El Eternauta ha vuelto a ocupar un lugar central en la cultura argentina gracias a la nueva adaptación de Netflix, protagonizada por Ricardo Darín. Pero detrás de esta historieta, que marcó a generaciones con su visión apocalíptica y colectiva del heroísmo, hay una historia real marcada por la militancia, la represión y una tragedia familiar que refleja el dolor de miles de argentinos: la vida y desaparición de su creador, Héctor Germán Oesterheld, y de toda su familia directa durante la última dictadura cívico-militar.
Nacido en Buenos Aires en 1919 y recibido de geólogo, Oesterheld descubrió pronto que su verdadera vocación era la escritura. Comenzó publicando cuentos en los años 40 y rápidamente se convirtió en guionista de historietas. Su colaboración con figuras como Hugo Pratt, y más tarde la fundación de la editorial Frontera junto a su hermano Jorge, consolidaron su lugar en la historia de la narrativa gráfica nacional.
Fue allí donde, en 1957, nació El Eternauta, con dibujos de Francisco Solano López. Ambientada en una Buenos Aires azotada por una nevada mortal y una invasión alienígena, la historieta se destacó por alejarse de los arquetipos estadounidenses. En su lugar, propuso una épica protagonizada por personas comunes que se organizaban para sobrevivir. “El verdadero héroe es un héroe colectivo”, escribió Oesterheld, dejando una declaración de principios que atravesaría toda su obra.
Esa visión del mundo se intensificó con el tiempo.
Ya en los años 70, Oesterheld se volcó plenamente a la militancia política, escribiendo biografías sobre figuras como Eva Perón y el Che Guevara.
Él y sus hijas —Estela, Diana, Beatriz y Marina— se sumaron a la organización Montoneros. Tras el golpe de 1976, fueron todos blanco de la represión: Beatriz fue secuestrada y asesinada con solo 20 años; Diana, embarazada de seis meses, fue vista por última vez en Campo de Mayo; Estela murió tras un intento de secuestro; Marina fue secuestrada embarazada junto a su pareja. Ninguna sobrevivió.
Héctor fue secuestrado en abril de 1977 y pasó por varios centros clandestinos. Se sabe que continuó escribiendo hasta el final. Su esposa, Elsa Sánchez, lo recordó con palabras que resumen una vida de compromiso y pérdida: “Desaparecieron a mis cuatro hijas, mi marido, mis dos yernos, y dos nietitos que estaban en la panza. Diez personas desaparecidas en mi familia. Pero prefiero recordar los años en los que fui feliz”.
Hoy, con la llegada de la serie que encarna Juan Salvo —el protagonista de El Eternauta—, la figura de Oesterheld vuelve a resonar. Su historia y su obra se transforman una vez más en una advertencia sobre el autoritarismo, una defensa de la memoria y una celebración del poder colectivo frente al horror.