viernes, abril 26, 2024
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En Junín sigue el juicio por lesa humanidad a represores del Proceso Militar

Junín Juicio

En el Salón de la Democracia Argentina de la Unnoba, sigue este lunes 1º de diciembre la segunda jornada del juicio de lesa humanidad en Junín, donde se juzgarán a siete represores acusados privación ilegal de la libertad en perjuicio de 24 víctimas, tres de ellas, desaparecidos.

La causa es llevada a cabo por los jueces Carlos Rozanski, Pablo Vega y César Álvarez, del Tribunal Oral en lo Criminal Federal 1 de La Plata, quienes investigan los tres centros clandestinos que funcionaron en Junín a disposición de la Policía bonaerense y el Ejército: la Comisaría Primera, el destacamento Morse y la Unidad Penal 13, que en esos años se encontraba en construcción.

Los hechos que se investigan tuvieron lugar entre marzo de 1976 y fines de 1977, en la denominada subzona 13, bajo las órdenes del Primer Cuerpo del Ejército comandada por el general genocida Guillermo Suárez Mason; mientras que los imputados son el ex militar Ángel José Gómez Pola y a los ex policías Edgardo Mastandrea, Abel Oscar Bracken, Julio Ángel Estelrich, Francisco Silvio Manzanares, Miguel Ángel Almirón y Aldo Antonio Chiacchietta. Los hechos alcanzan a ciudades de la zona 13 entre ellas: General Villegas, General Pinto, Leandro N. Alem, San Nicolás, Ramallo, San Pedro, Baradero, San Antonio de Areco, Suipacha, Chivilcoy, 25 de Mayo, 9 de Julio, Lincoln, Carlos Tejedor, Rivadavia, General Viamonte, Junín, Rojas, Salto, Bartolomé Mitre, Capitán Sarmiento, Chacabuco y Bragado.

Los primeros testigos en declarar en el juicio implicaron al ex comisario y ex asesor de la Coalición Cívica, Edgardo Mastandrea, en el secuestro de Rubén Pío Soberano, un trabajador del correo y militante de las 62 Organizaciones peronistas que fue detenido el 24 de marzo de 1976 por efectivos militares cuando ingresaba a su trabajo.

Si bien murió en 2010, fue uno de los primeros en declarar en esta causa y “militó durante años para que se llegará a este juicio”, según contaron integrantes de los organismos de derechos humanos.

Silvia Luzardi, la esposa de Pío, y sus hijos, Pablo y Carolina, que al momento del hecho tenían siete y tres años, relataron el calvario que padecieron tras el apresamiento de este trabajador postal.

“Recorrí las comisarías de Junín, estuve en la Primera, y en el cuartel militar de la ciudad, y nunca pude encontrarlo. Hasta que me instalé con mis hijos en la puerta de la unidad del Ejército hasta que un mayor de apellido Assef me recibió y me dijo que estaba en el penal de San Nicolás”, revivió Luzardi.

De acuerdo a su relato, en este marco su marido sufrió a Mastandrea, a quien Soberano conocía “de cuando iba a despachar cartas para la Policía”. El oficial “lo interrogó y le pegó una piña con la que le voló una pieza dental”, graficó la mujer y agregó “después lo mandó al calabozo y lo trasladaron a San Nicolás. Lo soltaron a los cuatro meses y sufrió mucho”, narró la testigo.

En tanto, sus hijos Pablo y Carolina repasaron “el sufrimiento” en la búsqueda de su padre, y “las secuelas que la familia debió sorpotar a lo largo de los años”. “Vivimos con miedo” coincidieron.

Otro de los testigos en brindar testimonio fue Carlos Lablunda, militante de la Juventud Peronista, detenido el 18 de marzo de 1976, antes del golpe de Estado, y que permaneció cautivo en la Comisaría Primera, el penal de San Nicolás y luego en la cárcel de Sierra Chica, desde donde salió en libertad en 1977.

“Me llevaron a la comisaría Primera y luego a San Nicolás. Ahí lo conocí a Pío Soberano, en los recreos. La verdad es que lo vi muy mal. Se ensañaron con él por su actividad gremial”, testimonió.

Por su parte, el hoy titular del INEAS, Patricio Griffin, y entonces vinculado a organizaciones gremiales de la izquierda peronista como abogado, repasó las alternativas de su detención y confirmó haber visto a Pío Soberno en la Comisaría Primera y en el penal de San Nicolás.

“Me llevaron a mí, igual que a otros compañeros, por mi actividad política. Creo que era una forma de preparar lo que se venía. Eramos parte de algo que se entendía como la guerrilla industrial que apoyaba las protestas y huelgas que se habían dado en la costa del Paraná”, apuntó.

 

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