Roberto “Polaco” Goyeneche, popular cantante de tangos, falleció hace 23 años. Fue el 27 de agosto de 1994.
Había nacido en el Barrio de Saavedra en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el 26 de enero de 1926. Muy joven se desempeñó como chofer de colectivo de la línea 19 y manejó un taxi. También fue mecánico de automóviles.
Roberto «El Polaco» Goyeneche es recordado por su calidad interpretativa y por su particular modo de haber fraseado a las melodías del tango. Surgió sin formación académica, la que tuvo luego cuando comenzó a ser reconocido.
Amante del fútbol y siempre fiel a su amado Club Atlético Platense.
Goyeneche era integrante de una ilustre familia española de la provincia de Navarra. Ya cante, lo bautizaron popularmente ‘El Polaco’ por su cabellera clara. Fue Horacio Salgán quien le puso ese apodo por ser delgado, y tener el pelo largo y rubio, similar a los jóvenes inmigrantes de origen polaco.
En 1952 fue convocado por Horacio Salgán para reemplazar al cantor Horacio Deval y formar rubro con Ángel Díaz.
Con Horacio Salgán registró cuatro grabaciones, Alma de loca, Yo soy el mismo, Un momento y Siga el corso. En 1954 siguió grabando con Salgán otras seis grabaciones, dos de ellas a dúo con Díaz.
En 1956, a los treinta años, se convirtió en el cantor de la orquesta de Aníbal Troilo, de quien fue admirador y entrañable amigo. Con él grabó 26 canciones. En 1963, Armando Cupo, Luis Stazo y Mario Monteleone integraron un trío para acompañar a Goyeneche que se acababa de separar de Troilo, a pedido de este que consideraba que debía largarse como solista. Con ellos grabó varios temas, entre los cuales se destacan los tangos Frente al mar, Mi malacara y yo, No nos veremos más y Que falta que me hacés.
Unos años después, ya solista, se volvieron a asociar en Nuestro Buenos Aires (de obras compuestas especialmente por Armando Pontier y Federico Silva), en 1968 y ¿Te acordás Polaco?, en 1971.
El repertorio de Goyeneche fue muy extenso y variado, los tangos bien antiguos y los más modernos desfilaron en su trayectoria discográfica. Cantó los tangos Afiches, Maquillaje y Chau, no va más (de Homero Expósito). También una versión de Malena, de Lucio Demare (poesía de Homero Manzi) y Naranjo en flor.
En Estados Unidos grabó un disco de tangos clásicos (Volver, Sur, la milonga Los ejes de mi carreta, de Atahualpa Yupanqui) con extrañísimos arreglos jazzísticos de Carlos Franzetti (pianista y compositor argentino de jazz radicado en Estados Unidos).
En 1969 grabó Balada para un loco, de Astor Piazzolla y Horacio Ferrer, en un acto de audacia artística, luego del escándalo que el estreno del tema significara y el debate sobre lo que debía ser aceptado como tango.
Se consagró como solista después de ser cantor de orquesta y el reconocimiento le llegaría a la madurez de su voz para no abandonarlo hasta su muerte.
En 1985 recibió el Premio Konex – Diploma al Mérito como uno de los mejores cantantes de tango de la historia en Argentina.
En octubre de 1987, canta y actúa en la película Sur que dirige Pino Solanas y que cuenta entre los músicos que lo acompañan al guitarrista Raúl Luzzi y al bandoneonista Néstor Marconi.
En 1989 conoce en el café concert “Café Homero” perteneciente al artista Rubén Juárez,a Adriana Varela que se inicia allí cantando tangos, hasta que un día se encuentra con el polaco, quien en Homero hacia un ciclo con el mismo Rubén Juárez, quien le presenta a Adriana Varela… Desde ese momento fue el mentor de la exitosa cantora hasta el día de su muerte.
En el momento de su muerte, acaecida el 27 de agosto de 1994 en Buenos Aires, a causa de una neumonía, era considerado el mayor cantante de tangos en actividad. La fecha de su deceso coincidió con la de otra referente del tango de Buenos Aires, Beba Bidart.
Su nombre se posiciona entre los más importantes de la historia del género, no solo por tratarse de que era un canto fantástico, sino también por la expresividad de su fraseo, el modo de colocar la voz, el manejo de los tiempos, los acentos y los silencios, la fuerza de la esencia misma del tango, lo distinguen de todos los otros cantores de nuestro tiempo, hacía que cualquiera que lo escuchara sintiera lo que el cantaba, un personaje irrepetible, imposible de ser confundido con otro.
Incluso en los últimos años de su vida, su voz nunca lo abandonó, su dicción seguía siendo perfecta al igual que la forma de soltar los versos de su boca. Estaba lejos de perder su popularidad y su imagen, el polaco se transformó en un mito viviente. Fue un excepcional cantor, que como otros tuvo etapas diferentes, y cada una de esas etapas, son memorables.
El polaco entendía todo del tango, su voz se enredaba a la música y era un instrumento más, afianzaba su garganta y su fraseo acorde con la orquesta. Con el pasar del tiempo, logró alcanzar tal perfección, que manejaba los tiempos de determinada manera según él quisiera, dándole un gusto especial a cada tango que él recitaba.
También, Goyeneche, se atrevió a interpretar tangos del repertorio del “Zorzal criollo” Carlos Gardel, haciendo versiones que estaban a la alturas de las originales, simplemente son versiones extraordinarias.