La escena política en Nueve de Julio comienza a definir los roles y las prioridades de cara a un 2027 que se anticipa determinante. En este contexto, María José Gentile, intendente del distrito y dirigente del PRO, dio señales claras de madurez política. Su reciente actitud conciliadora respecto de la Alianza entre el PRO y La Libertad Avanza (LLA) fue leída en los círculos de poder como un gesto de comprensión del momento, pero sobre todo como una muestra de compromiso con la disciplina partidaria.
Gentile comprendió el rol que está jugando Cristian Ritondo, no solo como articulador interno del PRO, sino como puente hacia sectores libertarios con quienes se proyecta una construcción política a futuro. Este tipo de señales no son menores en un momento donde las tensiones internas y las urgencias locales suelen nublar la mirada estratégica.
Sin embargo, no todos parecen alineados con esa visión. En una reunión a solas con Luis Moos, referente local de LLA y presidente del bloque libertario en el Concejo Deliberante, Gentile recibió un mensaje tan claro como inquietante: “Puedo hacer lo que quiero”. Detrás de esa frase no solo se esconde una actitud de personalismo político; se percibe también una desestimación explícita del camino de diálogo y construcción colectiva que se intenta trazar en el distrito.
Moos, alineado con Sebastián Pareja —un operador libertario conocido por su estilo de confrontación—, fue justamente quien impulsó el intento de desestabilizar a Gentile desde el Concejo. Hoy, mientras se sienta a conversar, ya anticipa que continuará con esa estrategia. ¿Qué tipo de alianza es posible, entonces, cuando uno de sus actores principales apuesta por la ruptura como método?
La tensión no es menor. Moos es resistido en buena parte de los círculos de poder económico e institucional de Nueve de Julio. Su estilo confrontativo y la falta de estructura territorial real le restan respaldo más allá del núcleo duro libertario. En contraste, Gentile mantiene una aceptación sostenida entre empresarios locales, instituciones intermedias y dirigentes sociales, que ven en ella una figura de diálogo, gestión y gobernabilidad.
Lo que está en juego no es simplemente una alianza electoral. Se trata de definir si el futuro político del distrito puede construirse desde la convivencia democrática y la proyección conjunta, o si se caerá en la lógica del “hago lo que quiero”, que tanto daño le ha hecho a la política argentina.
Gentile parece haber entendido que la fortaleza de una coalición está en la unidad con reglas claras, no en los caprichos individuales. La pelota, ahora, está del lado de quienes aún creen que la política se hace con Twitter y pulsos de poder, no con acuerdos sustentables.
Pero la decisión final será la de las urnas que tendrá que interpretar la lectura en el contexto de institucionalidad vs. personalismo.