jueves, marzo 28, 2024
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El Intendente que rompió la Copa de Cristal

El radicalismo siempre se caracterizó por el respeto a la institucionalidad, y de gobernar mirando las necesidades de los vecinos. Este fue el mensaje que los mismos dirigentes que lo encarnaron a lo largo de su centenaria existencia, han transmitido a la sociedad. Durante años, la ciudadanía  creyó ese discurso.

Nueve de Julio desde hace años, ha sido la excepción a esa norma no escrito. Durante el último período de gobernabilidad, aún vigente, se pretendió hacer fuerte ese concepto, pero el tejido que lo sostenía fue cediendo hasta romperse; y oh! sorpresa, ya nadie lo cree, toda vez que la evidencia de los hechos hablan por sí mismos.

Un viejo dirigente, llamado Moisés Lebensohn que siempre estuvo convencido de lo que decía y sostenía, afirmó hace varias décadas,  sobre la fortaleza de su partido – la UCR-, al que abrazó en 1931 tras incursionar en el socialismo, “Doctrina para que nos conozcan, conducta para que nos crean”.

En los años de gobierno del actual conductor de los destinos de los nuevejulienses, con libretos de dirigentes que lo rodean, nada de ello se ha cumplido. Ni doctrina ni conducta. Los hechos han demostrado mayoritariamente en todos los estratos sociales, cualesquiera sea la raíz política de pensamiento partidario, que  la actual administración tiene interés en el poder por el poder mismo, por no decir, “para unos muy pocos” o que lo hacen en la ‘ONG BenePro’ – Beneficio Propio- .

Es decir, el principio elemental de la buena fe que siempre caracterizó a los actos del radicalismo, se han visto vulnerados totalmente, ya que no se ve transparencia en los actos de la institucionalidad. Ni per se, ni ante el pedido de los representantes del pueblo con bancas en el Concejo Deliberante.  Resbala el más noble de los principios democráticos, el de la representación de los vecinos, a través de sus votados.

Nueve de Julio tuvo dos embajadores de buena voluntad que lo proyectaron más allá de sus límites geográficos de distrito, y  patrón provincial.

Uno fue el parque Gral. San Martín. Todas las familias con orgullo, fuera de su ciudad, al referencial las bondades de las bellezas naturales que lo posicionaban por sobre otras ciudades de la zona, hablan de ese espacio verde, no solo como paseo, sino como reservorio natural de frescura cuando los precarios ventiladores ante altas temperaturas estacionales, no podían competir con la frescura de su arboleda, y  viajantes, visitares médicos o los mismos vecinos, elegían algunas de sus plantas para estacionar sus vehículos y descansar en la siesta. Ni hablar del paseo en sí con sus parrillas, recreación o espejo de agua. Orgullo de todos!.

El otro, el Autódromo Municipal. El esfuerzo de familias hecho realidad hace más de 40 años, hoy luce con la precariedad de un predio abandonado. Fueron historia, sus multitudinarias competencias, alegrías de hasta tres carreras de TC, la máxima categoría en un solo calendario anual, para quedar todo reducido a los pastizales que carcomen el pavimento y toda inversión que se realizara para competencias de fuste.

Esos dos embajadores de buena voluntad pasaron a la historia. Hoy son la histeria de los vecinos.

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Cualquiera sea el círculo que se transite y se hable de los temas intrínsecos comunes de la comunidad – lejos de historias de vidas ajenas que a muchos les gusta consumir como culebrón en boga – el agua, el parque y el autódromo, son motivo de conversación generadora de toda opinión. Pero, curiosamente, ninguna en positivo.

Cuando en una pareja se suman, a las discusiones propias de la convivencia, la ruptura de copas de cristal, es que se pasó de un límite que no tiene retorno. Nadie pude pegar, por más buena voluntad, los transparentes esparcidos por el piso para reconstruirlos. Suele ser el final de una relación.  Ninguna palabra, promesa o regalos, hacen posible la concordancia. Es decir, son los límites que sobrepasaron todo y no hay vuelta atrás.

En estos primeros días del nuevo año como arrastre de varios largos meses, la sensación que los vecinos viven desde los actos de gobierno local, sin saber expresar con claridad de ideas ese sabor amargo que llevan en su interior, es que se ha roto la “Copa de Cristal”, como máximo cuidado que cada familia atesora en su armario, mueble o bargueño, y – aunque quiera – no puede reconstruir los estragos.

En política, en los últimos tiempos, los ‘destrozos’ de la administración, no podrán reconstruirse en el tejido social, por más que se impulse la mejor de las campañas o que se quiera hacer creer que el mejor de los candidatos de la oposición, es peor que quien gobierna. Ni con las chicanas o bajezas de un funcionario incortés con plumas anónimas que ensucian como la tinta china a todo lo que se le presenta o direcciona su líquido, pero que ya la gente se dio cuenta de tener vuelo más corto que pichón de perdiz, y nadie lee esas grafías manchadas de infamias y zonceras.

Los vecinos observan con nostalgia – sentimiento profundo no fácil de describir -que ‘se ha roto la Copa de Cristal’. Solo hay que esperar la llegada del nuevo candidato que ocupara el Sillón de Tomas West, y soplarán renovados vientos.

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