Cada 20 de junio, la Argentina se detiene a mirar hacia lo alto, donde flamea el azul y blanco que nos une en la historia, la memoria y la promesa de futuro.
Es el Día de la Bandera, y con él se honra a Manuel Belgrano, uno de los padres de la patria y símbolo del compromiso con una nación naciente, libre y soberana.
Es también, históricamente, una jornada donde la máxima autoridad del país se hace presente para reafirmar, aunque sea con un gesto, esa unión simbólica entre la bandera y el pueblo.
Este año, sin embargo, fue distinto.
El presidente Javier Milei estuvo ausente. Físicamente, y quizás también simbólicamente. En su lugar, un escueto mensaje institucional, de tono frío y calculado, reemplazó el calor de la presencia. Ningún acto oficial, ningún discurso frente al pueblo, ninguna palabra pronunciada con el pecho inflado por el símbolo que representa a todo un país.
Lo curioso, o tal vez lo trágicamente revelador, es que mientras el Presidente optaba por el silencio o un acto oficial intrascendente, la voz que sí resonó con fuerza fue la de quien no puede estar en la calle: Cristina Fernández, ex presidenta y actual presa por condena judicial que aún dividen a la sociedad.
Ella, desde su encierro, evocó la bandera como símbolo de unión nacional y resistencia.
Su mensaje —consciente o no de la ironía— se alzó como un gesto político potente, casi una apropiación simbólica del vacío que el Gobierno dejó.
No se trata aquí de una valoración jurídica sobre la situación de la exmandataria, sino de lo profundamente simbólico de este cruce.
¿Qué significa que quien hoy lidera la Nación no sienta la necesidad —o la responsabilidad— de encabezar una conmemoración patriótica esencial?
¿Qué nos dice que, en cambio, quien se encuentra tras las rejas logre capitalizar con palabras el sentimiento colectivo de pertenencia a una bandera común?
La bandera no es de un gobierno. No es de una facción. Es de todos.
Y si algo necesita hoy la Argentina es reconstruir los puentes simbólicos que aún pueden unirnos.
El gesto de Milei, o más bien la omisión, no es una anécdota menor. Es elocuente de una forma de gobernar en la que el Estado como símbolo también parece estar en retirada.
Mientras tanto, el mensaje de la oposición, por más controversial que sea su portavoz, reaparece como recordatorio de que las palabras —sobre todo en política— siguen teniendo peso.
Y que en tiempos de vacíos, las voces, incluso las silenciadas, encuentran caminos para hacerse escuchar.
En tanto, la población del país, solo escuchó las voces de sus representantes en cada ciudad, de sus Intendentes, evocando la Bandera y la necesidad de la unidad del pueblo.
En el ámbito nacional, la paradoja de la ironía. Roles cambiados… Hasta cuando!
*Director-creador del Grupo-Multimedios Cadena Nueve-Periodista-Abogado-Consultor de Medios-Autor de: ‘Delitos en la Prensa’-La Plata,1983-‘La Noticia en Imagen’, Pamplona 1991-‘Lo Mejor de Dios, Ellas’, El Remanso, 2007-
Agencia MTR