Después de muchos años he regreso a vivir en el partido de 9 de Julio. Habiendo escuchado que desde Cadena Nueve se ha convocado a instituciones, para que sus miembros escriban sobre las actividades y de esa manera contribuir al resto de la comunidad con sus aportes, comienza ahora, desde un vecino que ha elegido la zona rural como hábitat, una serie de columnas, gracias a la dirección del medio, sobre distintos temas que interesan a nuestro diario vivir. La impronta que se persigue es la de reflexión, si bien en algunas oportunidades, esas consideraciones, sonarán a críticas hacia quienes se exponen por sus actividades públicas e intereses sectoriales.
En este espacio me referiré a cuestiones que afectan no sólo a los nuevejulienses – incluidas las localidades del distrito- sino a todos los argentinos. Obviamente, tampoco faltarán temas internacionales, ya que vivimos en un mundo más que globalizado, por lo que todo lo que suceda en cualquier lugar del planeta nos afecta, ya sea en beneficio, o no.
A manera de presentación y reflexión, observo con cierta preocupación las carencias de nuestra clase regente o referente, en todos los sectores, salvo más que honrosas excepciones.
Las divisiones que existen hoy y que son fácilmente detectables casi a simple vista en nuestros dirigentes forman parte de una tendencia histórica a consolidar posiciones homogéneas y unánimes que trazan una línea divisoria entre un “nosotros” y un “ellos” para dejar afuera a quienes no comulgan con una idea determinada.
Vivimos también la realidad que nos muestra, en muchos ámbitos, la existencia de una especie que no conocíamos cuando nuestra sociedad contaba con dirigentes preparados para cumplir con sus responsabilidades. En la política, específicamente, con las responsabilidades que les legaba el pueblo con su voto.
Es como si alcanzara con el carisma, que se traducía a poco andar en fanatismos, para gobernar a determinada sociedad.
Hemos vivido épocas en las que existía una especie de “gobierno en las sombras” que sustituía a la ineficacia de los titulares. Uno no se atreve a afirmar si esto está bien o está mal. Sí que constituye un fiel reflejo de lo que nos pasa: carecemos de dirigentes con la capacidad y la formación indispensables para ser referentes guías en una sociedad cambiante.
Eso que hoy califican de “grieta” es un espejo que nos muestra y describe el enfrentamiento a que se ha caído en la sociedad. Y los ciudadanos tienen que movilizarse frente a dos posturas abiertamente enfrentadas, con valores diferentes.
Se careció de acceso a data que hubiera permitido al menos, un mínimo debate sobre la realidad que nos tocaba vivir.
Hoy, para empezar a cambiar, la sociedad está ávida de dirigentes serios, que enfrenten a la realidad que vivimos, que aporten soluciones para cada uno de los problemas que nos aquejan. Pero enfrentamos también otra cuestión: la falta de equipos de Gobierno. En este mundo ya no es posible entregar en manos de una sola persona la solución de las cuestiones que afectan a una sociedad. Los argentinos tenemos innumerables ejemplos al respecto. Presidentes, Gobernadores e Intendentes que no han podido cumplir eficazmente con lo que habían prometido a sus respectivas sociedades porque no fueron capaces de construir equipos de Gobierno que ayudaran a esos objetivos. El unitarismo en la toma de decisiones, el caudillismo aceptado, la falta de grandeza para aceptar propuestas, etc, han conspirado para el funcionamiento de muchos gobiernos en esos tres niveles.
Es eso lo que la sociedad en su conjunto debe aceptar como realidad negativa, y ponerle final. Es necesaria la presencia de dirigentes con una visión más amplia; que acepten que no tienen ninguna verdad absoluta; que deben aprender a escuchar a otros, sean amigos o adversarios; que quien piensa diferente no es un enemigo sino simplemente eso, alguien que no tiene la misma opinión, máxime en una sociedad donde todos los sectores se expresan libremente y con ligereza, pero ello no da derecho a la descalificación. Por el contrario, debe ser a la superación.
La realidad reciente que hemos vivido los argentinos es la más clara demostración de lo que estamos afirmando. Venimos de Gobiernos cuasi autoritarios. Con legitimidad democrática, por supuesto, pero rasgos muy marcados respecto al no respeto de la opinión ajena. Pero no ha sido ése el único mal. Faltaron equipos dirigenciales. Y el autoritarismo no se lleva la única responsabilidad. Nos faltaron dirigentes capaces y formados para asumir esos desafíos con responsabilidades elevadas. En todos los campos.
Obviamente, tuvimos y tenemos las excepciones que confirman la regla. En los tres niveles de Gobierno que conforman una República como la nuestra. No faltará la oportunidad de ponerle a estas cuestiones nombre y apellido. Porque los hay. Por lo pronto podríamos dejar algunos interrogantes que tocan de cerca al pasado, al presente y al futuro de 9 de Julio:
¿Qué tanto tuvo que ver en los distanciamientos del peronismo del distrito el empecinamiento de Horacio Delgado en continuar pretendiendo ser la referencia política de ese sector, aún después de negaciones en las urnas, aunque haya ganado una interna? ¿Qué tanto tuvo que ver en los éxitos de los primeros años del Gobierno de Walter Battistella la presencia de Jorge Silvestre en la secretaría de Gobierno municipal y su ausencia en los errores cometidos luego, que desembocaron en la derrota de agosto último? ¿Qué tanto tuvo que ver en el triunfo de Mariano Barroso la promesa de conformar equipos de Gobierno en cada una de las áreas de su gestión, frente al personalismo que demostraba Battistella?.
Preguntas que tienen respuestas muy amplias y que merecen otros espacios como éste, incluso para cada una de ellas. Y que iremos desarrollando en próximos encuentros.
Y en el orden nacional: ¿Que tanto tuvo que ver la decisión de Cristina Kirchner de sostener la candidatura de Aníbal Fernández, que la llevó de su mano a la derrota – entre otros muchos motivos – su poca aceptación social por su elevado desprestigio?
Otra cuestión importante que bien puede ser la raíz de estos males es la casi desaparición de las estructuras de los partidos políticos en la Argentina. En esto han tenido mucho que ver los fundamentalismos que no han permitido debates que siempre traen como consecuencia la formación y la aparición de nuevos dirigentes, con nuevas propuestas y con nuevas metodologías nacidas, precisamente, de esas fuentes de discusiones y de disensos hasta ahora irreemplazables, que son los partidos políticos.
No se trata de sustituir un relato por otro. Existen otras terapias. Para ello, primero debemos asumir lo que nos pasa. Y , fundamentalmente, dejar de lado la obsesión por considerar enemigo a quien piensa distinto. Porque el pluralismo debe ser un valor fundamental para cualquier sociedad que se precie de democrática. Y también, para sus dirigentes, no sólo políticos…
Y esto vale para la Nación, para la provincia de Buenos Aires y para 9 de Julio. Hasta el domingo que viene y que tengan una Feliz Pascua!.