Las serenatas de Navidad era una tradición de llevar música a familias o vecinos reconocidos, durante la madrugada de la Nochebuena, tras el brindis en las mesas largas de parientes y amigos.
Generalmente algunos que entonaban o tocaban la guitarra o bombo o acordeón de organizaban y llevaban alegría a cas de vecinos o conocidos.
Generalmente las iniciativas eran de jóvenes y no tanto que se desplazaban sin ánimo de molestar y se acercaban a las ventanas para llevarles una serenata. Tras la primera canción se hacía la presentación y se nombraba a la familia. La entonación no se juzgaba. Se valoraba las buenas intenciones. Algunos lo hacían para quedar bien con alguna chica o simplemente para divertirse.
La mayoría abría las puertas de su casa, agradecían y obsequiaban una bebida, generalmente sidra o vino espumante. Otros, decían ya que me levante, ‘sigamos la guitarreada’ pasen y sigamos la Nochebuena.
La idea de la serenata era sorprender con buen ánimo a alguna familia o quedar bien con alguna chica, en la mira de la conquista.
Las anécdotas son infinitas, ero la costumbre se perdió.
No se puede precisar cuándo se empezaron a escuchar serenatas en el Siglo pasado y de donde deviene la tradición. Lo cierto es que generalmente se abría las ventanas y les regalaban pan dulce, tortas o botellas de sidra que iban juntando para luego brindar entre el grupo y en familia.
Nochebuena, noche de paz y el vals que repite: “Muchachos esta noche saldremos por los barrios y verán que no murió la vieja serenata que nadie, nadie, olvida”. La vieja y siempre necesaria, Serenata de Navidad.
Tradición olvidada que los mayores recuerdan con afecto y nostalgia.
Agencia MTR