jueves, abril 18, 2024
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Hace 151 le quitaban la vida al primer presidente surgido de la Constitución de 1853

Justo José de Urquiza se encontraba en su Palacio de Entre Ríos el 11 de abril de 1870

A Justo José de Urquiza, nacido en Talar de Arroyo Largo, hoy Arroyo Urquiza, el 18 de octubre de 1.801, por entonces Virreinato del Río de la Plata, se lo recuerda más por la batalla de Caseros que por haber impulsado la educación y haber fundado el primer colegio nacional laico y gratuito en su provincia, en Concepción del Uruguay, bajo el imperio de la nueva carta magna.

Fue varias veces gobernador de la provincia de Entre Ríos, líder del Partido Federal y presidente de la Confederación Argentina entre 1854 y 1860. El asiento de Gobierno estaba en Paraná.

Justo José de Urquiza se formó en el Colegio de San Carlos en Buenos Aires.

En 1819 se instaló en la pujante villa Arroyo de La China, actual Concepción del Uruguay, dedicándose a la actividad rural y comercial, para la cual demostró una enorme capacidad. Su hermano mayor, Cipriano de Urquiza, fue secretario y luego ministro del primer gran caudillo entrerriano, Francisco Ramírez.

En 1820 tuvo su primera hija -extra -matrimonial-; más tarde tendría muchos más hijos fuera del matrimonio. Una ley sancionada durante su presidencia legalizaría varios de ellos. Le fueron legalmente reconocidos 23 hijos por la Ley Federal N.º 41 en donde ponía en un pie de igualdad a los 11 hijos matrimoniales con los extra-matrimoniales que tuvo de soltero (hay versiones que señalan que tuvo entre 105 y 114 hijos en toda su vida).

En la década de 1820, contando ya con una fortuna que lo respaldaba, se interesó en la política en un período especialmente turbulento en la historia de Entre Ríos. Como muchos jóvenes del interior, su partido era el Federal.

En 1826 fue elegido por los vecinos de Concepción del Uruguay para representarlos como diputado en el congreso provincial. Dirigió la oposición a la Constitución Argentina de 1826, que fue rechazada por su provincia.

Así fue ganado espacios en los sucesos argentinos de entonces.

El 11 de abril de 1870 el general Justo José de Urquiza fue asesinado en el Palacio San José, Entre Ríos, mientras se desempeñaba como gobernador de esa provincia. Urquiza fue aliado político de Rosas durante 15 años, pero en 1851, reasumió el manejo de las relaciones exteriores de su provincia, formó una alianza con Brasil y el gobierno de Montevideo, y venció a Rosas en Caseros.

Fue presidente de la Confederación entre 1854 y 1860, que desde septiembre de 1852 se encontraba separada de Buenos Aires. Tras la batalla de Pavón y la posterior incorporación de Buenos Aires a la nación, la estrella de Urquiza comenzó a eclipsarse. Su negativa a apoyar los levantamientos federales de los montoneros del Chacho Peñaloza y Felipe Varela contra la política del puerto de Buenos Aires y al apoyo a las fuerzas del general Mitre en la Guerra del Paraguay no hicieron más que aumentar su desprestigio  y generar fuertes rechazos entre sus comprovincianos.

En 1868 se presentó como candidato a presidente, pero fue derrotado por Sarmiento quien a poco de asumir apoyó su nombramiento como gobernador de Entre Ríos y lo visitó en su provincia. El abrazo con Sarmiento, el principal responsable de la muerte del Chacho Peñaloza, sería la gota que colmaría el vaso que había comenzado a llenarse tras la extraña retirada de Pavón y con el apoyo a Mitre y a la guerra fratricida con el Paraguay.

Urquiza, no es la excepción a una suerte de ‘norma’ que caracteriza la gobernabilidad del país. La mayoría de los presidentes no terminan bien con su vida, tras los mandato. O derrocados, perseguidos, exiliados o asesinados. Fenómenos sociológico-político que argentina deberá revisar.

En el atardecer del 11 de abril de 1870 una partida de 104 hombres armados, al mando del coronel Robustiano Vera, hicieron ruidosa irrupción en San José. Venían a apresar al gobernador y caudillo a los gritos de ¡Abajo el tirano Urquiza! ¡Viva el general López Jordán! Un grupo de cinco a las órdenes del coronel Simón Luengo, cordobés y protegido del general, se encamina a las dependencias privadas del dueño de casa. Integran el grupo Nicomedes Coronel, capataz de una de las estancias de Urquiza, oriental de origen, el tuerto Álvarez, cordobés, el pardo Luna, oriental y el capitán José María Mosqueira, entrerriano, nacido en Gualeguaychú. El general que está tomando mate debajo del corredor se incorpora, sorprendido por el bullicio y, comprendiendo que se trata de un asalto, grita ¡Son asesinos! Y corre a proveerse de un arma. Los asaltantes se acercan. ¡No se mata así a un hombre en su casa, canallas! Les especta, haciendo un disparo que hirió en el hombro a Luna. “Álvarez, entonces –explica el coronel Carlos Anderson, ayudante de Urquiza- y jefe de la Guardia del Palacio, testigo presencial de los sucesos- le tiró con un revólver, y le pegó al lado de la boca: era herida mortal, sin vuelta. El general cayó en el vano de la puerta y en esa posición Nico Coronel le pegó dos puñaladas y tres el cordobés Luengo, el único que venía de militar y que lo alcanzó cuando ya la señora Dolores y Lola, la hija, tomaban el cuerpo y lo entraban en una piecita, en la cual se encerraron con él yendo a recostarlo en la esquina del frente, donde se conservan hasta ahora, las manchas de sangre en las baldosas”.

El mismo día y casi a la misma hora eran ultimados en Concordia Justo y Waldino Urquiza, hijos del general.

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