El 25 de agosto se instauró como el Día Mundial del Peluquero.
La fecha surgió un 25 de agosto del siglo XIII cuando la Iglesia Católica santificó a Luis IX, rey de Francia entre 1261 y 1270 y quien, como gobernante, jerarquizó a su peluquero declarándolo hombre libre y caballero.
La jornada es útil para recordar a quienes crean estética social, ya que sus trabajos de orden en los cabellos con cortes y embellecimiento, gravitan en las miradas diarias de relaciones humanas. Se trata de quienes ayudan a crear una imagen o estilo de peinado con sus creativos y habilidades.
El pelo fue visto desde hace miles de años como un potente elemento mágico o ceremonial. También de seducción y encanto, ya desde las llamadas culturas primitivas. Es más, la mayoría de los estudios sobre comportamiento social en la prehistoria, consideran que el alma de cada persona se encuentra en su cabello.
Cada peluquero deja su impronta en la figura de quien tiene en sus manos la posibilidad de llevar a la práctica lo que le pide el cliente, pero también lo asesora, aconseja, y ayuda ante distintas características de su cabello. Todas particularidades que solo un profesional puede tener en cuenta.
Mas allá de lo que se dispuso en los años 1200, fue recién en el siglo XVII cuando comenzó a mencionarse en los documentos a los peluqueros, aunque no dejaban de considerarse a los barberos y hasta a los fabricantes de pelucas – moda dominante de la Edad Media – como verdaderos peinadores.
Fueron ellos, en aquella época, quienes cuidaban el cabello, con cortes que ya por entonces tenían en cuenta la forma de la cabeza y el rostro.
Es a principios del siglo XVII que comienza a mencionarse en los documentos a los peluqueros, aunque podemos considerar el tensor romano, barberos y fabricantes de pelucas en la Edad Media en Occidente, como verdaderos peluqueros en el sentido de peinadores. Porque eran ellos los que cuidaban el cabello, cortándolo con armonía con la conformación de la cabeza y de acuerdo al rostro de las personas, ciñéndose a la moda de la época.
También afeitaban, teñían el cabello y trabajaban en el cuidado de las uñas. Los tensores encargados de este oficio eran por entonces esclavos de magnates romanos. Luego, la historia del peluquero en Occidente y su evolución puede trazarse comparativamente a nuestra artesanía con muy pocas variantes, la misma de todos los países.
En la Argentina, el primer festejo tuvo lugar en el teatro porteño Coliseo, en 1877, con un baile al que asistieron 400 personas. Se creaba entonces la Sociedad de Barberos y Peluqueros. El encuentro había sido organizado por Domingo Guillén, peluquero y a la vez director de la publicación quincenal “El Peluquero”. Pasaron los años y por impulso de quienes dentro de la actividad se fueron organizando, se llegó al Congreso Nacional de Peluqueros realizado en 1940 en Pergamino, provincia de Buenos Aires y convocado por la ex Federación Argentina.
En ese evento se oficializó el 25 de agosto como Día del Peluquero. La fecha fue ratificada en el Congreso Nacional de Peluqueros realizado en el año 1940 en la ciudad de Pergamino.
Hoy quedan comprendidos en la fecha tanto los peluqueros como los peinadores y estilistas.
La historia narra que la elaboradísima cultura egipcia fue de las primeras en estimar al pelo como un elemento fundamental de la belleza física y lo trataba ya con funciones estéticas, además de los usos sociales y religiosos. Pelucas y tintes son inventos pertenecientes a la cultura de las pirámides, y es a ellos a quienes se debe la utilidad de la henna en coloración capilar, planta usada aún para obtener tonos rojizos y caobas.
Los griegos convirtieron el culto a la belleza en uno de los pilares de su cultura. Los peinados que triunfaron en sus días, eran extremadamente elaborados y llenos de detalles. Al contrario de los egipcios, los griegos adoraban el movimiento expresado a través de múltiples rizos y ondas. Gracias a estatuas y monumentos funerarios se han podido observar detalles de mechones cortos rodeando la frente, y melenas largas y recogidas por cintas, cuerdas, redecillas y otros elementos decorativos. También para los hombres el cabello rizado se consideraba exponente de la hermosura.
Tanto en Grecia como en Egipto, los esclavos eran los encargados de mantener lo más hermosos posible los cabellos de sus amos. Pero Grecia aportó un elemento nuevo: los salones de belleza, donde se peinaban y arreglaban las cabezas más selectas. Otra de las innovaciones de la época vino de la mano de Alejandro Magno, quien, como consecuencia de sus conquistas en Oriente, trajo toda clase de recetas mágicas para teñir y dar forma al peinado, fórmulas de unos cosméticos que empezaban, en aquel entonces, a ver la luz.