martes, abril 23, 2024
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Tipo de Cambio

El tipo de cambio expresa una relación entre monedas de distintos países. Por ende la política económica puede incidir sólo sobre uno de los términos de la relación: el valor de la moneda local. No es posible hacerlo sobre la moneda de comparación. De allí la importancia de las políticas  locales.

Debemos comenzar por su papel en el movimiento económico global. La cuestión cambiaria no sólo es un componente más de la estructura de costos, también detenta un papel macroeconómico de primer orden.

Es por esto que hoy, el precio de las divisas, sus restricciones, las reservas del BCRA, el mercado paralelo, etc., se han convertido en el tema central de debate entre especialistas y en la vida diaria de los argentinos. También será el meollo de la polémica en el 2015 y prioridad de la próxima administración.

El problema, más que en el valor absoluto en pesos del precio de la divisa para estimar su adelanto o retraso respecto de otras monedas, reside en el nivel de deformación de los precios relativos internos. Las variaciones entre precios de variables clave de la economía nos dice “a gritos” las eventuales deformaciones que afectan los flujos macroeconómicos y las decisiones empresariales. P.ej., a manera ejemplificativa, seleccionamos, el valor nominal y oficial de las divisas y del salario.

El valor adecuado para su correcto funcionamiento en el entramado global presente y futuro sólo puede surgir de la definición del modelo económico a utilizar en sus aspectos teóricos y empíricos y su estrategia de implementación, teniendo en cuenta estudios específicos sobre niveles de productividad, la competitividad, los precios internacionales, los costos internos, ratios del banco central, situación de las monedas mundiales, etc.

Desde el gobierno no sólo se niega el retraso cambiario sino que critica la posibilidad de concretar una devaluación abrupta. Mientras tanto, continúa con su política de minidevaluaciones diarias. Las razones que esgrime se basan en los efectos que históricamente han producido las experiencias de devaluación brusca. Son argumentos institucionales, sociales y económicos.

Estos argumentos son reales. Sin embargo, los efectos de las decisiones en economía, no recaen sólo sobre los objetivos previamente seleccionados sino que afecta el resto de variables económicas y sociales en todas las direcciones y en todos sus horizontes temporales. E incluso, aparecen efectos incompatibles que, en el mediano y largo plazo, generan inconsistencias macroeconómicas que pueden abortar los objetivos primarios.

Dejar boyando al resto de variables al compás del ritmo del proceso inflacionario, mientras se retrasa el tipo de cambio, tiene otros efectos no explicitados por la conducción económica. Los que consideramos más importantes son: ancla de precios y costo relativo en divisas.

Tomando los efectos en su conjunto, aunque con algunas tendencias positivas en el corto plazo, su combinatoria genera serias debilidades macroeconómicas en el mediano y largo plazo. Son inconsistencias en los flujos externos reales y financieros y en la distribución del ingreso.

La estrategia oficial para superar la problemática cambiaria es continuar las minidevaluaciones y mantener las restricciones en los flujos financieros y reales.

A partir de allí, se autonomiza una dinámica perversa donde las medidas activan un proceso elusivo al que se responde perfeccionando y profundizando las restricciones. El proceso se realimenta de manera permanente con presiones informales y controles que llegan a una cuasi-militarización del mercado.

Las restricciones tienden a mantener y, en algunos casos profundizar, los problemas creados por el retraso cambiario. Esto se observa tanto en el flujo real como en el financiero.

El efecto más visible se localiza en el flujo financiero: fuga de divisas y la brecha entre la cotización oficial y las marginales. En la primera, aunque pudo reducirla, no logró frenarla. Su resultado más elocuente: en el periodo 2011-2014 no pudo detener la tendencia descendente en el saldo de reservas.

Respecto a las causas, existen explicaciones oficiales que giran alrededor de fenómenos estacionales (p.ej. la demanda previa al periodo vacacional); a maniobras especulativas de los factores de poder para presionar sobre una devaluación del dólar oficial y favorecer sus negocios (denuncias a bancos, exportadores de granos,  empresas transnacionales, operadores de bolsa, etc.);  a los intereses de quienes tienen la necesidad de dolarizar su actividad “subterránea”; y similares. Y estas explicaciones llegan a su clímax cuando se aducen conspiraciones basada en los rumores previos y una supuesta “coordinación” de quienes alientan los desfasajes.

Esas conductas empresarias, en distintos grados, existen. Pero han existido siempre, ya que forman parte de los mecanismos profundos de una economía. La actitud a adoptar por los empresarios dependerá de la política económica. O bien ésta se orienta a que las decisiones empresarias, con objetivo en la rentabilidad, favorezcan, al mismo tiempo, metas globales de crecimiento y distribución, o bien, por razones de error o incompetencia bloquean esos objetivos primarios y tienden a exacerbar las deformaciones. El objetivo de rentabilidad pasa a ser obtenido mediante manipulaciones que aunque favorecen al empresario, afectan seriamente la economía global.

En última instancia, aludir a circunstancias especulativas y similares es una confesión del desconocimiento de los funcionamientos básicos de la economía ya que estas deformaciones se encuentran siempre potencialmente presentes. De lo que se trata, es de bloquearlas y reorientarlas de manera positiva a través de la política económica.

Y también se refuta por la experiencia histórica. Estas teorías no pueden explicar por qué, en diversos periodos de Argentina, y particularmente entre 2003 y 2011, aunque existía el mercado paralelo, la brecha con el dólar oficial era prácticamente inexistente (entre 3 y 5%), mientras que en el último periodo ha oscilado en una franja de entre el 50 y casi el 100 %.  Hacemos notar que la práctica oficial, rechaza la cotización del dólar marginal por su carácter espurio. Pero sólo en ascenso. Cuando baja, lo destacan como un logro, en base a la misma estadística.

El problema coyuntural y recurrente no proviene de la existencia de un mercado paralelo sino del tamaño de la brecha con la  cotización del dólar oficial. Y esa brecha es reflejo de perturbaciones en los flujos. En particular, la desaparición de un pilar de las condiciones anteriores: la generación de divisas genuinas derivadas del saldo externo del balance de pagos y una fuerte deformación de los precios relativos, (p.ej. la relación dólar/salario), ambos, profundamente interrelacionados.

Estos cambios generan decisiones “defensivas” de los agentes económicos que provocan serios trastornos en el nivel macroeconómico tales como fuga de divisas y brecha cambiaria.

En resumen, agudiza las deformaciones en la conducta empresaria. No sólo afecta las fuentes de financiamiento, sino también las inversiones reales autofinanciadas ya que ningún proyecto puede superar los rendimientos, implícitos en la brecha, provenientes de la liquidez en divisas. Se generan tendencias netamente recesivas.

Sin explicitarlo, las autoridades son conscientes de los costos económicos y financieros de, al menos, una de las consecuencias del retraso y de las restricciones: el tamaño de la brecha entre los mercados cambiarios, oficial y paralelo.

Y para ello utilizan instrumentos orientados sólo a corregir situaciones extremas y evitar una aceleración inflacionaria.  No podrían llegar a cerrar la brecha cambiaria a límites razonables (5-10%) y aún menos eliminar la existencia del atraso cambiario acumulado. Se trata sólo de convivir con estas condiciones sin tocar la problemática de fondo.

Pero las presiones en sentido contrario siguen apareciendo y ahora provienen de la situación mundial. A partir de la recuperación de la economía estadounidense, se produce un proceso de revaluación del dólar frente al resto de monedas fuertes del mundo y por ende un proceso devaluatorio en el mundo. Sobre todo en el caso de las economías vecinas (caso Brasil en particular) que tiende a intensificar el retraso cambiario relativo de Argentina.

El tema central resulta de indagar acerca de cuáles son los problemas estructurales y las políticas erróneas que condujeron al atraso cambiario y las medidas (de shock o graduales; de corto, mediano y largo plazo) para corregirlos, sin afectar los segmentos de mayor riesgo social.

El problema cambiario se origina en lo que el economista Miguel Bein ha denominado “macrocidio”. Un neologismo derivado del apócope de “homicidio macroeconómico”. Con ello hace referencia a la deformación de los precios relativos y la ruptura de los equilibrios compensatorios de las variables macroeconómicas, a consecuencia de una utilización incorrecta de los instrumentos.

Y esto sucede porque los fenómenos de la economía no son flexibles. Si fuesen reversibles, el mediano y largo plazo no existiría en economía. Aunque en los años 2013 y 2014 se logró revertir, la proporción fue muy reducida respecto de la deformación anterior. El retraso acumulado de años anteriores siguió pesando ya que sólo atenuaron la situación sin corregir los factores estructurales y las políticas que generaron el fenómeno.

Pero no sólo es contradictorio aplicar medidas coyunturales a problemas estructurales de la economía. Las restricciones cambiarias tienen sus propios ingredientes que agravan el panorama.

En primer lugar conllevan su propia trampa. Su adopción se refleja en lógicas medidas de “escape” de los agentes económicos, y la dimensión de la brecha incentiva a buscar fisuras. Esas condiciones realimentan el proceso, y el propio gobierno no encuentra otra salida que el endurecimiento sistemático de las restricciones para cubrir las vías de escape.

En segundo lugar la confusión en el planteo al implementar las restricciones. La visión oficial, en lugar de presentarlas como medidas de transición frente a una emergencia, lo hacen bajo la forma de una “profundización del modelo”, “una política que llegó para quedarse”.  Implica auto-bloquear  la posibilidad de una corrección futura e impide percibir la diferencia entre atacar sólo las consecuencias mediante un “parche” y atacar las causas del problema, derivada del retraso cambiario.

En tercer lugar, una visión de la economía donde sólo existen variables y se excluyen los flujos. En ese esquema, al tipo de cambio se lo considera una variable autónoma. Ninguna variable económica lo es  y no puede ser manipulada sin efectos sobre el resto de la economía, en todas las direcciones y hacia todos los horizontes de tiempo (y con resultados diferenciales y contradictorios). Una política de restricciones cambiarias, dada su importancia y profunda interrelación con el resto de la economía, obliga a adecuar toda la política económica a este objetivo y lo coyuntural pasa a primar sobre los problemas de fondo no sólo en el mercado cambiario sino en toda la economía. De esa manera, las políticas de crecimiento y distribución son reemplazadas por medidas cortoplacistas de protección de las reservas existentes y la búsqueda de divisas adicionales a cualquier costo.

Esta evaluación resalta la importancia de adoptar políticas preventivas en política económica, que impidan llegar a condiciones límites donde la única alternativa viable es aplicar criterios reparativos basados en medidas “heroicas”.

Pero al problema ya lo tenemos encima. Salir de una dinámica perversa entre inflación, retraso cambiario, restricciones y mercados informales que se retroalimentan, sobre-reaccionan y generan profecías auto-cumplidas, sólo es posible hacerlo en base a programas integrales y con la participación de los sectores involucrados. Deben ser diseñados a partir de diagnósticos macro y microeconómicos y apoyados en un sólido marco teórico. Propuestas de política económica, a meses del próximo periodo constitucional, que se aproximen a este tipo de criterios, aún no han sido realizadas.

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