su realismo’ dijo el Obispo Ariel Torrado Mosconi al hacer una reflexión final tras esos relatos. Sin dudas, se escuchó que la maldad puede llegar a extremos que sorprenden.

Se recordó en esta ceremonia que Jesús entregó su cuerpo y derramó su sangre para el perdón de los pecados y para la salvación de los hombres.

Las imágenes que siguieron la ceremonia fueron poniendo al desnudo que las autoridades religiosas de Judea de la época temían que Jesús, quien se proclamaba “el hijo de Dios”, pudiera llegar a ser tan popular que generara alboroto entre la población. Por ello, conspiraron contra él. Una de las medidas fue negociar con Judas Iscariote para que lo vendiera, algo que se produjo el Jueves Santo, como se recordó ayer, tras la instauración de la Eucaristía, en la Última Cena.

Se escuchó desde la televisión de CN, que una vez capturado, Jesús fue llevado donde Poncio Pilato, quinto prefecto de la provincia romana de Judea entre los años 26 y 36 d.C. Pilato no lo percibía como una amenaza y tampoco vio que hubiera cometido algún delito como para condenarlo; sin embargo, ante la presión de la multitud que clamaba por crucificarlo, a Pilato no se le ocurrió mejor idea que lavarse las manos frente al pueblo y proclamarse “inocente de la sangre de este justo”.

Cabe recordar que como era costumbre liberar a un reo por la fiesta judía de la Pascua, Pilato, ante la presión de la muchedumbre de entonces, decidió soltar a uno llamado Barrabás.

Los Evangelios leídos recordaron que inmediatamente después de la decisión de Pilato, Jesús fue despojado de sus prendas, golpeado y agredido con piedras. Luego se le colocó una corona de espinas en la cabeza y le hicieron cargar con su propia cruz hasta el monte Gólgota, a las afueras de Jerusalén, lugar donde fue crucificado junto a otros dos ladrones y bajo un cartel que decía: “Jesús el Nazareno, Rey de los Judíos”, origen de las siglas y de la expresión INRI.

Seguidamente, el titular de la diócesis hizo consideraciones ante las preguntas que pueden surgir, de manera apresurada de muchos, interrogando si Dios todo lo puede , porque no nos libera de esta pandemia, al hacer mención concreta del coronavirus COVID 19.

No hay que dar respuestas apresuradas, ya que el Señor siempre nos dará lo mejor. Tras ello, resaltó que ‘Del mayor mal, Dios puede sacar lo mejor’, para añadir que es momento de aguardar con tranquilidad y esperanza ya que Dios no abandona a sus hijos.

La ceremonia encabezada por el Obispo Ariel Torrado Mosconi, fue acompañada por los sacerdotes, párroco de la Catedral, padre Guillermo Gómez y padre José Pedraza. Participó de la Liturgia de la pasión del Señor, el escribano Guillermo Alvarez.   Además, acompañaron religiosas y diáconos.

En el canal Cadena Nueve de Youtube se puede ver el video que integra la Plataforma Audiovisual de CN

Mensaje de Monseñor Ariel Torrado Mosconi:

En medio de la ansiedad por la incertidumbre de lo que vendrá, o de la angustia por el aislamiento, o ante las estadísticas de los contagios y de las muertes, surge espontáneamente el “¿por qué?”. ¿Por qué ocurre esto, por qué Dios lo permite?. Si Dios lo puede todo ¿por qué permite esta enfermedad, el sufrimiento y la muerte? ¿Son “pruebas” o de qué se trata?

“EL PRECIO DEL AMOR”

Homilía del Obispo diocesano durante la acción litúrgica de la Pasión del Señor, a puertas cerradas en la Catedral de Nueve de Julio, el viernes santo 10 de abril de 2020

(Is 52,13-53,12; Ps 30; Hb 4,14-16.15,7-9; Jn 18,1-19-42)

Hoy, se nos presenta de lleno el mal, en todo su realismo, el misterio de la iniquidad.

Jesús, el justo por excelencia, el inocente condenado, al que crucificaron sin tener pecado ni haber cometido delito alguno. El concentra en sí y es el símbolo de todas las injusticias y contradicciones de la humanidad a lo largo de la historia.

Y esta realidad del mal, el misterio de la iniquidad, se nos presenta hoy también a nosotros bien concretamente en este contexto inédito de pandemia global, que a todos nos afecta de una manera u otra, poniéndonos de cara a la vulnerabilidad, debilidad y finitud humana. Y, en definitiva, al misterio del sufrimiento y la muerte.

En medio de la ansiedad por la incertidumbre de lo que vendrá, o de la angustia por el aislamiento, o ante las estadísticas de los contagios y de las muertes, surge espontáneamente el “¿por qué?”. ¿Por qué ocurre esto, por qué Dios lo permite?. Si Dios lo puede todo ¿por qué permite esta enfermedad, el sufrimiento y la muerte? ¿Son “pruebas” o de qué se trata?

Como siempre los seres humanos balbuceamos o tratamos de darnos diferentes explicaciones. Desde las más disparatadas o conspirativas hasta las más científicas y racionalistas. Para finalmente resignados admitir, desde nuestra pequeñez, que no tenemos respuesta a todo.

Por eso, es muy necesario mirar esta cuestión con ojos de fe, dejándonos iluminar por la palabra de Dios, para no llegar a conclusiones erróneas y pesimistas.

Fundada, basada y sostenida en la misma revelación divina -de la cual la palabra recién proclamada nos da testimonio- la tradición cristiana ha llegado a la siguiente conclusión: “del mayor mal, Dios puede sacar el mayor bien” (Santo Tomás de Aquino). La omnipotencia no siempre se manifiesta en evitar el mal; sino en que Dios, es tan bueno y tan fuerte, que es capaz de sacar un bien aún mayor que si ese mal nunca hubiese existido.

Muestra de esto es cuanto estamos celebrando en estos días: de la muerte de su Hijo en la cruz, sale la vida nueva por la resurrección. Eso nos hará cantar en el pregón pascual ¡Oh feliz culpa que nos mereció tan gran salvador!. Y que el refrán popular ha expresado de una manera que suena tan bien: “¡No hay pascua sin viernes santo!”.

El mal, el sufrimiento y el dolor no siempre tienen explicación suficiente ni remedio inmediato. No hay una respuesta clara y acabada a nuestros “porqué”. Así y todo, Dios por los misteriosos caminos de su amor, providencia y misericordia saca un bien del mal, supera con creces cuanto hemos perdido o -como decimos corrientemente- “escribe derecho sobre renglones torcidos”. Éste es el fundamento de nuestra esperanza. Y por eso mismo, podemos tener las pequeñas esperanzas cotidianas, las de “corto plazo” podríamos decir, que nos animan, sostienen y confortan ayudándonos a levantarnos y continuar caminando después de cada derrota, caída o pérdida.

Por eso, al contemplar hoy a Jesús clavado en la cruz, podremos descubrir el misterio del amor que transforma, supera y vence finalmente al misterio del mal. Este es el precio o el regalo del amor. Lo “pagó” -para decirlo en lenguaje fácilmente comprensible- el Señor por nosotros y así se transformó en el mayor “regalo”, don de vida nueva en el amor.

Entonces, en esta tarde volvamos al amor de Dios manifestado en su cruz, dejémonos envolver por este misterio, depositemos toda nuestra confianza en su amor, y ofrezcamos nuestros temores, dolores, angustias, errores y hasta pecados a los pies del Crucificado.

Hoy somos invitados a silenciar todos nuestros cuestinamientos contemplando en silencio a Cristo crucificado. Allí encontraremos la respuesta.

Ese mismo amor recibido en la cruz nos renueva interiormente y nos da las fuerzas necesarias para donarnos y servir amorosamente, para cuidarnos unos a otros. La genuina generosidad, solidaridad y servicio brotan auténticamente de esta fuente del amor divino.

Necesitamos estar muy unidos al Señor, único Salvador del género humano, en estos momentos inciertos y angustiosos de la historia. Solo así podremos evitar caer en las redes del mal y vivir anclados en la esperanza.

Jesús mismo en la cruz experimentó el silencio del Padre, pero gritó “en tus manos me encomiendo” y el abrazo de Dios, por la fuerza del Espíritu, lo colmó de vida. Por eso mismo, besando a la cruz, en cada hogar, digamos también nosotros con profunda fe: en tus manos está mi vida y el mundo entero. Entonces renacerá hoy nuestra esperanza, la paz y una gran confianza.

+Ariel Torrado Mosconi
Obispo de Santo Domingo en Nueve de Julio

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