jueves, marzo 28, 2024
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El ‘Metegol’ fue un invento en profunda crisis para que los niños se entretengan

Su inventor falleció hace 14 años y fue perseguido por Franco en plena Guerra Civil Española

Alejandro Campos Ramírez- Inventor del futbolín-Metegol-

Nació con el nombre de Alejandro Campos Ramírez, el 6 de mayo de 1919, en Finisterre, Galica. Murió el 9 de febrero de 2007, en Zamora, conocido como Alejandro Finisterre.

Fue un poeta que inventó el metegol. Alegría de los niños – y adultos con alma de niño – y que en muchos hogares, resurgió en pandemia, ante el aislamiento por el Coronavirus.
A su creación, Alejandro la llamó “taca-taca”, “futbolín” y la pensó para la niñez víctima de la Guerra Civil Española. Estaban encerrados y había que entretenerlos.
“Me dolía ver a aquellos niños cojitos – con regueras -, tan tristes porque no podían jugar al balón con los otros niños… Y pensé: si existe el tenis de mesa, ¡también puede existir el fútbol de mesa!”.
Fue así como en 1937, quien por entonces se llamaba Alejandro Campos Ramírez, se las ingenia para crear un rústico taca-taca, que alivió el dolor de la niñez víctima de esa guerra brutal, que los españoles supieron sobreponerse, al mirar el futuro, sin rencor y solo recordando en silencio los malos momentos, para no abrir heridas del pasado en las nuevas generaciones que se merecían un futuro mejor. Y es así como y se integraron.
“Conseguí unas barras de acero y un carpintero vasco refugiado allí, Javier Altuna, me torneó los muñecos en madera. La caja de la mesa la hizo con madera de pino, creo, y la pelota con buen corcho catalán, aglomerado. Eso permitía buen control de la bola, detenerla, imprimir efecto” , recordaba el inventor alguna vez, sobre su creación.
Alejandro Campos Ramírez era un joven gallego, residente en el pueblito de Finisterre. Soñaba con ser arquitecto, pero ofició de albañil. Su alma bohemia y busca vida lo llevó a trabajar de asistente en una imprenta. Se sentía cerca de quienes cultivaban una de sus mayores pasiones: la poesía.
Por esos años se definía a sí mismo como un idealista práctico, una versión de libertario que quería crear aquí y ahora el mundo nuevo que llevaba en su corazón. Las ganas de hacer carne los ideales eran su bandera. Fue en ese contexto que estalló la Guerra Civil española.
Una bomba hizo pedazos su casa y quedó con graves dificultades respiratorias y un problema crónico en una de sus piernas. “Era el año 1937. Me gustaba el fútbol, pero yo estaba cojo (rengo) y no podía jugar». Fue de esta forma como, empatizando con los niños y niñas que la guerra mutiló, tomó la resolución de crear una herramienta que aliviara los amargos días de los pequeños inocentes.
 Patentó la invención en Barcelona en enero de 1937,​ y su vez, otra creatividad. El primer pasahojas de partituras accionado con el pie, creado para una chica pianista de la que estaba enamorado.
Debido al triunfo del franquismo en la guerra, se exilió a Francia cruzando los Pirineos a pie, con la desgracia de perder durante el viaje el documento de la patente que llevaba.
De Francia viajó a Quito y de Ecuador pasó a Guatemala.

Retomó la poesía y perfeccionó su futbolín, como le llamó al mítico metegol. Estando en ese país, tras el golpe de estado del coronel Carlos Castillo Armas fue robado y secuestrado por sus ideales republicanos, quedando sin nada de valor.

En ese contexto, agentes especiales españoles lo embarcaron en un avión con dirección a España, pero pudo escapar. Se refugió en el baño, en pleno vuelo y construyó una bomba ficticia envolviendo una pastilla de jabón con papel de aluminio. Con esa “bomba” amenazó a la tripulación y ganó el favor de los viajeros luego de decirles que era “un refugiado español”.

El avión se desvió a Panamá, en lo que fue uno de los primeros secuestros de avión.

En esa búsqueda, se termina radicando en México, donde colaboró con el poeta León Felipe y se sumó a la vida intelectual de esa nación. Cambió su nombre para homenajear a su pueblo. Desde entonces y hasta el final de su vida, se llamó Alejandro Finisterre.
Volvió a patria durante la Transición Española.
Con orgullo llevó el metegol a todos los sitios donde fue. Jamás quiso un reconocimiento por el invento, a punto tal que alguna vez expresó, “Bah…, de no inventarlo yo, lo hubiese inventado otro…” , como si una inspiración creativa, práctica, saludable y de entretenimiento, fuese tan sencillo. Jamás se imaginó que su invento, perecedero, tiene vigencia, y la tendrá pese al avance tecnológico. El metegol es único!.
Poco antes del 9 de febrero de 2.007, a 14 años de su deceso, escribió una frase que representa el deseo de millones de personas en el mundo:
 “Yo creo en el progreso: hay un impulso humano hacia la felicidad, la paz, la justicia y el amor, ¡y ese mundo un día llegará!”.
Y seguramente, llegará!
Tenía 87 años y sus cenizas fueron esparcidas en el Río Duero a su paso por la ciudad de Zamora y en el Atlántico en Finisterre.
Pocos tendrán presente a Alejandro Campos Ramírez, pero del metegol nadie se olvidará!

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