Una catedral colmada de feligreses escuchó con atención el mensaje de Monseñor Ariel Torrado Mosconi. El obispo de la diócesis santo Domingo de Guzmán, reflexionó sobre el Domingo de Ramos y recordó a Juan Pablo II a 30 años de su segunda visita a la Argentina.
Sobre la celebración resaltó que con los ramos no sólo se celebra la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén sino que también compromete a todos los cristianos “a seguir sus pasos hasta la cruz”.
“Esta celebración, como nuestra vida, tiene un tono a la vez de gozo y de tristeza, de fiesta y de penitencia – agregó el prelado. Jesús sabía que allí también lo esperaban la condena, la pasión, la cruz y la muerte… Así nosotros, que colocamos el olivo en el crucifijo de nuestra casa, también debemos recordar que seguir a Jesús implica muchas veces aceptar la realidad del sufrimiento y que, a través de las realidades dolorosas del fracaso, de la soledad, de la enfermedad, de la incomprensión y de tantas otras, alcanzaremos la gloria de la resurrección”.
Por eso aclaró que los ramos de olivos, “lejos de ser una especie de <amuleto de la buena suerte> son un signo de nuestro compromiso de la fe en la cruz que da sentido a nuestro dolor y sufrimiento”.
Torrado Mosconi exhortó a los fieles a acompañar “a tantos <otros cristos> que encontramos en el camino. No los dejemos solos, debemos como Simón de Cirene, ayudarlos a cargar con su cruz, esa cruz de la pobreza, de la falta de trabajo, de la injusticia y de tantas otras formas de sufrimiento”.
Al recordar a Juan Pablo II, a 30 años de su segundo viaje a nuestro país, el obispo resaltó la bendición que dejó en argentina y el pedido de transitar unidos de las manos como hermanos. Aquella evocación tiene plena vigencia en estos días, donde el padre Ariel una vez más bregó por la concordia, la tolerancia y la paz entre todos y en cada sector de la sociedad. Pidió también por el sede de conflictos en el mundo, en particular por el reciente suceso de Siria, rezando por la paz mundial.