Esta semana se cumplieron los aniversarios de fallecimiento de dos próceres de nuestro país, el 17 fue del Gral. Güemes y hoy 20 del Gral. Belgrano.
Con menos de un año de diferencia, Belgrano en 1820 y Güemes en 1821, mueren dos de los principales personajes de la Revolución que concretó la independencia de la Argentina. Güemes el héroe salteño, tal vez el más “rebelde”, no sólo fue el comandante de los gauchos, el defensor incansable de la frontera Norte, sino que además fue también el gobernador político. Tantos años y tanto sacrificio le generaron desatinos en algunos sectores de la sociedad salteña ya harta de la guerra, pero principalmente de las contribuciones. La traición devino en herida, y los realistas tomaron Salta. El Gral. español Olañeta hace llegar a Güemes la propuesta de ser socorrido, salvando de esta manera su vida, le ofrece garantías y honores, con el único requisito de rendir sus armas al Rey de España. Güemes no vacila y luego de escuchar a los comisionados realistas ordena a su segundo en el ejército: “Coronel Vidt! Tome usted el mando de las tropas y marche inmediatamente a poner sitio a la ciudad, y no me descanse hasta no arrojar fuera de la patria al enemigo! y volviéndose al parlamentario: Señor oficial -le dijo, arrojándolo con ademán de su presencia- está usted despachado.” unos pocos días después fallece rodeado de sus más leales gauchos a los 36 años el Gral. Martín Miguel de Güemes.
El Gral. Belgrano padeció 14 meses los problemas de salud que lo aquejaban, abandonado a su suerte en Tucumán el gobierno le negó ayuda económica para poder remitirse a Buenos Aires, sólo contó la buena predisposición de Balbín, uno de los pocos amigos que le quedaban. En todo su camino de regreso no encontró las más mínima muestra de hospitalidad, ni siquiera en Córdoba donde gobernaba un ex subordinado suyo, Bustos.
Llegó a Buenos Aires en marzo y la encontró en plena anarquía! en su casa paterna pasó sus últimos días junto a unos pocos amigos y algunos de sus hermanos, tenía 50 años. El gobernador Ramos Mejía le propinó 300 pesos para que pueda subsistir, los cuales no paliaron la pobreza que lo rodeaba.
Abrazó y vio por última vez a su subalterno predilecto La Madrid; se lamentó al no poder pagar la deuda que había contraído en Tucumán con su amigo Balbín, y el día antes de su muerte pidió a su hermana Juana le alcanzase su reloj de oro que colgaba de la cabecera de su cama y diciendo “Es todo cuanto tengo que dar a este hombre bueno y generoso” se lo entregó a su médico Redhead. Sus últimas palabras expresan su desazón con la realidad del país “Ay patria mía!!” exclamó.
El General Manuel Belgrano falleció a las siete de la mañana del 20 de junio de 1820. Día tristemente célebre donde Buenos Aires, presa de la anarquía, contaba con tres gobernadores.
Muy pocos asistieron a su funeral y sólo un diario publicó el aviso fúnebre. Murió pobre y olvidado, pero con la entereza de los hombres de bien, que no dudan en luchar por las causas justas en beneficio de todos.
“Mucho me falta para ser verdadero padre de la patria, me contentaría con ser un buen hijo de ella.”
Ésta frase de Belgrano lo describe en profundidad, su alma bondadosa, su vida austera y sencilla durante los 10 años que vivió en guerra a partir de la Revolución. El abogado, el civil devenido en militar y General de la patria de quien San Martín supo decir al describir sus cualidades militares: “No será un Bonaparte pero es lo mejor que tenemos en América.” entregó su fortuna, su alma y su vida en pos de la libertad. Con una conducta intachable y un honor incorruptible nos legó la bandera y su ejemplo de valentía y entrega. En los albores de la patria no cabe dudas que Belgrano fue su mejor hijo.
*Abogado y Concejal FR PRO