jueves, abril 18, 2024
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“Vucetich fue pionero en pensar la identidad como derecho”

Juan Vucetich (1)

Algo deben tener esas historias de misteriosos asesinatos que tanto cautivan al público. Ya a principios del siglo XX, los casos del mítico Sherlock Holmes o la pluma de Roberto Arlt en la sección de Policiales del diario Crítica atraían la curiosidad de miles de lectores. Hoy, ese interés parece encontrar eco en las extensas coberturas televisivas del “crimen del momento” y en una variada oferta de series de detectives: CSILa ley y el ordenMentes criminales…y la lista continúa.

Pero hay un elemento que cambió para siempre la resolución de crímenes, tanto en la realidad como en la ficción. Al punto tal que una serie debe tener al menos una escena de búsqueda/obtención de huellas dactilares en alguno de sus capítulos para preciarse de ser detectivesca. O que resulte difícil no escuchar que los periodistas de Policiales se pregunten si no hay “alguna huella” en la escena del crimen.

Juan Vucetich, responsable de idear y perfeccionar un sistema que permita identificar fácilmente a cualquier persona a partir de sus huellas dactilares, contó con varios aliados de peso para quedar en la historia. No sólo los aportes teóricos que le sirvieron como antecedentes o el enorme sacrificio y talento que poseía, sino también un contexto político que tenía a la identificación de las personas –sobre todo de los criminales- como un objetivo primordial.

En diálogo con Agencia CTyS, y a 90 años de la muerte del croata nacionalizado argentino, la doctora en Historia Mercedes García Ferrari, investigadora y docente en la Universidad Nacional de General Sarmiento, aborda el proceso que precedió al desarrollo del Sistema Dactiloscópico Argentino y que luego lo llevó a ser un éxito en la Criminalística internacional. Y a cambiar, para siempre, la identificación de personas.

Dime cuanto mides y te diré quién eres

Para los empleados policiales de fines del siglo XIX resultaba difícil, por no decir imposible, vincular a una persona con un legajo en un archivo. La población no contaba con documentos –el primero de carácter nacional, la libreta de enrolamiento, llegaría recién en 1911- y había una tasa de analfabetismo alta. Aún así, se intentaron algunas formas de identificación, con las tecnologías que surgían.

“Para la década del 1860 se empiezan a utilizar daguerrotipos, primeros esbozos de la fotografía, para retratar a delincuentes famosos- relata García Ferrari- e incluso se instalan las denominadas galerías de ladrones, con el fin de que la sociedad conozca sus rostros”. En Argentina, por ejemplo, el escritor Fray Mocho publica en 1887 Galería de ladrones de la capital, recopilación de fotografías de una galería instalada en Buenos Aires.

Claro que este sistema presentaba ciertas desventajas, como explica la doctora en Historia: “En los primeros tiempos, la fotografía era demasiado costosa y no había un registro sistemático dentro del departamento de la Policía. Pero su principal problema es que es muy endeble el vínculo entre la imagen tomada con la persona, ya que se pueden alterar las características físicas muy fácilmente”.

Es en este contexto que surgen las ideas de Alphonse Bertillon, un funcionario de la policía parisina que desarrolla un sistema antropométrico conocido comobertillonage. “Este método incluye una serie de medidas corporales que, según se estimaba, no cambian después de los 25 años. También estandariza la fotografía y establece las dos imágenes de frente y de perfil. Así, vincula todos estos datos con una ubicación en un archivo y les da un marco científico”, explica García Ferrari.

La mejor prueba de que Argentina intenta consolidarse como pionera a la hora de sistematizar la identificación de personas será la decisión, en 1889, de adoptar oficialmente el sistema antropométrico de Bertillon. Así, el país se convertía en la segunda nación, después de Francia, en implementar su uso.

En ese mismo año, el departamento de Policía de la ciudad de Buenos Aires había abierto una Oficina de Identificación Antropométrica, mientras que dos años después se inaugura una oficina equivalente en el departamento de Policía provincial. Sin embargo, pronto quedó claro que, a pesar del aval y la legitimación que este sistema recibía en varios congresos, la puesta en práctica no lograba sortear diversos obstáculos.

“Para empezar- detalla García Ferrari-, es imposible hacer la medición exacta de cualquier parte del cuerpo. Si bien Bertillon explica que se tiene en cuenta un margen de error, él aseguraba que los resultados daban un margen de seguridad muy alto. Pero en un juicio, por ejemplo, para declarar culpable a una persona no alcanzaba con esto, sino que se necesitaba un método que no dejara ningún tipo de dudas sobre la identidad”.

Otros escollos, según la investigadora, serán la necesidad de personal competente a la hora de tomar las medidas, hecho que se dificulta si se tiene en cuenta que gran parte de los empleados policiales ni siquiera sabía leer y escribir; era un procedimiento muy caro, ya que implicaba instrumentos costosos y un gran espacio para efectuar las medidas; y problemas también a la hora de traducir el sistema de clasificaciones propuesto por Bertillon, ya que cada país traducía los términos a su antojo, resultando imposible realizar intercambios de información.

Un croata en suelo argentino
La historia del Sistema Dactiloscópico Argentino debe leerse, no como una sucesión o mejora del bertillonage, sino como un proceso paralelo al desarrollo de éste. Mientras Bertillon perfeccionaba su sistema, Juan Vucetich –o Ivan Vučetić, tal su nombre original- llegaba en 1884 a la Argentina procedente de la isla de Hvar, Croacia.

Ingresado al departamento de Policía provincial en noviembre de 1888, las cualidades de Vucetich –como, por ejemplo, leer en varios idiomas- le permitió escalar posiciones rápidamente. Así, llegaría a estar al frente de la Oficina de Identificación Antropométrica en 1891. Consciente de todos los problemas que este método tenía, Vucetich comenzó a buscar alternativas que le permitieran diseñar un procedimiento más efectivo.

Explica García Ferarri que para Vucetich resultaron claves los trabajos de Francis Galton, científico británico y primo de Charles Darwin, quien publicó en 1888, en la revista Nature, un artículo donde explicaba que cada persona tenía huellas dactilares únicas e irrepetibles.

“Lo que hizo Galton fue demostrar que las huellas son únicas y que no se pueden modificar en toda la vida. Pero lo innovador y el enorme y valioso aporte de Vucetich fue desarrollar un sistema que tomara a la huella digital como forma de identificación, que incluyera además métodos para clasificarlas y archivarlas”.

Según la doctora en Historia, la solución que encontró el investigador fue partir de la existencia de cuatro tipos básicos de dibujos formados por las huellas dactilares en cada dedo, a las que denominó arco, presilla interna, presilla externa y vertilicilo.

“Para describir en símbolos las huellas de los pulgares, los dibujos quedaban respectivamente indicados por las letras A, I, E y V, mientras que para describir la de los demás dedos, se reemplazaban esas letras por los números del 1 al 4. Así, Vucetich denominó al conjunto particular de diez impresiones como ficha individual dactiloscópica”, detalla García Ferrari.

El nombre elegido inicialmente por Vucetich para su sistema fue la icnofalangometría – del griego ichnos: figura; phalagx; falange y metron: medida-, pero, por consejo del director General de Estadística de la Nación, Francisco Latzina, decide cambiarlo por dactiloscopía, “aunque en realidad no es un sistema que mide, sino que analiza imágenes”, aclara la experta.

El éxito internacional

Pero Vucetich no se limitó a crear un sistema que resultó ser más simple y eficaz que el propuesto por Bertillon, sino que se ocupó también de mantener una activa correspondencia con autoridades en la materia de diversos países y de darlo a conocer en el ambiente. Así, por ejemplo, presenta su sistema en una conferencia en la Biblioteca de La Plata, en 1901, y en el II Congreso Científico Latinoamericano celebrado en Montevideo, en el mismo año.

“Vucetich envió sus trabajos a Galton, con el que intercambió varias cartas, pero sus trabajos serán mayormente rescatados por criminólogos de la escuela de Lyon, que estaban en abierta oposición a los métodos de Bertillon”, explica García Ferrari. Las epistolares incluirían a abogados, jueces y directores de penitenciarios de varias regiones del mundo.

A esta intensa actividad de Vucetich -que incluiría un viaje alrededor del mundo para presentar sus trabajos en varios países latinoamericanos, Estados Unidos, Europa y hasta la China y la India- se le sumará un contexto político que tendrá como uno de los mayores objetivos el control sobre el anarquismo. Así, surgirán varios acuerdos y relaciones internacionales.

“En 1905, por ejemplo, se firma en Buenos Aires un convenio internacional de Policías, entre la policía de Montevideo, Río de Janeiro, Santiago de Chile y la policía local, para intercambiar fichas e información”, amplía la investigadora, quien explica además que en este período se empezarán a observar cambios en la estructura y sistematización en las tareas de inteligencia.

“Sin duda, es un período en el que hay transformaciones que le dan viabilidad a proyectos como los de Vucetich. Más allá de este proceso, su gran preocupación y su objetivo principal era la identificación general, fue muy pionero en pensar en la identificación civil y pensar la identidad como un derecho. En ese sentido, fue un innovador”, concluye la académica.

Mercedes García Ferrari (1)

 *Para Cadena Nueve -Agencia CTyS

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