jueves, marzo 28, 2024
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Falleció Rodolfo ‘Chichito’ Schneiter (Plini)

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A los 80 años de edad falleció Rodolfo ‘Chichito’ Schneiter (Plini). Fue el primer médico especialista en otorrinolaringología que se estableció en Nueve de Julio. Fue en los años ’60, tras graduarse de médico en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de La Plata. El ciclo secundario lo hizo en la Escuela Nacional de Comercio.

Había nacido en Nueve de Julio el 2 de abril de 1936 y desde muy chico, por sangre materna – Plini – se entusiasmo con el automovilismo ya que un tío corría en las competencias de rutas abiertas o caminos mejorados, de la época.

Mientras ejercía la profesión, comenzó a dar clases de anatomía en el Colegio San Agustín. La materia la explicaba haciendo comparaciones constantes con los motores de auto a los fines de una mejor comprensión de sus alumnos. ‘La máquina más perfecta es el cuerpo humano’ repetía en el aula.

Ese amor por ‘los fierros’ lo llevó a anotarse en los Grandes Premios de la década del ’70 por los distintos caminos del país uniendo provincias con largadas en el edificio Central del Automóvil Club Argentino. Corría con un Peugeot 504 era la década del ‘’70. A fines del ’60, cuando estudiaba lo hacía en un Decarlo en circuitos zonales.

Fue un entusiasta para que el Autódromo de la Ciudad de Nueve de Julio sea una realidad. Disfrutaba de la vida al aire libre siendo la natación y el ciclismo sus pasatiempos favoritos.

Su deceso fue en este final de invierno, y sus restos serán sepultados mañana a la hora 9 en el cementerio de Nueve de Julio. Es velado en la sala 3, del complejo CEyS de servicios velatorios.

Hace 16 años, el periodista Alfredo Parga recordaba para La Nación algunos aspectos de ‘Chichito Schneiter. Al respecto decía “conocí a Rodolfo Schneiter Plini. El doctor Schneiter de hoy era antes, cuando no había llegado a la etapa de maduración que la ciencia propone a los futuros galenos con el internado -o la residencia-, un ser apasionado que necesitaba ocuparse de aquellas grandes carreras que el TC tenía como convocatoria mayor cada fin de año. Muchas veces, a la vista de la Nochebuena.

De aquellos tiempos cuando Schneiter no era médico, lo vi profesar un periodismo nada común. No perseguía retribución ninguna. Se las componía para insertarse en la caravana que seguía la carrera y ayer a bordo de un auxilio, hoy en compañía de un fotógrafo demorado y mañana haciendo dedo para llegar a Catamarca como pudiera, sumaba kilómetros levantando un inventario que le proporcionaba la pequeña satisfacción si alguna publicación aceptaba albergar sus palabras. En todo o en parte. Y a veces, ni eso.

Recuerdo que el periodista Miguel A. Merlo le ofrecía en la revista Marcas el espacio que aquel soñador de Nueve de Julio necesitaba para explicar lo que nadie explicaba. Y contar lo que no se contaba. Y deducir con una envidiable mayoría de edad mental que se anticipaba al médico de ahora.

De aquellos tiempos tengo para mí que la mejor página escrita alguna vez sobre el arreglo que Oscar Alfredo Gálvez hacía de su coche por el camino, le pertenece a Rodolfo. Y más; creo que esa página debiera estar pegada en todos los talleres del país, como una oración recitada gravemente entre el aceite y la grasa. Con la severidad del torno y el calor de la fragua. Que el taller de campo -sostengo- es el santuario para salvar a los autos, nada menos…”.

 

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