miércoles, mayo 7, 2025
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Transformar el exceso de rastrojo en carne: innovación productiva en la Patagonia

Una chacra impulsa nuevas estrategias para aprovechar los residuos agrícolas como recurso forrajero. Siembra de verdeos con maquinaria adaptada y el uso de suplementos multienzimáticos permiten convertir un problema agronómico en una oportunidad ganadera

En el corazón del Alto Valle, donde el rigor climático impone desafíos particulares, la Chacra Aapresid Valles Irrigados del Norte Patagónico (VINPA) avanza con una propuesta disruptiva: convertir los excesos de rastrojo —subproducto de cosechas abundantes— en carne. La acumulación de residuos agrícolas, producto de altos rendimientos combinados con bajas temperaturas que enlentecen su descomposición, ya no es un problema: es una oportunidad.

El camino comenzó con el aprovechamiento forrajero directo, a través de la confección de rollos y el pastoreo controlado de rastrojos. Hoy, el equipo técnico de la Chacra profundiza este enfoque integrando innovaciones tecnológicas y estratégicas que logran aumentar la eficiencia y sostenibilidad del sistema productivo.

Verdeos sembrados con lógica inversa

Una de las prácticas más innovadoras consiste en sembrar cultivos de servicio o verdeos invernales —como vicia y avena— entre los residuos del maíz, incluso antes de la implantación de soja de primera. Lo curioso es que esta siembra se realiza con una sembradora de grano grueso, usualmente reservada para otro tipo de cultivos.

“El desafío era lograr una implantación eficiente sobre rastrojos densos, donde muchas veces se tapaban las líneas o no llegaba la luz solar al suelo”, explica Alfonso Cerrotta, responsable técnico de desarrollo (RTD) de la Chacra. Para solucionarlo, recurrieron a sembradoras de grueso a 70 centímetros entre líneas, equipadas con barrerastrojos, haciendo pasadas desencontradas hasta lograr una distancia efectiva de 35 centímetros.

Los resultados fueron alentadores. Aunque aún quedan aspectos por ajustar —como la densidad y profundidad de siembra—, se logró establecer un sistema forrajero funcional, que aporta cobertura, protege el suelo y, sobre todo, mejora la calidad del forraje disponible. “Hoy pastoreamos estos verdeos de forma parcelada, con alta carga instantánea, para evaluar también cómo es la dinámica de selección y consumo por parte del ganado”, agrega Cerrotta.

Rastrojos que nutren

En paralelo, la Chacra ha profundizado el uso de rastrojos como fuente directa de alimento para el ganado, particularmente a través de la confección de rollos con residuos de maíz, trigo y soja. “En maíz y trigo recolectamos hasta un 30% del rastrojo, y en soja, hasta el 60%”, detalla Jorge Mazzieri, productor e integrante del grupo. Estos rollos se utilizan para alimentar vacas de cría y terneros en recría, optimizando el recurso disponible sin necesidad de mover el suelo.

Sin embargo, el desafío más importante ha sido aumentar la digestibilidad de estos materiales, naturalmente ricos en fibra y pobres en nutrientes disponibles. Allí entraron en juego los suplementos multienzimáticos, que actúan como aditivos para descomponer la fibra lignocelulósica, permitiendo que el ganado no solo consuma el rastrojo, sino que gane peso haciéndolo.

“Una vaca sola no puede aprovechar un rastrojo de maíz por su alta relación carbono-nitrógeno. Pero con este suplemento, logramos no solo consumo, sino mejoras en condición corporal y preñez”, destaca Mazzieri, quien ha logrado duplicar la carga ganadera en sus campos gracias a este sistema.

Suelo vivo, carne más sostenible

El valor agregado de esta estrategia no se queda solo en el plano productivo. Al evitar el movimiento del suelo, se preserva su estructura, se conservan los aportes radiculares y se mantiene el secuestro de carbono. “Hoy trabajamos con volúmenes muy bajos de cobertura al momento de la siembra, sin haber removido el suelo. Eso es clave para la salud del agroecosistema”, resume Mazzieri.

Así, en un escenario donde el cambio climático y la eficiencia productiva demandan soluciones creativas, la Chacra VINPA se posiciona como modelo de innovación. Lo que antes era un residuo sin destino, hoy es recurso estratégico. Y lo que parecía un problema agronómico, se ha transformado —literalmente— en carne.

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